viernes, 7 de marzo de 2008

JAIME GACITUA ECHEVERRIA


HISTORIA

DE

YUMBEL

DESDE 1585 A 1703

Tomo I

Se autoriza divulgar el contenido citando
la procedencia.


Yumbel
MMVIII



P R O L O G O



Un sentimiento arraigado desde hace mucho tiempo ha sido el motivo que me impulsara a acometer una empresa difícil y desconocida, sin embargo, no menos motivadora, cautivante y hermosa: reunir en un solo documento la “Historia de Yumbel”.

A través de la lectura de alguna bibliografía referencial pude formarme, hace ya algún tiempo, la convicción de que actualmente y desde hace muchos años sólo estábamos en posesión de antecedentes marginales, esbozos, de una historia de Yumbel más contundente, compleja y documentada que debía recuperarse desde los lugares desconocidos en que se encontraba.

Ha sido gracias a la tecnología de las comunicaciones, a la expansión progresiva de información disponible en la red, así como a una búsqueda acuciosa de documentos, textos, folios y trabajos de difusión histórica lo que me ha permitido reunir antecedentes fidedignos acerca de los momentos más lejanos de nuestra historia local. Admirado y complacido al comprobar cómo un texto derivaba a uno siguiente, cómo un autor mencionaba una referencia que otro se encargaba de corroborar y cómo, en definitiva, paso a paso, lectura tras lectura, se configuraba una imagen cuyos claroscuros iban adquiriendo color, tonalidad y nitidez, al punto de permitir la construcción de un texto único que posibilita una lectura coherente y una ilación cronológica aceptable, en un documento que sin tener pretensiones académicas, reúne información histórica valiosa, proveniente de los más renombrados cronistas coloniales y de los más insignes historiadores con que ha contado nuestra patria, debiendo señalar, no obstante, que aún se hallan sin indagar innúmeros testimonios, fuentes bibliográficas, correspondencia personal y oficial de época, que deberán aportar mayores luces sobre la Historia de Yumbel y que se encuentran desperdigados en bibliotecas, archivos y colecciones particulares, tanto del país como del extranjero, situación concreta que me permite reconocer que la historia que actualmente entrego sólo constituye un aporte primario, un trabajo en construcción, al cual, espero, continuar incorporando mayores referencias documentadas, sin obviar la posibilidad interesante de que otras personas puedan abordar nuevas y más profundas investigaciones. Reconociendo estas limitaciones agradeceré los aportes de quienes puedan contribuir a ensanchar aún más el conenido de esta obra, así como manifiesto mi disposición a colaborar con quienes asuman funciones de investigación sobre la materia tratada.

A modo de aclaración valga señalar que el presente trabajo está estructurado sobre la base de antecedentes recogidos de otros autores, como ya señalara en el párrafo anterior, reservándome la licencia de mantener, en su generalidad, la redacción original que éstos confirieron a sus textos, razón por la que, aún cuando las características generales del idioma castellano, en los siglos XVI y XVII, ya se habían asentado otorgándole las condiciones necesarias para ser considerado un lenguaje formal, nos encontraremos con arcaísmos idiomáticos, formas gramaticales, de sintaxis y giros linguísticos actualmente en desuso, pero que permiten una comprensión general del relato. Sin embargo, para facilitar la lectura, y cuando ha sido necesario, he ido introduciendo anotaciones aclaratorias personales, relacionadas con los hechos relatados, entregando también algunos sinónimos para palabras desconocidas en la actualidad.

Yumbelinas y yumbelinos: les invito a conocer, elevados sobre hombros de los más prestigiosos cronistas e investigadores, la Historia de Yumbel, que hasta el momento he podido recopilar y que abarca el periodo comprendido entre los años 1585 y 1703, debiendo postergar, para un próximo trabajo, los acontecimientos de siglos posteriores, que de acuerdo a la documentación hasta ahora recopilada, en nada deslucen de los que aquí entrego como aporte al conocimiento y difusión de nuestra historia local.

El autor.

CONTEXTO HISTORICO

En el año 1536 el adelantado don Diego de Almagro descubría Chile; cinco años después don Pedro de Valdivia fundaba Santiago e iniciaba la conquista de este nuevo territorio. Se suceden desde esos momentos numerosos acontecimientos que determinarán paulatinamente la fisonomía y carácter de nuestro país.

Es así como en su afan de expansión territorial el conquistador español avanza y explora, funda ciudades y levanta fuertes para su defensa, encontrándose siempre con el decidido rechazo del pueblo araucano que, con valentía sin igual, defiende su libertad y su tierra, oponiendo fiera resistencia al usurpador; equiparando a la capacidad estratégica y a las temidas, por nunca vistas, armas de fuego de éste, la fiereza y superioridad numérica de guerreros, demostrando sagacidad e inteligencia que le permitieron en un breve tiempo imitar las tácticas militares españolas, arrebatándoles la exclusividad de la lucha a caballo, valioso e insuperable aliado de guerra, que utilizaron, también ellos, con singular pericia.

El abuso, la crueldad y la sed insaciable de oro y riquezas, empujó a los extranjeros a olvidar el fin que la monarquía había conferido a la empresa de la conquista de nuevos territorios, a saber: catequizar a los aborígenes convirtiéndoles a la fe católica, atrayendo nuevos subditos a su majestad; obteniendo como única respuesta, la oposición inclaudicable de un pueblo valeroso, que luchó hasta el desangramiento por su libertad, único ejemplo de orgullo de raza que opuso todo el nuevo continente, al punto de quejarse amargamente el monarca de que Chile, con su guerra infatigable, era más oneroso a las arcas reales que todo lo invertido en la Conquista de América en su conjunto, y que siglos después hiciera proclamar a un intelectual que nuestro país era la única nación del mundo moderno nacido de una epopeya, ¡tan grandiosos, llenos de heroísmo y valeroso coraje fueron aquellos siglos de lucha incesante!.

En este escenario de guerra permanente, de avances y retrocesos en ambos bandos, a menos de cien años del Descubrimiento de América y a menos de cincuenta años del inicio de la Conquista de Chile, gracias al apasionamiento e insistencia del gobernador don Alonso de Sotomayor, cuya memoria honramos como hombre visionario, por levantar fuertes que cobijaran contingentes armados, emplazar centros poblados y afianzar la conquista en los territorios de guerra, es que nace a la vida Yumbel, y lo hace sólo como una plaza militar más, cuya historia al igual que la del resto del país está llena de vicisitudes, cambios de nombres y emplazamientos, y que, sin embargo, de manera gradual iría adquiriendo preponderancia principal, al punto de convertirse en lugar de reunión y de largas estadías de gobernadores y tropas; y asiento permanente de la tercera autoridad militar del denominado Reino de Chile, el sargento mayor, quien supeditaba sus acciones, en orden de mando, sólo al maestre de campo y al propio gobernador, capitán general y presidente a la vez.


DON ALONSO DE SOTOMAYOR: SEMBLANZA



“El Excmo. Señor don Martín de Enríquez, luego que tomó posesión del Virreinato del Perú, hizo reunir individuales noticias de todos los distritos de su gobernación. I puntualmente informado del estado en que se hallaba el reino de Chile, con la cruel i tenaz guerra que mantuvo Caupolicán, i que después de la prisión i suplicio de este jeneral, la llevaron adelante otros capitanes, sin que el indócil corazón de aquellos indios se rindiese a las suaves medidas de una paz equitativa…

“I por otra parte, deseosa la majestad del señor don Felipe II de ver concluida la conquista de aquel Reino, i finadas con ella sus sangrientas i despiadadas guerras, poseído al mismo tiempo su piadoso ánimo de un vivo deseo de ver a los naturales reducidos al gremio de la Iglesia católica, determinó enviar por Gobernador de él, a don Alonso de Sotomayor, del orden de Santiago, comendador de Villa-mayor, hombre verdaderamente animoso, de vivas resoluciones i de sobresalientes talentos militares. Nació en 1546 en la ciudad de Trujillo, reino de Estremadura, hijo tercero de don Gutierre que fue descendiente del don Gutierre fundador de la casa de los condes de Venalcázar, después duques de Bejar, marqueses de Ayamonte i Villamanrique.

Desde la edad de 15 años sirvió al ejército real, prestando destacados servicios a la corona en los múltiples conflictos bélicos que España mantenía con potencias extranjeras, en distintos lugares. Vivió los riesgos y triunfos propios de un corazón decidido y valiente. En una oportunidad fue herido de tres balazos el último de los cuales le atravesó el rostro. Estas acciones le permitieron ganarse el respeto de superiores y subalternos, llegando su fama a la corte, oportunidad en que el rey Felipe II, en el año 1583 y en mérito de estas cualidades… “tuvo a bien servirse de sus talentos en el gobierno de Chile, i le mandó librar sus reales despachos, con los que marchó a Sevilla, con designio de embarcarse para su nuevo destino.

“Le dio el rei 600 españoles, i las mas sabias i prudentes instrucciones para tan cristiano como piadoso fin. Le advirtió que ninguna cosa apetecía con mayores ansias que ver cristianos a aquellos indios. Estas fueron siempre las intenciones de nuestros católicos monarcas, pero su bárbara ferocidad ha sabido frustrarlas desde los principios, impidiendo tenazmente su conversión.

“Hizo este jefe su navegación… i después de no pocos trabajos i grandes peligros, desembarcó en el río de La Plata, de donde se trasladó por tierra para su destino, i llegó con 400 hombres a la ciudad de Mendoza (que en aquella época aún pertenecía al denominado “Reino de Chile”).

“En ella tomó posesión de su Gobierno, i remitió los reales despachos a Diego García de Cáceres, que los presentó en el ayuntamiento de la capital (Santiago), para que obedecidos, gobernasen a su nombre i en virtud de sus poderes, Lorenzo Bernal de Mercado, Alonso de Reinoso, Gaspar de Vergara, Pedro Lisperguer i Diego García de Maldonado.

“Pasado el invierno i deshechas las nieves de la cordillera, se condujo a Chile, i fue recibido con las demostraciones de grandeza que ninguno de sus sucesores logró después (noviembre 23 de 1583). Dispuso la ciudad levantar un arco triunfal en una de las calles de la plaza mayor para que pasase debajo de él, le obsequió con un brioso caballo ricamente enjaezado, i cabalgando en él, le condujeron debajo de palio a la catedral, i de allí a su casa. Le hicieron el mismo cortejo que la ciudad de Lima hace a sus virreyes, i no se ha repetido este ejemplar.

“Luego que se concluyeron los días destinados a la celebridad de su llegada, comenzó a poner orden en los asuntos de su inspección”. (1)

Primeros años de Yumbel - Batalla de Paso Hondo.


“El Gobernador comenzó su gobierno con nuevas ordenanzas relativas al beneficio de las minas… porque este apego al oro pecado fue en que con intento más o menos pronunciado cayeron todos los conquistadores: sólo que esta vez se hace más chocante, por lo mismo que así de contento Paineñancu (cacique araucano) de la llegada de Sotomayor, como los cabildantes de Santiago, formaba al propio tiempo el asedio de las ciudades Valdivia y Villarrica, y se sabía esto en la capital de una manera autentica.

“Siendo, pues, preciso marchar con presteza a la defensa de aquellos establecimientos, Sotomayor dio el mando de las armas, con título de coronel, a su hermano don Luis…

“Bien servido el toqui de sus espías supo con tiempo que venían los españoles… tomó dos mil soldados de entre los que circuían la ciudad Villarrica, y con lijera marcha pasó a Quebrada Honda o Paso Hondo en término de Quinel, en cuyo punto se apostó distribuyendo su jente en diferentes celadas. Descuidado entró por aquel estrecho el coronel don Luis, pero resuelto y animoso respondió a la carga que en cerco le dieron los araucanos, los cuales fueron rotos al cabo de media hora sin considerable pérdida de uno ni otro bando, y con gran rabia de Paineñancu, de cuyas palabras y arrojo no hicieron esta vez gran caso sus indisciplinadas tropas”. (7)

Sobre similar momento, otro autor nos indica: “Paineñancu i otros capitanes araucanos, no perdían la ocasión que les presentaba la suerte, i hostilizaban los distritos i establecimientos españoles Estos movimientos no dejaron descansar en la capital a los que en aquellos días habían llegado de España… Era indispensable contenerlos (diciembre 13 de 1584), i dispuso el Gobernador marchasen a la Imperial, Villarrica, Valdivia i Osorno, su hermano el coronel don Luis de Sotomayor i el sarjento mayor don Francisco de Ocampo con 200 hombres, para que reforzasen sus guarniciones, i asegurasen el país desde el río Maule hasta la Concepción, i para que aprontasen los útiles necesarios para la formal espedicion que meditaba hacer (diciembre 13 de 1584).

“Puestos en el Maule i reconocido todo aquel territorio, levantaron los fortines de Duao i Bustagar, sobre ambas riberas del río; aquel por la del norte, i este en la del sur, i otro cerca del cerro Quella en el partido de Cauquenes.

“Bien asegurado el territorio del Maule con estos fortines, marcharon los dos jefes al socorro de las ciudades hostilizadas. Llegó a noticias de Paineñancu esta espedicion, que era la primera del nuevo Gobernador, i quiso ser el primero que se oponia a sus ideas. Con 2,000 hombres les aguardó en Paso Hondo, deslinde del territorio de Quinel. Entraron descuidados en las emboscadas, i les atacó Paineñancu por el frente, retaguardia i costado. El coronel don Luis no se sorprendió, i dio las órdenes convenientes para una vigorosa defensa, que fueron observadas con tal puntualidad i valor, que ellas dieron la victoria. Media hora no más duró la batalla. Huyeron desordenadamente los indios, sin que la persuasión de Paineñancu pudiese reducirlos a volver”. (1)


Otro testimonio sobre la Batalla de Paso Hondo… “Llegó el Gobernador a Santiago, por octubre de 1583, donde fue recibido con festivos aplausos… Tuvo noticias de cómo desasosegaban los indios los términos de las ciudades de Valdivia y Rica (Villarrica) … y determinó que don Luis de Sotomayor, su hermano, … con ciento y ochenta hombres fuese al socorro… habiendo llegado a la quebrada Honda (Paso Hondo), cuya situación era prolongada y montuosa con desfiladeros, los acometieron dos mil indios que estaban en celada…. Duró la acción indecisa media hora, hasta que el fuego violento y no descontinuado los hizo ceder (a los araucanos) con considerable pérdida, no obstante los esfuerzos que hacía Alonso Díaz, rebelde, que era el del comando… los españoles prosiguieron su destino”. (2)


“… Con el aviso que tuvieron los araucanos de la llegada del nuevo gobernador, aunque le tuvieron juntamente de la fuerza que traía de gente, no sólo no se acobardaron, pero aguzaron las lanzas para recibirlos en ellas, si bien no debieron de persuadirse que era tanta como después vieron, porque hubieran sido más prestos en armarse, como lo fue el gobernador… teniendo ya reparada su gente del estrago y mal tratamiento del camino, la apercibió para el verano siguiente, y disponiendo su ejército, comenzó, a 14 de octubre de 1584, a marchar hacia la Concepción, y pasando de allí a la ciudad de Chillán, que a la sazón se hallaba muy apretada (acosada), la dejó bien defendida, y habiendo recreado allí sus soldados con el común agasajo que les hicieron sus vecinos, paso al valle de Quinel, donde, para hacer prueba de su gente, hizo tocar un arma falsa (falsa alarma), a que saltaron todos con tan gran presteza, acudiendo cada cual al puesto que le tocaba, como si estuvieran muy prevenidos, esperándola”. (3)

“El Gobernador, por octubre de 1584, vino a la ciudad de San Bartolomé (Chillán. Castiga a los indios sublevados)…Y superado felizmente este obstáculo, siguió su destino para Yumbel hasta Angol, adonde se le juntó su hermano el coronel don Luis. (2)


En medio de los territorios de guerra y experimentando el furor araucano don Alonso de Sotomayor, “… marchó a las vegas de Talcamávida, que ya las hostilizaban el cacique Turuquilla, y en una escaramuza que con los indios de este jefe jugaron los españoles, fue herido y preso el mestizo Jerónimo Hernández, y en seguida ahorcado por orden de Sotomayor para que en él escarmentaran otros desertores. Ahuyentado Turuquilla, revolvió la columna castellana para Angol… y penetrando después la parcialidad de Catiray, vino a plantar campo en Tabolebu…

“Sotomayor corrió después su campo hasta el emboque de Tabolebu en el Biobio, y con su obstinada pasión por las plazas fuertes, que no podían menos que consumirle las fuerzas necesarias para las operaciones militares, de un golpe alzó a la parte occidental del Biobio el fortín llamado la Trinidad, en Catiray el Espíritu Santo, al norte de Caramahuida, cerca de los montes de Nahuelbuta el San Jerónimo, en Yumbel el San Felipe de Austria, y a la confluencia del Quaque o Huaque con dicho Biobio la plaza dedicada al Santo árbol de la Cruz.

“Por mucha jente que consigo llevase el gobernador, todavía asombra la actividad y el zelo con que debió darse a todas esas construcciones, puesto que el mismo dice en comunicación al cabildo de Santiago con fecha 27 de marzo de 1585: “Estando en el real y campo de S.M. (Su Majestad) que está alojado cerca de los fuertes de la Trinidad y Espíritu Santo, en sierras de Yumbel, etc.” Pero ni a eso sólo retrajo sus miras, sino que hizo construir dos grandes barcas para que las plazas se comunicasen más fácilmente…

“A Cayamcura poco o nada le importó la reciura de la estación invernal… y por tanto resolviose a expugnar la plaza de San Felipe de Arauco, mientras que Millalemu había de acometer la de Purén, Pilquetegua la de la Trinidad, y a Taruchima dio el cargo de quemar las dos barcas puestas en el Biobio para servicio de los españoles. Taruchima desempeñó sin tardanza su comisión convirtiendo en cenizas las barcas y los que las manejaban; pero Millalemu y Pilquetegua fueron rechazados con mucha pérdida…

“No consta con qué fecha saliera de la capital el gobernador don Alonso (a donde se había trasladado en el invierno para ejecutar materias de administración y hacer reclutamiento de gente para el ejército), pero el 30 de diciembre de 1585 da su cuartel jeneral en Yumbel, según lo nota el cabildo de Santiago, sin señalar cual fuerza sacara de esta ciudad…

“Desde aquel punto ya tuvo que atender a combatir las parcialidades de Gualqui y Talcamávida revueltas por el cacique o capitán Pilquetegua…” (7)


Continúa el gobernador su campaña hacia el sur, tomando las debidas precauciones, puesto los araucanos se reúnen para hacer frente común al poderoso enemigo. Producidas algunas escaramuzas ingresan los españoles al estado de Arauco el 20 de diciembre de 1584.

El ejército araucano se repliega retirándose de sus tierras, y prendiendo fuego a sus rancherías, como señal de guerra, ante lo cual el gobernador vuelve a la ribera norte del Biobío.

Acerca de la fundación de fuertes otro historiador señala que luego de una victoria ante los araucanos, acaecida el 16 de enero de 1585, y… “Dejando el campo español el venturoso alojamiento donde le dio Dios tan buena suerte, marchó hacia Millapoa, con ánimo de hacer allí la guerra, y también en… Gualqui y Quilacoya, el resto del verano. Sitiáronse sobre el gran río Bío-Bío, donde hicieron para su defensa una fuerte empalizada de gruesos árboles; y después hicieron a vista de Rancheuque y Tabolevo, un buen fuerte, trabajando en su fábrica todos los capitanes y soldados, con el ejemplo que iba adelante en todo el gobernador, no perdonando ningún trabajo personal, como si hubieran nacido para ello y criádose en semejantes ejercicios. Llamóse este fuerte de la Trinidad, y para su correspondencia y mejor avío, se comenzó a labrar otro que llamaron del Espíritu Santo, en Tierras de Yumbel, que eran de Tarochina, y las había desamparado, como lo hicieron otros caciques con las suyas, no pudiendo defenderlas de la fuerza que llevaba el ejército español. Para el comercio de estos dos fuertes y poder ayudarse el uno al otro, hizo hacer el gobernador algunas piraguas en la Concepción; pero habiéndolo entendido Tarochina, se emboscó con mil y doscientos soldados en un paraje del río, por donde habían de pasar. Veniálas convoyando el maese de campo con su gente, cuando sale Tarochina con la suya, echándose al río como pejes, las cogieron en medio, y habiéndolas ganado, las hicieron pedazos, con que impidieron a los españoles este socorro, que entonces era de mucha consideración”. (3)


“Habiéndose opuesto muchos al dictamen del Gobernador, el cual era de construir dos fortines, el uno al ingreso del río Tavolevo con el gran Biobío, a quien nombró del Espíritu Santo, y el otro de la Trinidad en la opuesta ribera: más llevando a rostro firme su resolución, superó todos los obstáculos y quedaron en estado de una regular defensa. El Cacique Taruquilla, que habitaba en aquella inmediación y aun dominaba en parte del territorio de Yumbel, quedó en breve tiempo con su numeroso gentío enteramente subyugado; y es cosa digna de reparo que tan extenso país, el día de hoy (1740) le habitan muy pocos o casi ningunos indios. Y para que se pudiesen sostener con mutuo socorro y frecuente correspondencia, mandó el Gobernador construir dos pequeñas embarcaciones, y llevándolas río arriba, las asaltaron los indios por una y otra parte de la ribera del Biobío, cuyos raudales corrían minorados. Hicieron tan vigoroso esfuerzo, que se apoderaron de ellas con pérdida de cuatro españoles, sin que la escolta que por tierra seguía, lo pudiese remediar. No faltaron después impúdicos que llamaron a estos fuertes de los amantes, porque hubo un Leandro que en las horas más deliciosas de la noche transitaba nadando el Biobío para ver a otra Hero y al alba se volvía, no obstante que la latitud del río es poco menos que el Bósforo de Tracia, pero no experimentó igual desgracia a la de Leandro”. (2)

La mención a Hero y Leandro tiene referencias en la mitología griega y relata una historia mas o menos así: Hero era sacerdotisa de Afrodita en Sesto. La vio un día Leandro y quedó prendado de su hermosura. El vivía en Abidos y cada noche cruzaba a nado el Helesponto para ir a visitarla. Una noche la tempestad lo arrebató y, perdido el horizonte a donde se encaminaba, pereció ahogado. Cuando ella se dio cuenta se arrojó también al mar para ir a buscarlo y murió como él.

“Reedificada la plaza de Arauco i puesta a las órdenes del maestre de campo, movió el Gobernador su ejército hacia las vegas de Talcamávida, i en una escaramuza hizo prisionero al mestizo Jerónimo Hernández que se había pasado a los indios, i sufrió pena capital. De allí se trasladó a Angol, i unido con el licenciado Azoca, marchó a la parcialidad de Catirai i campó en Taboleu, donde le atacó Cayancura con un trozo de 7 mil indios, que fueron rechazados con pérdida de mas de 500, después de un obstinado combate que duró mas de 12 horas. En el confluente del río de este nombre con el Biobio, sobre la ribera occidental, levantó el fuerte de la Trinidad, el del Espíritu Santo en Catirai, i el de San Jerónimo, cerca de los montes de Nahuelbuta, al norte del cerro Casamávida, común abrigo de los indios. Concluidos éstos, repasó el Biobio, i edificó el de Yumbel, con el nombre de San Felipe de Austria, situado a la parte oriental del fortín de la Trinidad, en la isla de la Laja, con el Biobio por medio, i otro fuerte sobre la unión del río Guaque con el mismo Biobio, dedicado al santo árbol de la Cruz. Todas estas plazas estaban en situaciones proporcionadas a socorrerse, i mandó hacer dos barcas para mantener la comunicación con los de Yumbel i Santa Cruz, ubicadas a la parte oriental del Biobio. Para la correspondencia de la plaza de Arauco con la Concepción levantó otra fortificación en Marihuenu. I porque ya era entrado el invierno, regresó a ésta dejando bien guarnecidos los referidos establecimientos, i con buenos oficiales para su defensa (1586)”. (1)

El autor del párrafo anterior si bien es coincidente a grandes rasgos, en cuanto a la relación de los hechos, con los demás historiadores y cronistas investigados, incurre en un error de datación al considerarlos como sucedidos en el año 1586, acontecidos en realidad un año antes, lo cual no resta ningún mérito historiográfico a su relato.

“Tomó el Gobernador con empeñoso ardor la sujeción de aquellos bárbaros, i luego que llegó hizo salir al sarjento mayor para Santiago con destino de hacer leba (reclutamiento obligatorio con fines militares) de jente para la siguiente primavera. Los caudillos araucanos tampoco se descuidaban en hacer reclutas. Pilquetehua procuró juntar la que pudo, i dispuso que Tacuchima cayese repentinamente sobre las dos embarcaciones del Biobio, que mantenían la comunicación de las plazas que se acababan de levantar, i que al mismo tiempo el capitán Millalemu hostilizase la plaza de Puren.

“Diferentes suertes tuvieron estos dos caudillos i sus empresas. El primero salió bien de la suya, que tomó las dos barcas i las redujo a cenizas, con muerte de dos hombres de los que estaban destinados a su servicio i cuidado”.

En el año 1587 aparece en las costas chilenas el corsario inglés Tomás de Cavendish, lo que obliga al gobernador a precaverse de este enemigo de la corona española descuidando el frente interno, circunstancia que es utilizada por los araucanos para recobrar sus tierras. Sorteado el peligro extranjero vuelve Sotomayor a las tierras de Arauco donde sostiene varios encuentros con los aborígenes, quienes utilizando el sistema de emboscadas, propinan daños menores, matan alguna gente y hurtan algunos caballos.

“Viendo el gobernador que no podía dar alcance a este enemigo, dilatando esta empresa para otra ocasión, acudió a lo que más apretaba, que era el reparo de los dos fuertes, que dijimos de la Trinidad y del Espíritu Santo, los cuales, por sustentarse con grandísima dificultad, y viendo que por entonces no podía levantar el fuerte de Arauco, que había sido el principal motivo que tuvo en fabricarlos, los deshizo, haciendo de los dos uno, para seguro de la ciudad de Angol, sobre el río Puchanqui …” (3)


“El Gobernador principió las operaciones de la campaña por Tucapel, aunque halló desiertas las provincias sublevadas: ejecutó con ellas el rigor de la guerra de que se hicieron reos, quitó la vida a algunos que se aprisionaron, dejando los cuerpos en los árboles para su escarmiento, y despobló los dos fortines del Espíritu Santo y Trinidad, y construyó otro en la inmediación de los Confines (Angol)…” (2)




Gobierno interino del Licenciado Pedro de Vixcarra. (julio 1592 – octubre 1592).



“Desembarazada de enemigos la parte septentrional del Biobio, salió el Gobernador con su ejército, i le atravesó por el fuerte de Jesús; recojió su guarnición i las de San Felipe de Austria, Santa Cruz i San Rosendo, i con parte de ellas reforzó la de Santa Cruz de Coya; al mismo tiempo dispuso que la de Tucapel i Lebu se replegasen a Cañete, i puesto en Santa Cruz de Coya, envió un destacamento para que pasasen las de Huadaba i Angol a la ciudad de los Infantes…” (1)



Gobierno de don Martín García Oñez de Loyola (octubre 1592- diciembre 1598)

1594 : “Informe de don Miguel de Olaverría sobre el Reyno de Chile, sus indios y sus guerras”

Sobre las características de los indios. “... desde San Bartolomé (Chillán) parescen que comiençan estar arrimados a la gran cordillera en las faldas de ella, en montañas poblaciones de indios de estos proprios naturales de la tierra de Chile losquales aunque án sustentado guerra, y rebelión no a sido con tan notable valor y contumacia que los demás que dicen y se demarcan desde el camino real hasta la mar del sur; estos son lo que incluye ensi los terminos de la ciudad de la Concesion (Concepción) desde el rio Ñuble para adelante hasta llegar al rio de Biobio parte de los quales an sido los que an dado mucha pesadumbre y an sustentado la guerra con increíble valor, como son los de la provincia de Gualqui, Rere y Tarochina (Yumbel), pasandose de la otra parte del rio y desnaturandose de sus tierras muchos años, juntandose con los indios del estado como con parciales suyos y en algunos tiempos an sustentado la guerra en sus proprias tierras”.

“… Tiene este dicho cuerpo de tierra (desde Concepción a Purén) provincias y parcialidades de indios que están fuera del principal, el uno arrimado a Puren que son unas cordilleras arboradas y asperas llamadas los coyuncos en que viven 300 indios poco mas ó menos y el otro es de la parte de la Concession la tierra referida de Gualqui y Rere y Tarochina que las dichas dos parcialidades tendran mill indios escasos de los mas inquietos y valerosos de todo Chile y es visto que estas dos parcialidades sirven al cuerpo referido del estado de Arauco y Tucapel y Puren en la misma forma que sirven dos cabos o cavalleros a una fortaleza…” (6)


Gobierno de don Francisco de Quiñones (mayo de 1599 – julio de 1600)



“A este tiempo llegó a la Concepción D. Francisco de Quiñones, día diez y ocho de mayo de mil quinientos noventa y nueve (18.05.1599)… alcalde que era de la ciudad de los Reyes (Lima) provisto por el virrey al gobierno de Chile…” (2)


“Llególe al Gobernador nueva de que en la provincia de Rere, que se llama la Estancia del Rey, se hazia una grande junta de enemigos, y proveyó que su hijo Don Antonio de Quiñones, que fue su teniente general, acometiese a la dicha junta con ciento y treinta soldados y capitanes. Y saliendo a esta facción obró con tal valentía, que deshizo la junta y no dexó casa que no quemasse ni sembrado que no talasse de los de Rere y Cuyunco…” (4)


Batalla de Yumbel - 13 de mayo de 1600

Como era habitual desde tiempos de Pedro de Valdivia el gobernador Quiñones, una vez tomadas las salvaguardas que su cargo y obligaciones le imponían y realizados los actos administrativos más imperativos, se trasladó hacia los territorios de guerra … “Y habiendo llegado al territorio de Yumbel, donde se avistó con el campo enemigo, que se componía de seis mil indios, que fiero, tenaz y empeñado venía a solicitar a los españoles para con una acción decisiva lograr la rendición de las ciudades, porque quitada la esperanza del socorro ellas solas se rendirían, pareciéndoles muy flemática la operación de que se entregasen por necesidad: estas bien arregladas conjeturas hizo (el Cacique) Paillamacu, y más cuando le seguían prontos refuerzos para sostenerle… Los indios se formaron en dos escuadrones de caballería y alguna de infantería, o bien fuese primera y segunda línea. Don Francisco manifestó una singular conducta. Distribuyó órdenes a los altos y bajos oficiales con aspecto sereno y nada conturbado y exhortó a los suyos, ejecutando otras acciones dignas de un general prudente; y ordenó a los sargentos y tenientes que al pusilánime que abandonase su puesto le quitasen la vida. Principióse la función con igual coraje. La infantería de los indios se vino presurosa a estrechar con la nuestra, despreciando el fuego que no descontinuado de la arcabucería y de seis tiros de campaña (cañones), hizo un estrago terrible, hasta que se mezclaron con los españoles: lo ventajoso de nuestras armas igualaba a su crecido número. Por fin cedieron a la hora de un dudoso Marte (dios griego de la guerra) y se siguió el alcance a corta distancia porque no se rehiciesen o encontrasen con algunas tropas de reserva. De los indios murieron muchos y algunos de los españoles, cuyo número hoy se ignora con el de los prisioneros. Mandó el Gobernador que se ejecutase en ellos ejemplar castigo, el que no habían visto ni experimentado hasta entonces, como fue hacer pedazos en el campo de batalla a muchos y colgar sus cuerpos a trozos por los árboles y caminos…” (2)


Conozcamos otros relatos sobre esta batalla considerada de gran trascendencia para las armas españolas y su posicionamiento dentro del contexto del dominio territorial propio de la conquista, puntualizando el hecho objetivo que en algunos casos se difiere de un relato a otro, consecuencia natural de los distintos tipos de estilo utilizados para la narrativa, de la época en que fueron escritos, y de las fuentes bibliográficas que tuvieron a mano los distintos autores.

Habiendo salido el Gobernador a campaña “…recorrió los campos que se extienden al oriente de Concepción; y habiendo llegado a las orillas del Nivequetén o Laja, cruzó este río por un paso… a corta distancia del sitio en que hecha sus aguas en el caudaloso Biobío. Allí tuvo noticias de la proximidad del enemigo… Eligiendo un sitio que creía favorable para la defensa, se atrincheró del mejor modo posible.

“Por fin la batalla se empeñó en la tarde del 13 de marzo (la fecha corresponde exactamente al 13 de mayo de 1600). Un destacamento español, después de amenazar a los indios, fingió retirarse atrayéndolos a terreno llano; y cargando impetuosamente todo el ejército de Quiñones, consiguió destrozarlos completamente poniéndolos en entera dispersión.”

“Tuvo lugar esta batalla en el territorio que nosotros denominamos Isla de la Laja, a corta distancia en que el río de este nombre se une al Biobío. Quiñones denomina Laguén al sitio del combate, y Alvarez de Toledo lo nombra Yumbelle y Yumbel. La misma denominación le han dado otras relaciones, lo que ha hecho creer a algunos cronistas e historiadores posteriores que el lugar de la batalla está situado al norte del río Laja, aproximadamente donde ahora se levanta el pueblo de Yumbel. Leyendo atentamente a Alvarez de Toledo se comprende que la batalla tuvo lugar después que los españoles, viniendo del norte, pasaran el río Laja, y en un sitio cercano al Biobío, donde existían lagunas y terrenos pantanosos, de que también habla el Gobernador en las relaciones citadas.” (5)

“Con su gente y algunos indios amigos que tenia salió al socorro de las ciudades (del sur, que eran asediadas por los araucanos), y aviendo caminado cinco jornadas se vio venir corriendo a toda carrera a medio día a uno. Y era un mestizo que se avia ido antes al enemigo, y arrepentido se volvió a dar un aviso para merecer alcanzar el perdón de su delito; y era que aviendo sabido el enemigo que venia marchando el campo, lo estaba aguardando con una poderosa junta. Y aviendo sabido de él todo lo necesario, marchó el campo a Yumbel por otro camino para ganar aquel sitio, que era abundante de pastos y a propósito para pelear, y fortificóse el Gobernador de su mano con una gruesa empalizada, tomando un estero por espaldas. Después de fortificados, estubo toda le gente en vela en sus puestos señalados aquella noche, hasta que al dia siguiente vino el enemigo marchando con su caballeria por delante, que era de seiscientos caballos, y tras ellos vinieron dos esquadrones, cada uno de cuatro mil indios, los cuales venian pegando fuego a la campaña, y detrás de ellos, encubierto con el humo, venia otro esquadron mayor ocupando la campaña que el fuego iba abrasando.

“La caballeria del enemigo se subió a un cerrillo que dominaba el campo español, y por hazer burla de él, que es muy ordinario en la arrogancia de estos indios el hazer desprecio de los españoles, o por sacarlos fuera de la estacada, soltaron todos sus caballos a comer a la campaña allí a la vista. El Gobernador, no pudiendo sufrir la desvergüenza y el poco caso que hazian, llevado de sus bríos quería salir luego a embestir con ellos; pero tomando consexo, le templó el Sargento Mayor Pedro Cortés, diciéndole que este enemigo era todo ardides, y que era necesario usarlos también con él y reconocer primero las fuerzas que trahia, que aun no se avian bien descubierto… (hechos los reconocimientos, se traba batalla y el triunfo se inclina por los españoles; los araucanos, por su parte, reconociendo la derrota)… desordenaron sus hileras y echaron a huir. Fueron los españoles siguiendo el alcanze con toda diligencia y corage, cantando victoria, hasta que la obscuridad y frialdad de la noche templó el calor de su enoxo y les estorvó el camino. Usaron de todo rigor con los enemigos sin perdonar a ninguno, dexando en espacio de una legua cuatrocientos y sesenta y tantos cuerpos muertos, sin otros muchos que mortalmente heridos fueron a morir a sus tierras. Y aviendo algunos soldados dado la vida a cosa de diez o doze indios, los mandó quemar vivos el Gobernador en grandes hogueras, diziendo: “dad vuelta a esos asadores y abrasad a esos traidores que tantas vezes an sido traidores a su Dios y a su Rey.

“Fue esta una de las grandes victorias y mas importante de quantas ha tenido la nación española en este Reyno después que se descubrió…

“Al otro día de la victoria marcho el campo con más cuidado y se vadeó a Bio-Bio con algún riesgo del Gobernador, por averle acometido a passar por parte invadeable y ser tan rápida su corriente. De allí, corriendo los llanos de Angol…” (4)

“En las llanuras de Yumbel se encontraron los dos ejércitos. El Gobernador formó el suyo con la infantería en el centro, interpolados los piqueros con los arcabuceros, i cubiertos los costados con la caballería, i en el centro de la infantería coloco 6 cañones de campaña, bien servidos. Paillamacu adoptó la misma formación, i puso su infantería sostenida de la caballería por ambas alas. Fue acometido del Gobernador con aquella ardentía de ánimo, con que se conducía en todas sus operaciones. Hizo en los indios mucho destrozo con las armas de fuego. Conoció Paillamacu el daño i la causa de donde le venia, i avanzó hasta interpelarse con los españoles, i quedan iguales en fuerzas. La arma blanca hizo entonces todo el costo, i también todo el estrago. Peleaban los araucanos con tal denuedo i fuerza, que temieron los españoles ser derrotados. Penetro el Gobernador el riesgo en que estaban, i esforzando la voz con gran presencia de ánimo, mandó a los oficiales que a los soldados que huyesen les quitasen la vida, protestando por la del Rei, pagarían con la cabeza, sino lo ejecutaban. Cerca de dos horas que duró esta sangrienta interpolación de los combatientes, estuvo indecisa la victoria. Echaba menos Paillamacu la mayor parte de sus valientes soldados, i decayó un poco de la valentía con que peleaba, refleccionando, si convendría retirarse. El Gobernador aprovecho este momento, i mandó apretar, i fue tan puntualmente obedecido, que los araucanos volvieron la espalda, i se entregaron a una precipitada fuga, con la que hicieron subir el número de los muertos; pues les fueron los españoles a los alcances i no perdonaron al que se ponía en defensa.

“Contra el común dictamen de los capitanes de su ejército, hizo degollar a todos los prisioneros, que lo fueron aquellos que por heridos no pudieron huir. Dada sepultura a los muchos españoles que perecieron en la función, siguió la marcha. Se dirijia a las tierras de Puchanguí, Millapea, Taboleu i Catirai. Entró abrazando todo el país enemigo a sangre i fuego. Talaba i destruía cuanto encontraba. Pasaba a cuchillo sin distinción de edad ni sexo, igualando su crueldad con la ferocidad de los mismos que develaba. I reforzada la guarnición de la ciudad de Santa Cruz de Coya, regresó a la Concepción, dejando algo intimidados a los indios, que jamás habían esperimentado igual carnicería”. (1)

Los encuentros entre ambos bandos se suceden sin tregua; habiendo sometido medianamente a los araucanos… “El gobernador ejecutaba con aceleración su regreso, y en… las islas de Tavon, que dista seis leguas de Yumbel, se avistó con los enemigos, que se retiraron con alguna presa de ganado mayor y caballos, procurando evadir el encuentro con las tropas españolas…”

Otro choque armado se hace inevitable…”Principióse la batalla con furor incapaz de retención… El Gobernador sin reserva de su persona, con su guardia de veinte y cinco hombres, era de los primeros que se exponía al peligro… Duró dos horas la acción indecisa, hasta que al ponerse el sol, Paillamacu y sus tropas abandonaron el campo de batalla dejándole cubierto de muertos, con alguna pérdida de los españoles… Esta victoria y la de Yumbel las refiere el maestre de campo Pedro Cortés sucintamente en un manuscrito de aquel tiempo que tenemos visto”. (2)

“Intimidados los indios con los horrorosos suplicios que daba el Gobernador a los prisioneros i conociendo eran fuerzas superiores a las suyas, levantaron el sitio de la Imperial, i le dejaron entrar en ella. Mas no bien le hizo Paillamacu volver la espalda, llamándole a la provincia de Chillan, cuando volvieron en número de 10,000 combatientes a repetir el asedio. Impidieron toda comunicación con la ciudad para que no le entrasen víveres, i estrecharon el bloqueo, para quitarles el agua i que estrechados de la sed i de la hambre, se rindiesen sus habitantes, i se entregasen en sus desapiadadas manos.

“Los indios que ya tenían por suya esta presa, sentían perderla, i destacaron un cuerpo de cuatro mil combatientes, para que impidiesen la internación del ejército español. Se situó en las llanuras de Yumbel, i luego que tuvo allí al Gobernador, entró en función con él; pero salieron vencidos con pérdida de 400 hombres, i se retiraron. Volvieron a probar fortuna, i procuraron impedirle el tránsito de los ríos Laja i Biobio; pero quedó siempre victorioso el Gobernador, i entró triunfante en la Imperial. Despobló aquel establecimiento, cuya ruina ví en dos ocasiones i tenia muchas proporciones para mantenerse”. (1)

“Terminó su gobierno D. Francisco Quiñones, el que fue de dos años y tres meses (la duración real de este gobierno fue de un año y tres meses)… Las dos acciones que tuvo y otras victorias de menos monta, detuvieron el torrente de felicidades de esta belicosa nación que iba a inundar a Chile, y los castigos que ejecutó mui a propósito, los contuvo con espanto y horror de la otra parte del río Biobío, en que consistió la salud del reino”. (2)



Gobierno de don Alonso García Ramón (julio 1600 – febrero 1601). Primera administración.


El gobernador Alonso García Ramón “… como tan experto en la guerra de este reino, hallándose atenuado le pareció conveniente mantenerse en la defensiva, para cuyo efecto se acampó en la ribera de Biobío a tiempo que llegó a su noticia que Quelantaru con seis mil hombres quería hacer oposición e irrupción en el territorio de la ciudad de San Bartolomé de Gamboa, y para más cómodamente obstar la sorpresa destacó algunas tropas, que vinieron a alojar a Yumbel y se atrincheraron en un ventajoso terreno; y habiendo este valeroso bárbaro prevenido la idea de su designio, que era en caso de que la fortuna se le mostrase favorable, internarse por el reino y procurar sublevar a los indios encomenderos que se mantenían pacíficos… terminó el gobierno de Alonso García Ramón, que duró seis meses…” (2)



Gobierno de Alonso de Ribera de Pareja (febrero 1601 – marzo 1605) Primera administración.

“Halló el gobernador a los indios insolentes y obstinados… y se resolvió a adelantar las armas y ordenó se construyese una ciudadela en Buena Esperanza con el fin de que después diremos, y en el territorio de Yumbel la de Santa Lucía; y viendo cuan necesario era el tránsito del río Biobío para las provincias de Arauco y Tucapel, reedificó el fortín de la Candelaria…”

“El gobernador Rivera, se manifestó muy económico de la real hacienda… puso en Buena Esperanza una cabaña de ovejas para el apero que allí estableció de trigos y cebada…”

Luego de incursiones al sur del Biobío, por las cuales los araucanos se refugiaron en los montes, “…se sacó sólo el fruto de que algunas familias de indios se sometieran al dominio español y se acimentaran en Talcamávida… cuya inalterable lealtad ellos y sus descendientes han guardado a los españoles por ciento cuarenta años… pues han sacrificado sus vidas por la fidelidad a los españoles, y muchos de los que de presente (1740) subsisten en San Cristóbal, Colcura, Nacimiento y Santa Juana, son ramas de tan generosos troncos y se mantienen con plazas de soldados”. (2)

“Cuando ya entraba el invierno regresó a la Concepción (1602). Descansaron las tropas en toda aquella estación, i venida la primavera volvió a campaña por la tierra de los llanos. Tomó la ruta por Yumbel, levantó la plaza de San Felipe de Austria, i en Guilquilemu edificó la de Buena-Esperanza, i dispuso que en su distrito se hiciesen grandes sementeras de trigo i cebada para abastecer el ejército con poco costo. De allí se trasladó a la isla de la Laja, i construyó la del Nacimiento en la parcialidad de Santa Fé, sobre la ribera meridional del Biobio. Atravesó este río por Negrete, i corrió todo el país subandino. Dio la vuelta por los distritos de Quecheregua i Purén, llevando por aquellos países todo el rigor de la guerra. Muchos indios, estrechados de la necesidad en que los ponía la terrible hostilidad con que eran oprimidos, se dieron a partido. No tuvo dificultad en admitirlos con las condiciones de mudar de residencia, i establecerse en parajes inmediatos a las colonias españolas, i de servir en la guerra, percibiendo un moderado sueldo para subsistir. Entraron por estos partidos, i hasta hoi subsisten sus descendientes en las lagunillas de San Pedro, Colcura, Santa Juana, Talcamávida, San Cristóbal i Santa Fé, que fueron los territorios señalados.

“Se dejó ver por la parcialidad de Catiray, donde residían los enemigos bajo la dirección de Huenucura que se metió en los montes de Nahuelbuta i se daba por satisfecho observando a los españoles, por ver si lograba la oportunidad de un descuido, como el que le presentó la fortuna a Paillamacu i Pelantaru. Reedificó las plazas de la Trinidad, del Espíritu Santo i San Jerónimo, i las puso con todos sus distritos a las órdenes del famoso Pedro Cortes, que ya era coronel, con orden de fijar su residencia en la primera, para que sujetase todo aquel país hasta Purén con un escuadrón de caballería que le dejó.

“Volvió el Gobernador a la ciudad de la Concepción, i estuvo pocos días en ella, porque se trasladó a la capital para dejarse ver en los países septentrionales de su gobernación (1603)”. (1)


Verano de 1603: El Gobernador Alonso de Ribera, “Persuadido de las pequeñas ventajas alcanzadas en su última campaña… se contrajo a regularizar en ella (Provincia de Concepción) el orden y la tranquilidad para que sus pobladores pudieran consagrarse de nuevo a sus trabajos industriales. Fomentó al efecto la crianza de ganados y los cultivos en la llamada Estancia del Rey (Rere), en las cercanías de Yumbel, y atrajo a Concepción algunos artesanos…” (5)


1604: “Salió el Gobernador a hazer la guerra y pasando a Biobio hizo un fuerte en el vado de Chepe, camino real de Arauco, sobre el mismo rio, como antes avia intentado, para ataxar aquel paso de el enemigo y asegurar el pasage del exercito para ir siempre que quisiesse al estado de Arauco y dióle nombre San Pedro de la Paz, como fuerte que hasta ahora (aproximadamente 1673) se ha sustentado en ella de la otra banda del rio. Desde este puesto envió a su hermano, capitán de una compañía de a caballos, con titulo de cabo de los fuertes de Yumbel y Buena esperanza, con orden que Albaro Nuñez vaxasse con su compañía y cien indios a verse con él.

“Aviendo imbernado en Santiago el Gobernador, subió a la guerra por la primavera con ciento y sesenta caballeros de Yumbel, a donde plantó un fuerte, dexó en él a treinta españoles infantes y cincuenta de a caballo a cargo de el Capitán Martín Muñoz, cuya muger vino de españa a buscarle despues de cuarenta años que avia que la avia dexado por servir al Rey en esta guerra.

“Aviendo assentado las pazes de Tucapel los provincianos de Angol con los de Puren y Chichaco y los que moraban en la cordillera, por el daño que en las poblaciones del este avian recevido, y tener muchos parientes en prisión entre los Coyunches, determinaron juntarse y acometer a la escolta de Yumbel, y así, por un parlamento animoso que Naguelburi les hizo como fautor de esta junta y toqui general, tomaron las armas y saliendo a este effecto reconocieron la escolta que del mismo fuerte de Yumbel salia a hazer yerba, y aviéndola reconocido dexaron a los españoles desenfrenar los caballo y descuidarse con dos emboscadas que en dos lugares les echaron. El teniente Christoval Delgado, que con treinta y seis españoles avia salido por orden del capitan Martin Muñoz a hazer la escolta, no advirtió en que los soldados llebassen las cuerdas (de los arcabuces) encendidas, descuido grande suyo y de ellos. Y aviendo reconocido el sitio donde se avia de segar, repartió el Teniente la gente y aviendo desenfrenado los caballos descubrieron los batidores las emboscadas y dieron aviso. Recogió el teniente la gente de la escolta, y el enemigo con unos pocos acometió el vagage, y el teniente con el sargento mayor Luis Navarrete, dándoles un Santiago y derribando cada uno a los primeros botes de lanza un indio, los hizieron retirar mas de dos cuadras, y a tener cuerdas encendidas ubieran alcanzado una buena victoria. En esto una manga del enemigo cortó a unos pocos caballos de los españoles que estaban apartados del vagage, y acudiendo a defenderlos el dicho Teniente, los emboscados que tenían disimulados por un lado les tomaron las espaldas con el ardid que suelen, y le cortaron por tantas parte que le degollaron veinte y nueve españoles y los demás se escaparon huyendo. Salió el capitán Martín Muñoz del fuerte al arma, y no pudiendo reparar el daño, avisó de este caso al gobernador, el qual despachó al Maestro de campo y al capitán Pedro Chiquillo con la gente sufieciente a que puestos en aquella frontera castigassen al enemigo y peleassen con él reparando el movimiento que esta desgracia podia causar en Tucapel, que una victoria de estas suele ser motivo de alzamientos. Hizieron una maloca en Puchanqui, en que se cogieron treinta piezas (prisioneros) por desvelar al enemigo…” (4)


1605: “…Los indios del valle central, esto es, de Angol y de Mulchén, evitando los fuertes del Biobío, atravesaron el río de la Laja y fueron a colocarse cautelosamente en las cercanías de otro fuerte, que los españoles tenían en Yumbel. Antes de mucho tiempo pudieron dar un rudo golpe a la guarnición que lo defendía. El 28 de enero de 1605 salieron del fuerte cuarenta españoles y algunos indios de servicio a cortar en las inmediaciones el forraje necesario para sus cabalgaduras. Nada les hacía prever la cercanía del enemigo, cuando de improviso se vieron atacados en los momentos en que se habían apartado de sus caballos, y en que estaban más desprevenidos para la defensa. El combate fue una verdadera carnicería. Veinticinco españoles quedaron muertos en el campo, y tres fueron tomados prisioneros. Los que lograron llegar al fuerte de Yumbel, volvieron desconcertados y cubiertos de heridas; y cuando salieron tropas de refresco en persecución de los indios, ya estos se habían dispersado de manera que fue imposible darles alcance.”

La venganza no se hace esperar. El Gobernador Ribera “…Sin tardanza despachó a su maestre de campo Pedro Cortés con treinta soldados para que fuese a castigar a los indios de Angol y sus cercanías.”

El relato del maestre de campo Pedro Cortés nos refiere: “Llegando allí (territorios de la frontera), saqué gente de los tres fuertes (Nuestra Señora de Hallé, Nacimiento y Santa Fe); y pasando el Biobío, fui haciendo la guerra a la tierra del cacique Nabalburí, que fue el que había hecho este daño, y le desbaraté en una borrachera en que estaban gozando de su victoria, y le maté sesenta indios y tomé mucha gente de mujeres e hijos, y él se escapó a gran ventura por una quebrada.” (5)


El padre Luis de Valdivia

Invierno de 1605: “El virrei dio al Padre Luis (de Valdivia) la instrucción de lo que debía hacer, i con ella salió para Chile en compañía del Gobernador Alonso García Ramón (1605). Desembarcó en el puerto de la Concepción i comenzó a poner en práctica su comisión. Celebró junta con los caciques de paz, i les dio a entender la merced que el monarca les hacia, el perdón jeneral que les concedía, i los medios que les proporcionaba i meditaba para su quietud i pacificación.

“Se trasladó a la parte del sud del Biobio para la plaza de San Pedro, i allí celebró otra junta con los caciques de las Lagunillas i con todos los de aquellas inmediaciones, para hacerles saber las órdenes del reí i las condiciones que se les ponía para su quietud. En los ratos de tiempo que tuvo desembarazado, tomó por descanso predicar a los españoles de aquella plaza i oír algunas confesiones. De aquí siguió su viaje para Arauco, i de camino redujo al catolicismo a una india de 80 años, que se hallaba cercana a la muerte, la bautizó, i se detuvo un día que tardó su conversión en pasar a la eternidad. Llegó al estado de Arauco, i en Lebú habló con todos los caciques de aquellas parcialidades, i lo mismo practicó en Paicaví con los de Tucapel, pero no se atrevió a pasar mas adelante, porque los de Purén no admitían tratos de paz, i en todo se remitían a las paces. Mas con todo por medio de los caciques de Ilicura les comunicó la noticia de su comisión, i regresó a la plaza de Arauco”. (1)

“El Padre Luis de Valdivia que andaba en el campo predicando… passó por Catiray al fuerte de Nuestra Señora de Hali, donde dixo misa y predicó a los soldados. Allí el hijo del capitan Ortiz de Atenas, jugando a los naipes lo que tenia, dixo, despues de aver perdido, que no queria pasar a Yumbel, donde el Padre queria ir, porque estaba mohíno de aver perdido, y pasando el Padre a Yumbel se quedó este mozo en aquel fuerte, y dio despues de tres dias la vuelta con cartas (correo) al Estado de Arauco, y en los caminos reales de Cunipulli halló a los indios amontonados y esperando al Padre con mal intento, para matarle, según se presume por lo que hizieron con este mozo, y que harian lo mismo con el Padre, a quien habian dado las paz de Judas. Cogieron a este mozo y diéronle una muerte cruel, cortándole pedazos de sus carnes vivo, las cuales se comian asadas y crudas. Quando el Padre Valdivia volvió de Yumbel y supo en Catiray el triste suceso, tubo grande pena y no passó por entonces a Arauco, hasta que despues el autor de la vida, que le guardaba para grandes cosas, le abrió camino seguro para que passase y le libró por entonces de aquel peligro.” (4)

“Hizo el P. Luis la mediación que se le pedía; accedieron los caciques de Conupulli a su súplica, i se amistaron con los de Taboleu, i meditando su Reverencia sería conveniente al desempeño de su comisión pasar al fuerte de Catiray, les pidió salvo conducto para verificarlo por sus tierras, que también le concedieron. Pero no estuvieron de buena fe con su Reverencia, porque puesto en Taboleu, a persuación del coronel Cortes varió de dictamen, i marchó para la plaza de Yumbel, contentándose con escribir al capellán del fuerte de Catiray, para que le desempeñase su comisión con aquella parcialidad, i el correo, que fue el joven que lo acompañaba halló a los indios de Conupulli armados en el camino que conduce de Taboleu a Catiray, i le quitaron la vida con prolija crueldad, i dio mérito a persuadirse que intentaban hacer lo mismo con el P. Luis.

“De la plaza de Yumbel volvió su Reverencia al estado de Arauco; dio allí última mano a su comisión, i regresó al Perú a dar cuenta de ella al virrei con relación de lo que notó i observó en la guerra de Chile tanto en esta ocasión como en el tiempo que haciendo misiones corrió por toda la tierra conquistada.

“Oído el P. Luis, hizo el virrei varias juntas de real acuerdo, i un consejo de guerra de personas esperimentadas, para conferenciar el modo de cortar en Chile la guerra que tanto se iba dilatando, i el rei deseaba se concluyese. Espusieron su dictamen y resolvieron, convenía que el mismo P. Luis pasase a la corte a poner en la real consideración los mismos informes, que acababa de dar a su excelencia. Este dictamen se puso luego en ejecución, i se pasó oficio a su provincial para que al P. pusiese precepto de obediencia para que admitiese este encargo. Así se hizo, i se embarcó su Reverencia en el puerto del Callao para el de Panamá, siguiendo su viaje para estos reinos, adonde aportó con felicidad, i fue benigna i gratamente oído del soberano (1606)”. (1)

El gobernador Alonso de Rivera… “construyó muchas poblaciones, fortificándolas y guarneciéndolas según su situación y urgencia, las cuales fueron: Buena Esperanza, San Rosendo, Nuestra Señora de Alé, donde se junta el río de la Laja con el Biobío, el de Santa Lucía (Yumbel), el de Nacimiento… y algunas atalayas, como el rey mandó se pusiesen: mudáronse algunas y mejoráronse otras, lo que ocasionó confusión”. (2)



GOBIERNO DE DON ALONSO GARCIA RAMON – (MARZO 1605 – AGOSTO 1610). Segunda administración


1606: “Todo el invierno i primavera se mantuvo en la Concepción, disponiendo los negocios públicos, i tratando i conferenciando el asunto de poblaciones, sobre que hubo variedad de opiniones, como acontece siempre que los negocios se consultan con muchos. Unos proponían la utilidad de poblar las ciudades que establecieron los Gobernadores don Pedro de Valdivia i don García Hurtado de Mendoza. Otros discurrían que no convenía alejar las poblaciones hasta Valdivia, Osorno, difíciles de socorrer por la distancia, i votaban por la reedificación de la Imperial i ciudad de los Infantes.

“Con este dictamen se conformó el Gobernador, pero quiso adelantar antes algunas fortificaciones para asegurar sus territorios. Salió con un grueso cuerpo de tropas, i atravesó el Biobio por el fuerte de Monte-rei, para incorporar en él al maestre de campo con la columna que tenia a sus órdenes. De allí dirijió la marcha hacia Tabaleu i Catirai. Despobló las plazas de la Trinidad i Espíritu Santo, i reedificó la de Angol. Se internó hasta el rio Tolten, i sobre la ribera del de Lepe levantó la plaza de Boroa (1607), que dejó guarnecida con 300 españoles a las órdenes del maestre de campo don Juan Rudolfo Lisperger, para que hiciese correrías sobre aquel país, i él pasó a. las parcialidades de Maquegua i Tub-tub hasta las tierras sub-andinas por el rio Taboi.

“Pero los indios de la parcialidad de Misgui (Misque), confederados con los de Tomeco, Quinel i Guambalí, conducidos de su capitan Misgui le desbarataron todas sus ideas. Aprovecharon éstos el abandono que advirtieron en la necia imprudente confianza del comandante de la plaza de San Fabián, i dispusieron sorprenderla, i salieron con ello. Una noche le pusieron fuego por todas partes, i pasaron a cuchillo los que perdonaron las llamas. Todo lo destruyeron i perecieron 400 personas, que componían su guarnición i vecindario.

“Esta desgracia hizo que el Gobernador dejase a los que reciden en la parte meridional del Bio-Bio, por ocurrir al castigo de los que habitaban al norte-del río Laja. I se deja entender cuanto le irritaría la crueldad ejecutada con los habitadores de la plaza incendiada, pues le obligó a olvidar su natural mansedumbre i bondad, i asoló toda aquella comarca, sin que la edad que no podía tomar las armas, le mereciere compasión.

“Castigados estos rebeldes, regresó a la ciudad de la Concepción, mas no pudo permanecer en ella muchos días porque Ayllavilu con un escuadrón de valientes araucanos, venció i desbarató el de los españoles, mandados por el maestre de campo Alvaro Núñez de Pineda i Bascuñan, que se hallaba levantando un fortín en Chicaco. Perecieron en esta función muchos famosos españoles i uno de ellos fue el capitán Villarroel”. (1)




Carta del gobernador Alonso García Ramón al Rey de España desde la Concepción, fechada el 12 de abril de 1607.


“Por diversas vías después que llegué á este reyno he dado á Vuestra Majestad entera y verdadera relación del estado de las cosas… sobre el río de Viovio la tierra de adentro está el fuerte de San Pedro…nueve leguas desta ciudad (Concepción) la tierra á dentro está un fuerte (Rere) con treinta soldados do se hacen grandes sementeras por cuenta de V.M.; tres leguas de esta estancia está la ciudad de Monterey sobre el rio de Viovio do asisten ochenta y cuatro, sobre el mismo rio tres leguas mas arriba está el fuerte del Nacimiento con cincuenta hombres y con sesenta está otro fuerte el propio rio arriba hacia la cordillera, cinco leguas del referido ó cerca del se ha de poblar la ciudad de Angol y en medio de estos fuertes en otro que llaman Santa Lucía (Yumbel) asisten ciento y veinte soldados de a caballo y cincuenta infantes que acuden al reparo de todo, deste fuerte está doce leguas la ciudad de Chillán…” (6)



Desde el Estero Vergara, a 9 de marzo de 1608, escribe el mismo García Ramón al Rey.

“Manda V.M. no haya en los campos más que un capellán mayor y dos capellanes y respecto que hay muchos fuertes y ciudades que de presente no pueden sustentar sacerdotes…y por acuerdo de la Real Audiencia de los Reyes se pagan al presente sin poderse escusar los que aquí referiré.


Uno en el campo que yo traigo que es el capellán mayor, otro en el campo que anda en los estados de Arauco y Tucapel y toda la costa…otro en monte rey de la frontera y estancia de V.M. (Rere) donde asisten ciento veinte y ocho hombres, otro en los fuertes de Yumbel, Nacimiento y nuestra Sra. del Rosario donde hay trescientos y treinta y tres…” (6)


Carta al Rey de España del Dr. Gabriel de Celada, oidor de la Real Audiencia, fechada en Santiago de Chile a seis de enero de mil seiscientos diez.

“En cumplimiento de la merced que V.M. fue servido hacerme mandándome proveer en una de las plazas de oidor de esta Real Audiencia… así daré cuenta a V.M. de todas las cosas del reyno y sus poblaciones y pobrezas conforme a lo que he visto… teniendo como V.M. tiene junto á los fuertes primeros de la guerra dos extancias. La una de sementeras de trigo y las otras de bacas que se poblaron en el tiempo del gobernador Alonso de Ribera…

“La otra estancia de sementeras de trigo y cebada (Rere) tan poco tiene V.M. costa que sea considerable por que las tierras son de V.M. y los bueyes con que se labran se sacan de la extancia de las bacas y los que los benefician son soldados que tiran sueldos con algunos indios á los cuales no se les dá mas que la comida respecto de lo cual y de la fertilidad con que acuden en este Reyno las semillas es muy poca la costa que á V.M. le puede tener cada fanega de trigo y cuentasele al pobre soldado á treinta y dos reales y á diez y seis la de cebada.

“Los presidios y fuertes que hai de la gente de guerra son doce, el fuerte de Paicavi… el de Yumbel… el de la estancia de V.M., el fontero de esta vanda. Cuyos edificios son tan solamente unos corrales de tapias con unos aposentos dentro de ellos en que se recojen los soldados y algunos de estos fuertes no son de tapias si no de maderas y empalizadas con sus chosas sin que en ellos asista otra gente mas que los soldados de sueldo de V.M.”. (6)



Gobernador Luis Merlo de la Fuente Ruiz de Beteta (sept. 1610 – enero 1611).


“Muerto el gobernador Alonso García Ramón, el año 1610, y a los cinco años de su gobierno, entró de gobernador el Dr. Luis Merlo de la Fuente, de breve gobierno.

Desde la Concepción “…Llegó el gobernador a la plaza de Levo, de donde salieron varios destacamentos para hostilizar el país enemigo, todos con suceso; pues trajeron muchos y generosos caballos y prisioneros de ambos sexos, y hasta veinte caciques y personas de excepción. Por la frontera de San Felipe (Yumbel) se ejecutaron las mismas sorpresas con igual fortuna, lo que causó singular celebridad en el reino”. (2)

“Salió entonces el gobernador a campaña con 800 españoles i 900 ausiliares, (noviembre de 1610). Entró por el estado de Arauco, donde la rebeldía tenia puesta su silla… Hicieron buena presa de caballos, i volvieron con 20 capitanes araucanos, i otros muchos prisioneros.

“Por la tierra de los llanos hacía las mismas correrías i con igual fortuna, el sarjento mayor Miguel de Silva. Pero todo el peso de la adversa fortuna en la repetición de estas desgracias i pérdidas no era bastante para retraer al animoso Ayllavilu, que fortificado en el lago de Lumaco ellas mismas le hacían mas constante esperando llamarse feliz i dichoso alguna vez. El Gobernador creyó ser ya tiempo de buscarle. Con este Mínimo salió de la capital, i para ponerlo en ejecucion se mantuvo en Lebú i Tucapel, entreteniendo el tiempo en correrías, i dando lugar a que se reformase la remonta de su caballería. Mandó que el sarjento mayor se uniese con el de Purén, llevando consigo la tropa de que se componía la guarnición de la plaza de Yumbel.

“Unido el ejército, dio la orden de marchar a la ciénega de Lumaco. No faltaron quienes le representaran los riesgos de la empresa por la multitud de enemigos valientes i diestros en el uso de las armas, i por lo ventajoso del sitio, que no podría obrar en él la caballería.

“Conoció Ayllavilu la resolución del Gobernador i destacó un grueso escuadrón de soldados aguerridos, que le disputasen la entrada. Pelearon éstos con desmedido valor pero muertos sus mejores capitanes volvieron la espalda i avanzó el ejercito español. Avisado el jeneral araucano del mal suceso de aquel destacamento, envió otro mas numeroso, que no tuvo mejor suerte, i se retiró precipitadamente, pero al momento estuvo un poderoso cuerpo sobre los españoles, i viendo el Gobernador aquella inundación de bárbaros, dijo, con denuedo «No quiere Ayllavilu que llegue donde está parece que irme teme.»

“Vencido este tercer trozo de los enemigos arrollados a punta de espada, se abrió paso el Gobernador i al medio día llegó al centro de la ciénega, peleando con tanto vigor como si no hubiera comenzado la batalla en el día. Por si mismo hizo aquí Ayllavilu la defensa. Furiosamente combatieron los dos ejércitos i duró mas de tres horas aquella última i sangrienta función, que sin duda hubiera durado hasta la noche, si no hubiera muerto el valeroso Ayllavilu… Cerca de mil indios perecieron en esta empeñosa función, en que hubo cuatro batallas mui reñidas. Dispuso el Gobernador se quitase la vida a los prisioneros que se reconocían tenaces mantenedores de la guerra, i que sus cabezas fuesen colgadas en el mismo elevado roble, donde tenían puestas las de los capitanes Sánchez i Araya, que degolló Ayllavilu en Tolpan.

“El Gobernador salió victorioso del lago, i corría por el país enemigo, llevando por todas partes los horrorosos estragos de la guerra pero le cortó su carrera la noticia de haber llegado a Chile el Gobernador nombrado por el virei. Retiró el ejército a los fuertes de Yumbel i Arauco, i se restituyó a la cuidad coronado de la brillante victoria que se ha referido. En cerca de cinco meses que gobernó a Chile, se acreditó de sobresalientes talentos militares e sabia i prudente conducta para los negocios políticos i de la paz”. (1)



GOBERNADOR DON JUAN JARAQUEMADA (ENERO 1611 – MARZO 1612)

La Guerra Defensiva (1611)

“Deseoso el Rey Nuestro Señor Felipe Tercero, el Pio, de que se acabasse una guerra tan prolixa, qual era la del reyno de Chile… manda que (a los araucanos) se le traten medios de paz y suabidad; que se les quite el servicio personal, que tanto les irrita y tantas rebeliones causa; que los dejen vivir libres en sus tierras, y que los españoles se estén en las que han ganado, y se haga raya (frontera) entre las unas y las otras, y que la guerra sea defensiva no mas… que solamente entren los predicadores evangelicos (sacerdotes) en las tierras de los indios. Y para tratar estas pazes envía su Majestad al Padre Luis de Valdivia, de la Compañia de Jesus, lector de Theologia, con grandes poderes…

“Por enero de 1611 llegó a Valparaíso el nuevo Gobernador Juan Jaraquemada… (el gobernador saliente Dr. Luis Merlo) embió delante al Maestre de Campo Pedro Cortés a entregarsse del exercito… y se trataron los dos gobernadores con muchas cortesías y familiaridad en Yumbel, donde se vieron, y a los dos dias se despidió el Dr. Luis Merlo de la Fuente y se fue a Lima a servir su plaza de Oydor mas antiguo.

“Repartió en Yumbel el Gobernador los soldados que traia en las compañias y de una hizo capitán a su sobrino don Diego Jara. Comenzó luego por Febrero la Conquista con diferente estrella… Hizo varias consultas de guerra en Paicabi… Consultó si seria bien hazer alli plaza de armas… Que aviendo estado en el tercio de Yumbel, reconociendo toda la tierra y venido a aquella plaza… y assi, decidió que la cabeza avia de ser Paicabi, donde era fuerza poner todo el conato de la guerra…

“Tardóse tanto en salir a campear… que pudo el enemigo entrar hasta Monterrey, y saliendo el Capitan Timiño que guardaba el fuerte con solos catorce soldados… acometiendole el enemigo con cien caballos le mató a él con todos sus soldados casi a las mismas puertas del fuerte… El Gobernador, que del mal de yjada (cadera, cintura) que de ordinario le daba estaba afligido… salió con todos sus capitanes a Yumbel a ver si podía remediar el daño, y no pudo hacer nada, que ya el enemigo avia ganado mucha tierra…” (4)


En una extensa carta escrita por el gobernador Luis Merlo de la Fuente a su sucesor don Juan Jaraquemada, del 19 de febrero de 1611, le entrega “Avisos y advertencias… para que mejor sirva al Rey vuestro señor”. El escribano certificó después que este escrito fue remitido a su sucesor en la orilla del río Claro a una legua del fuerte de Yumbel. (6)

Verano de 1612. “Bajó el Gobernador al sitio del despoblado del fuerte de Jesus y considerando el buen terreno y de cuanta importancia era allí un fuerte para freno del enemigo, le volvio a poblar… y se retiró a Yumbel, porque la caballeria por estar fatigada de campear, necesitaba de algun descanso. Fortificó también allí un fuerte que estaba flaco…” (4)


1612. Provisiones del Virrey del Perú don Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros.


“Don Juan de Mendoza y Luna, Marques de Montes Claros, Virrey del Perú, tierra firme y Chile, etc.

“Otrosí: por cuanto avemos entendido la multiplicación que ay en el exercito de sargentos mayores, de tal manera que cada fuerte ay uno con ese título… mandamos que solamente quede la de sargento mayor del Reyno con dos ayudantes…

“Otrosí: supuesto que tenemos ordenado por nuestras provisiones que para la guarda de las fronteras de Chile, demas de la guarnición de los fuertes haya dos campos sobresalientes, uno en las provincias de Cayuguano y Yumbel y otro en los estados de Arauco, declaramos que el uno haya de estar a cargo y ser gobernado del Maestre de campo, y el otro de el sargento mayor, y todos a orden de el Gobernador y Capitán General…

“Otrosí: … en el fuerte de Yumbel aya un alferez reformado con el sueldo de tal, el que tenga a su cargo el dicho fuerte con cuarenta soldados que en él ha de aver, y se encarga al Gobernador le elija de satisfacción porque aunque la mayor parte del tiempo haya de assitir el campo en aquel fuerte en las ausencias que hiziere, corriendo su distrito, tenga aquello el cobro que conviene… Y que en la estancia del Rey, llamada Buena Esperanza, y en el fuerte de San Pedro, para el pasage de la chata, ponga el Gobernador dos cabos de escuadra con el sueldo de tales, que sean cabos de los soldados que allí están señalados, y acuden a los demas ministerios.

“Fecha: en los Reyes (Lima, Perú) en veinte y nueve de marzo de mil y seiscientos y doze años. El Marques de Montes Claros. Por mandado de el Virrey, Don Alonso Fernandez de Córdova, Secretario de Camara y de Gobernación.” (4)


Otra provisión del Virrey del Perú.

“Don Juan de Mendoza y Luna, Marques de Montes Claros, Virrey del Perú, tierra firme y Chile, etc.

“En orden al asiento de la guerra defensiva y en virtud de los poderes que tiene de su Majestad, acordó lo siguiente:

“Que atento a que el fuerte de Angol, que levantó el Gobernador Alonso Garcia Ramon, y últimamente está reedificado por el Gobernador Juan Jara Quemada, se fundó con intento de continuar la guerra, eligiendo aquel sitio como el mas a proposito para ir entrando la tierra adentro… y el asistencia de la gente de guerra en aquel fuerte era muy trabajosa, particularmente en imbierno… no aviendo, como no hay, indios en aquel puesto reducidos de paz, para cuyo amparo sea necesario conservarlo, porque para los demas intentos referidos es mas a proposito y sin ninguno de estos inconvenientes el sitio y fuerte de Yumbel, y el dicho fuerte de Angol se desmantele, retirando la gente y repartiéndola en los demás fuertes y puestos que iran declarados.

“Iten: que el fuerte de Yumbel se conserve por ser el sitio a propósito y fértil de yerba para las imbernadas de la caballería, que por estar en parte cómoda podrá acudir con igual a las necesidades que se pudieran offrecer. Y porque se ha entendido que su fábrica no es como conviene, por ser hecho de estacas y madera, el Gobernador le haga fabricar de nuevo con mexores materiales y capacidad necesaria, supuesto que uno de dos campos, que han de andar sobresalientes, ha de tener alli su continua assistencia.

“De manera que caminando de este a oeste han de quedar y tenerse por frontera y raya de la guerra los siete fuertes: Cayuguanu, Yumbel, santa Fe, Nacimiento, Monte Rey, San Gerónimo y Arauco, y los tres primeros de la banda de el norte del Biobio y los cuatro últimos a la del el sur de dicho rio.

“Assimismo se pondrán quince soldados en la estancia de su Majestad, por otro nombre Buena Esperanza, porque alli assista en guardia de los almacenes y cosechas de la dicha estancia…

“Y que atento a que ay al presente mil y quinientos soldados efectivos en el Reyno… asista en el sitio y fuerte de Yumbel con ciento y cincuenta caballos, y en ambos el numero de soldados de infantería que al Gobernador le pareciere, hasta ocupar el de los soldados que actualmente lleban sueldo en el dicho exercito… Fecha en la ciudad de los Reyes en veinte dias del mes de mayo de mil seiscientos doce años. El Marques de Montes Claros.- Por mandado de el Virrey, don Alonso Fernandez de Córdova, Secretario”. (4)



GOBERNADOR ALONSO DE RIBERA, SEGUNDA ADMINISTRACION (MARZO 1612 – AGOSTO 1617)

“Decretada la guerra defensiva, conceptuó la corte no necesitasen los dos mil soldados de que se componía la tropa veterana del ejército de Chile, i dispuso el Soberano por su real cédula dada en Madrid a 8 de diciembre de 1610, se pusiese sobre el pié de 1600 plazas. En obediencia de la real disposición, suprimió el Gobernador cinco compañías de infantería, i quedó el ejército con diez de esta clase, siete de caballería, i la de capitanes reformados. Esta sirvió siempre de guardia al Gobernador. Con las de infantería guarneció las plazas de la línea hasta que el virrei le envió 250 españoles para completar las compañías en el número de su dotación. Las de caballería formaron un campo volante, que batiese la ribera septentrional del Biobio, para obviar las incursiones de los indios, que de la soberbia de Ancanamun debían esperarse poderosas i frecuentes.

“Nada se detuvo el Gobernador en la ciudad de la Concepción. Evacuó todas las plazas situadas en la parte meridional del Biobio, i las trasladó a la septentrional. Puso en Negrete la de San Francisco de Borja, que se comunicaba con la de Nacimiento. Estableció otra en la confluencia del río Guaque con el Biobio, i dos mas en la unión de éste con el de Laja, dedicadas a nuestra Señora de Alé i a San Rosendo. Levantó otras dos en Curihuillin i Talcamávida. Pobló la de San Felipe de Austria en Virquenco, i reforzó las guarniciones de Santa Lucia i Buena Esperanza.

“Con este cordón de plazas i la caballería que rondaba por toda la ribera del Biobio estaba de algún modo resguardada la línea. Más esto no era bastante para impedir las hostilidades. El famoso partidario Loncotehua, que sucedió a Ayllavilu, la forzó muchas veces, haciendo lances al campo volante. Entraba por las fronteras de Santa Lucia, i por la de San Felipe, i en una noche las hostilizaba, quitaba ganados devastaba las estancias mataba i cautivaba españoles sin que se le pudiese castigar su osadía en virtud de la órden para la guerra defensiva que se mandaba observar estrictamente. Cuando llegaba a noticia del maestre de campo, que mandaba el campo volante, i salía contra Golcolehua, era tarde; ya le hallaba a la parte austral del Biobio, que no era lícito pasar, i regresaba impune a su pais”. (1)


“… los españoles, mal sufridos de tantas entradas, trataron de hazer tambien otras a tierra de guerra, aunque contra el orden y mandatos de su Magestad, sacó el sargento mayor orden del Gobernador y embió a Christoval de la Cueva, lengua (intérprete, traductor) de los indios, con todos los amigos de Yumbel a los Quechereguas, que eran los que mas entraban a hazer estos daños, y corriendo sus tierras cogió al cacique Paillaguala y a su padre, que eran los mayores caciques del valle, con siete caballos y veinte piezas, los seis varones. No bastó hazerles esta entrada para que se refrenassen, porque el mismo dia que los nuestros entraron victoriosos con esta buena presa, entraron algunos de a pie hasta el fuerte de Yumbel y se llebaron diez caballos. De estos ladroncillos no faltaban, porque de seis en seis y de ocho en ocho, hazian sus entradas de trasnochada y se llebaban los caballos que hallaban mal acomodados y las indias y yanaconas desmandados”. (4)

1615: “… mandó el Gobernador hacer este año de 1615 algunas cinco entradas a tierras de el enemigo… Y assí entró el Sargento Mayor Xines de Lillo en Chichaco con el campo de Yumbel de doscientos y cincuenta españoles y quinientos amigos, y captivó ochenta y tres piezas, mató diez indios, y entre ellos dos caciques principales, el uno llamado Guenucheo y el otro Quiñeguala, y cogió cantidad de caballos y mil ovexas de la tierra y de Castilla…” (4)


“…El ejército permanente, dividido en dos grandes cuerpos que tenían sus cuarteles centrales uno en Arauco y el otro en Yumbel, sufría bajas constantes…por las enfermedades y la deserción”. En correspondencia del Gobernador Alonso de Ribera de Pareja al Rey, de fecha 13 de abril de 1615, dice:”…que en esos mismos días se habían fugado otros (soldados) de Yumbel”. (5)


Don Alonso de Rivera “… gobernó cinco años y murió el de 1617”.



GOBERNADOR FERNANDO TALAVERANO GALLEGOS (MARZO 1617 – ENERO 1618)

“Subió (el gobernador) luego a las fronteras y visitólas por mayo de 1617, y en ellas y en todas las reducciones, mayormente en el Estado de Arauco y Yumbel, habló a los toquis y caciques con grande afabilidad y amor, llebando en su compañía al Padre Luis de Valdivia…”

“Crecía con esta paz y quietud la semilla del Santo Evangelio y el fruto que el Padre Luis de Valdivia y sus compañeros hazian en las almas y conversión de los indios de paz. Y assí en las fronteras de Arauco como en las de Yumbel fueron mas de ocho mil los baptismos de indios infieles que los padres hizieron, casándolos a la ley de bendición y reduciéndolos a oir la doctrina christiana…” (4)



GOBIERNO DE DON LOPE DE ULLOA Y LEMOS (enero 1618 – dic. 1620)




“La primera impresión que acerca del estado del reino recibió el Gobernador, fue sumamente desfavorable. En esos mismos días llegaba a Concepción la noticia de que una junta considerable de indios preparaba un ataque contra el campamento central de Yumbel, y se hizo indispensable el enviar un destacamento de tropas para atender a su defensa…El ejército que entonces había en Chile ascendía a 1.415, distribuidos en los dos acuartelamientos de Yumbel y Arauco y en la guarnición de los fuertes. (5)


1619: “Este mismo año le vino al gobernador don Lope de Ulloa confirmación de el gobierno por parte de su Majestad y despobló el fuerte de San Jerónimo, retirando a Yumbel la compañía que en él estaba, y pobló el torreón de San Ignacio…” (4)



GOBIERNO INTERINO DE DON CRISTOBAL DE LA CERDA (dic. 1620 – nov. 1621)

“El ayuntamiento de la ciudad de la Concepción avisó a la capital el fallecimiento de don Lope Ulloa i Lemus, i… tomó el gobierno de Chile el licenciado Cristóbal de la Cerda, (noviembre 1° de 1620). Mandó cerrar el tribunal, i publicó su jornada a la frontera. Le siguieron todos los soldados i capitanes que estaban en la capital i muchos de sus vecinos. Se hallaba en Perquilabquen, acercándose a la ciudad de San Bartolomé de Gamboa, i tuvo noticia de que Lientur i Catillanca forzaron la línea con un grueso escudaron, i desbastaron el territorio de Yumbel. Envió en su alcance a Jines de Lillo, a quien dió el empleo de maestre de campo. Llegó este jefe a Yumbel, i orientado de la rapidez con que aquellos capitanes entraron a nuestro país, i que en él saquearon, degollaron i cautivaron, i que condujeron muchos ganados, conceptuó que pudieran hallarse repasando el Biobio. Se persuadió fuese cuadrilla de ladrones que conducían los generales araucanos, i envió al capitán Juan Alonso con su compañía para que los debelase i quitase la presa. Alonso se empeñó en el alcance, i paso el Biobio araucano no le permitió hacer mucho camino, i luego que tuvo a la parte austral del río, se le presentó, le acometió i le venció. Ninguno se libertó de la muerte, o de ser prisionero, i esta infeliz suerte tuvo Juan Alonso.

“Lientur i Catillanca tomaron bríos con esta victoria, i meditaron algo mas. Juntaron alguna mas tropa, i repasando el Biobio sorprendieron el pequeño fortín de Neculhuenu, i degollaron 14 españoles que lo defendían. Entregaron al fuego sus edificios, i se llevaron cautivos a los únicos indios soldados que le quedaban al ejército de aquel reino para la conduccion de la artillería.

“De la ciudad de San Bartolomé de Gamboa se traslado el gobernador a la plaza de Yumbel. Desde allí tomo serias providencias para asegurar la línea. Fundó un fuerte distante del río Laja, poco mas de una legua al norte de él i cerca de una al sudoeste de aquella plaza, con el fin de sostener una parcialidad de indios de paz, que todavía permanece, i lo denominó San Cristóbal para perpetrar su memoria.

“Dejó la plaza de Yumbel i se trasladó a la de Buena Esperanza, porque tuvo la desgracia de incendiarse hasta reducirse a cenizas (1622). La hizo reedificar sin perder momento, porque su territorio era el objeto de las incursiones i hostilidades de los jefes de Puren.

“Cuando los indios estaban mas empeñados en hostilizar la frontera, i el gobernador en observar inviolablemente la defensiva, llegó de Lima el gobernador nombrado por el virrei del Perú… i el licenciado Cerda se restituyo a su Audiencia. Era… tan animoso como prudente. Escuchaba con sagacidad los dictámenes ajenos, i ejecutaba sigilosamente. Lientur no se hubiera burlado de él, si las estrechas órdenes para la guerra defensiva no le hubieran atado las manos”. (1)


Encontrándose el Gobernador(Cristóbal de la Cerda) en Concepción, “…se levantó el cacique Lientur, grande amigo nuestro y capitán muy valeroso de los indios que con gran fidelidad avian servido y estado mucho tiempo reducidos en el fuerte de Cayuguano, y al presente lo estaba en el de Pailiguas, términos de Rere. La causa de la rebelión fue: lo primero, el verse sus indios apurados de el trabajo en las facciones y escoltas que se metian a los torreones y fuertes… y lo que acabó de rematar y obligó resolver su rebelión fue que estando una parienta suya revuelta y mal amistada con un indio yanacona que servia a un soldado español de el tercio de Yumbel, aviéndose ido este yanacona al enemigo por causas que ubo, dexó la india con un hijo de edad suficiente para servir de page, y luego que se fue entró el cacique Lientur a pedir al Sargento Mayor Andres Jiménez de Lorca que le diese la india por que era su parienta… y sospechando Lientur que por codicia de servirse de ella y del hijo, no se la queria dar le dixo un dia: “Dime, Señor, por qué tienes presa a mi parienta? Qué culpa tiene una muger a lo que un hombre haze? Si su amante se fue al enemigo, cógele tú y catígale; pero si la muger se está quieta en su tierra, por qué la prendes?” Y como no le moviessen estas razones a dársela, le dixo claramente: “por servirte de ella y del hijo has tomado ese color de tenerla presa. Mexor será que vayas a Puren a maloquear servicio, que es tierra de guerra, y no a Pailigua, donde estamos de paz. Estas cosas alzan a los indios y vosotros los españoles no quereis paz en las obras, aunque la publicais con las palabras.” Y con esta resolución se salió enfadado de su presencia y luego se fue al enemigo, llebándose toda su reducción, que era de sesenta indios y ciento y treinta indias. Y como él y los suyos eran valientes y alentados, fueron grandes enemigos nuestros y gravísimos los daños que causaron como ladrones de casa y que sabian todas nuestras tierras, secretos y determinaciones… Luego que llegó a la tierra del enemigo se juntó con los revoltosos y mal contentos con la paz…Y hablando con Anganamon le dixo: “Bien has hecho, Anganamon, en no creer los embustes de los españoles y en no admitir sus pazes, pues cuando tú trasnochabas y dexabas los dulces abrazos de tus mugeres y el regalo de tu chicha, por hacer su causa y entablar estas mentirosas pazes con los españoles, el pago que te dieron fue quitarte tus mugeres y tus hixas. Y esto han de hacer siempre… Dadme a mí gente, dexadme a mi el cuydado, que yo sé muy bien sus caminos, sus entradas, sus descuidos y sus designios, y a mí no se me escaparán ni ellos ni sus amigos… Oido de todos los caciques, les revolvió la sangre y les puso de tan mal corazón… que le dieron mano para que juntasse gente, y Anganamon le dio toda la suya, y con mil caballos vino a Yumbel, y poniéndosela a la vista de el tercio, representó batalla al Sargento Mayor, provocándole a ella con arrogantes palabras de desafío y diciéndole que si quería quien le sirviese, que saliesse a pelear con él, y si le vencia ganaría servicio a punta de lanza y no quitándosele a los indios de paz sin trabaxo ninguno. El Sargento Mayor Andrés Jiménez de Lorca… no se halló sino con ciento y ochenta y cinco hombres, los cincuenta solamente de a caballo, que los tenian cansados… y como el enemigo trahia caballeria mucha y suelta no admitió el Sargento Mayor la batalla. Tomó parecer con sus capitanes, y siendo de parecer el Capitán Don Alonso de Figueroa, que lo era de caballos persona de grandes alientos y que despues fue Maestro de campo y Gobernador y Capitan General de este Reyno… no quiso presentar la batalla ni salir de su tercio… Lientur como indio práctico de la tierra y que se avia criado en ella, trató de correr la campaña y de remitirse al robo y al pillage; corrió toda la vega y cogio ciento y treinta y cuatro bacas, que servian de arracionar los soldados, y noventa caballos, y aviendo cogido diez yanaconas que servian a los españoles y avían ido a hazer yerba y leña, volvio otra vez de retirada a llamarlos de gallinas a los españoles y a hazer ostentación de la presa, diciéndoles que saliessen a quitarsela… Dexemos a dios el juicio de el acierto, que solo él sabe los sucesos que han de venir y si saliendo a pelear venciera o perdiera la poca gente que tenia.

“Llegó la nueva al Gobernador, que estaba en la Concepción, y embió al Maestro de Campo Gines de Lillo… que pues el tercio estaba tan falto de gente y tan sobrado de ella el enemigo y tan altivo, en ninguna manera le buscasse, aunque el enemigo le ocasionasse a él, ni atendiesse a mas que a defenderse y a repararse… por saber qué designios tenia el enemigo… embió ciento y sesenta indios amigos, catorce españoles… a correr Angol el viexo, y aviendo salido a esta correduria, avia tambien salido el enemigo… y se encontró con los españoles y indios amigos… los desvarató y mato a un español y a treinta indios amigos y se llebó cuatro españoles cautivos… Hizo con es victoria Lientur, y con el buen suceso de Yumbel, una borrachera general, convidando a todos los Toquis y caciques, y para ensangrentar los toquis y las flechas y provocar a todos a la guerra mató un español de los captivos a su usanza, haciendo un parlamento y dándole con una porra en la nuca y sacándole el corazon al instante palpitando, con que untó con su sangre los toquis y las flechas, y repartiendole a pedazitos se le comieron…

Lientur prosigue sus andanzas causando mucho daño a los españoles… “Salio el Teniente General Gines de Lillo desde Yumbel con toda la caballería del tercio, y no pudo hazer nada por que el rio Biobio estaba por aquella parte dificultoso de pasar… Salió el Gobernador a tanto suceso con prisa de la Concepción… y hallando las reducciones poco abrigadas, las fortificó y puso gente de guerra en ellas. Visitó los fuertes y los reparó y abitualló, y estando en el cuartel de Yumbel se le quemó todo, de que recibió la milicia mucho daño en las armas, vestidos y alaxas que el fuego consumió. Atribuyose esta quema al cacique Cattillanca, porque vivia disgustado de ver que Lientur le avia destruido su reducción…” (4)



El Gobernador Cristóbal de la Cerda, habiéndose recibido del cargo y arreglado asuntos administrativos en la Capital “…el 15 de enero de 1621 se ponía en marcha al sur…

“En su marcha recibió otras noticias que le confirmaban la gravedad de los sucesos del sur. Reducciones enteras de indios que se decían en paz, se habían sublevado. Los indios en número de 1.600, habían pasado el Biobío acercándose a los cuarteles de Yumbel, donde se robaron algunos caballos, sin que los españoles, escasos de tropas, se atrevieran a perseguirlos…

Continuaban los efectos, para el Gobernador y el ejército, tremendamente nefastos del sistema de guerra defensiva del padre Valdivia.

“Antes de mucho, nuevos acontecimientos vinieron a confirmar al Gobernador interino en su convicción acerca de la situación creada por la guerra defensiva.

“Estando de vuelta en el fuerte de Yumbel (de visitar los fuertes de la frontera), escribe el mismo Gobernador al Rey de España, el viernes santo (9 de abril de 1621) como a las ocho de la noche, un indio amigo de la reducción de Niculhueme llamado Catillanga, pegó fuego al dicho fuerte de Yumbel, y en menos de media hora se quemaron más de sesenta casas de paja que en él había, y mil fanegas de comida y mucha ropa de los soldados, y a mí la tienda y los toldos y cuanto en ella tenía, y me escapé a Dios misericordia, y todas las demás personas, armas, municiones y caballos, que fue muy gran ventura, por haber sido el fuego un rayo, por correr un viento sur muy desecho, y haberse puesto el fuego en el primer rancho de la parte de donde venía el viento. Este indio se nos fue al enemigo con otros veintitrés de su reducción, y estaban convocados para hacer lo propio todos los de las reducciones de Santa Fe y la Magdalena, que a no haber prevenido el enviar a prender algunos de ellos con el sargento mayor de este reino tan en tiempo, se hubieran ido todos.” (5)


“Viendo el Maestre de Campo general Alvaro Núñez los malos sucesos en el tercio de Yumbel y que el enemigo estaba tan sobervio que baldonaba de gallinas y cobardes a los españoles… entrando el enemigo en Arauco, a 25 de Mayo de el mismo año de 1621, se llebó dos postas que estaban a lo largo, y saliendo en su seguimiento con trescientos y treinta españoles y quinientos amigos, siguió a los indios… Y plantándose en medio del valle de Puren con toda la presa, volvió por el honor de los españoles… provocándoles a pelear, a salir a la batalla. Volvióles otra vez a decir lo mismo que ellos avian dicho en Yumbel: “Aquí estoy con toda la presa; venid por vuestras mugeres, por vuestros hixos, soldados y ganados, y ganadlos a fuerza de lanza; veamos si me los podeis quitar. Aquí os espero en campaña, cara a cara y cuerpo a cuerpo…” Y con estar tanto número de indios a la vista no le quisieron acometer por el miedo que le tenían…

“En este mismo mes de Mayo el Sargento Mayor Jiménez de Lorca retiró, por orden del Gobernador Don Christoval de la Cerda, las reducciones de Santa Fee, Neculguenu y Conileo, Tarpellanca y Rere… y los pobló en un fuerte que llamó de San Christoval en memoria de el Gobernador, donde se conservaron muchos años, hasta el alzamiento general del año 1655, con una compañía de infantería española que puso para su defensa. Retiró tambien el tercio de Yumbel y le puso tres legua más acá de la tierra ganada, en el puesto que perseverado hasta hoy (aproximadamente 1673), y se llama San Felipe de Yumbel, por estrecharse y fortificarse mas bien por aquella parte, en cuyo sitio se le quemó el cuartel dos vezes a su sucesor don Gaspar de Soto, que entró a gobernar el tercio…” (4)


“El Gobernador Cerda pasó los últimos meses del otoño de 1621 contraído a los trabajos de la guerra. Los indios, cada vez más arrogantes después del incendio de Yumbel, parecían dispuestos a no dar a los españoles un solo día de descanso.”


Continúan las acciones de guerra. Adentrándose el ejército español en territorio enemigo, “... mientras tanto el Gobernador recogía los indios que todavía quedaban sometidos en las orillas del biobío, y cerca del paso de Tarpellanca, sobre el río de la Laja, y fundaba el fuerte de San Cristóbal de la Paz. Los cuarteles y defensas del campamento de Yumbel fueron reconstruidos tres leguas al norte del lugar que ocupaban antes del incendio, creyendo hallar allí un sitio desde el cual era más fácil resistir a los ataques del enemigo. Cuando hubo adelantado estos trabajos, el Gobernador se trasladó a Santiago donde lo llamaban las atenciones de la administración civil.” (5)



Informe del Gobernador Cristóbal de la Cerda (sin fecha establecida)


“… nuestras fuerzas por los dichos descuidos y no poderse mas, habiendo consistido antes en la caballería, consiste hoy en la infantería, mosquetes y arcabuces divididos en dos tercios uno que hace frente á las leguas que mal puede cubrir de la frontera de Arauco, otro que asiste en Yumbel y cubre menos bien las diez y ocho leguas de la Raya (frontera) y muchos vados del río (Bio-Bío), y cada uno de trescientos soldados no cabales, arcabuceros y piqueros y muy pocos mosquetes y casi ningunos de a caballo”. (6)




GOBIERNO DE DON PEDRO OSORES DE ULLOA (nov. 1621 – sept. 1624)

“…tomó posesión de su gobierno (5 de noviembre de 1621). Nombró de maestre de campo a su cuñado don Francisco de Alba i Norteña. Era hombre octogenario, i llevaba con demasiada lentitud la defensa de la frontera. No tenia Lientur esta conducta, i miraba las cosas con mucho ardor. Por sí i por otros animosos capitanes, hacia con frecuencia poderosas irrupciones en las estancias de los españoles, sin que jamas se lograse darle alcance. Unas veces pasaba i repasaba el Biobio, i en otras ocasiones se dejaba ver por los boquetes de la cordillera. Tenía desbastadas las estancias, i era ya tan peligroso residir en ellas, que sus dueños se vieron en la dura necesidad de abandonarlas.

“No acertaban en los medios de contener los progresos de Lientur, que desde las cimas de los montes situados al mediodía de la línea, observaba los de los españoles, i con señales disponía i mandaba el por donde se había de dar el golpe.

“… Los capitanes miraban con tedio la guerra, defensiva. Lleva mal la indolencia del anciano gobernador i miran con horror la conducta del maestre de campo i no querían empeñarse en las acciones peligrosas de que le vetan alejarse. Este jefe se propuso la Mica (impudicia, mala acción) de enriquecerse a la sombra de la demencia de su cuñado i no era otro su pensamiento que asechar donde había de poner la mano. Nada se libertó de ser pábulo de su codicia. El ejército estuvo mal pagado i peor vestido. Andaban desnudos los soldados i con hambre. En diferentes hatos envió al Potosí 20,000 ovejas que tenia el reí en los pagos de Buena esperanza (Rere) para ahorrar gastos al erario i para alivio de sus tropas. Alonso de Rivera i Alonso García Ramón, pensaron que arbitraban a beneficio de la real hacienda en estos últimos establecimientos, i se engañaron. Todo sirvió para llenar los vacíos de una codicia insaciable que había de ir a Chile en lugar de su laudable desinterés. En los gobiernos de estos héroes estuvo la disciplina militar con todo su vigor; pero así que la codicia del maestre de campo don Francisco introdujo la necesidad en el ejército, ya no hubo disciplina, se perdió la subordinacion, i se extinguió el valor. Volvió la disolucion i el desorden, i ya el soldado no robaba, sino que arrebataba, i tenía el obispado de la Concepción casi tantos salteadores cuantos soldados numeraba el ejercito, sin que sus capitanes tuviesen arbitrio para contenerlos. A tan gran desventura llega el pais que tiene un gobernador malo”. (1)

“Llegó (don Pedro de Osores Ulloa) al puerto de la Concepción a cuatro dias de Noviembre de 1621. Fue recebido de aquella ciudad y de su cabildo con mucho regocixo, y luego subió a visitar el tercio de San Felipe de Yumbel, donde pasó muestra y visitó la milicia, reparó aquellas fronteras, repartió los soldados que avia trahido en los tercios y en los fuertes…

“Repartiéronse en los tercios estos soldados, y como el enemigo picaba algunas veces en nuestras rancherias… hizo el Sargento Mayor Juan Fernandez de Revolledo dos malocas este verano de 1622… y apreso ciento y cincuenta piezas, mató algunos indios y cogió mucho ganado, con que sustentó el tercio mientras estubo en tierra de guerra… probocados de las entradas de los indios salieron de la raya los dos campos (Arauco y Yumbel) enfurecidos y llegando a Puren cada uno por su parte… los soldados fueron haziendo estragos, abrasando las casas, destruyendo los sembrados, cautivando indias y cogiendo muchos ganados… No se atrevió el enemigo a pelear con los dos campos al tiempo que estuvieron juntos en Puren, aunque le convidaban y provocaban a batalla; pero luego que se dividieron cada uno para su tercio, salió el enemigo con una tropa de quinientos caballos a pelear con el Sargento Mayor Juan Fernandez y el campo de Yumbel, y aviéndose trabado una sangrienta batalla, peleando de entrambas partes con valor y porfía, hasta que matándole al enemigo diez indios en un furioso reencuentro, le hizieron retirar y cantaron los españoles la victoria con las cabezas de los muertos, y solo se echaron menos dos indios amigos que murieron en la pelea.” (4)

“Según el plan convenido, (incursionar en tierras araucanas más allá de las líneas de la frontera, específicamente hacia las ciénagas de Purén), las tropas españolas partieron cautelosamente en dos cuerpos de los acantonamientos de Yumbel y Arauco… Esta operación fue ejecutada con todo tino; y, en efecto, el domingo 26 de diciembre (de 1622) aparecieron las dos divisiones… cercando la temible guarida de los indios”.

Huyen los aborígenes alertados por sus espías y se internan aún más al interior de sus tierras. No encontrando las huestes españolas enemigos a quien combatir, deciden regresar a sus cuarteles, temiendo un ataque sorpresa a éstos por parte de los araucanos. “La que volvía a Yumbel bajo las ordenes del sargento mayor Juan Fernández de Rebolledo, fue atacada por los indios; pero ese jefe logró desbaratarlos y llegar a sus cuarteles sin más pérdida que la de dos indígenas auxiliares.” (5)


Instrucciones del rey de España Felipe IV


Ordenanzas sobre el servicio personal de los indios (1622) emanadas del rey Felipe IV de España. Consiste en un documento de mucha extensión en el que impone su criterio sobre aspectos relativos al trabajo de los indios quienes eran sometidos permanentemente a abusos inhumanos por parte de los españoles, siendo el criterio de la corona el catequizarlos y convertirlos al catolicismo. En los siguientes párrafos se señalan, en extracto, los preceptos que dicen relación con el fuerte de Yumbel.

“Primeramente prohivo el servicio personal que ha havido en el dicho reino de Chile y hordeno y mando que de aquí adelante no le haya ni pueda haber…

“…ordeno y mando a todos los vecinos y encomenderos de la otra parte de la cordillera (en aquel periodo bajo jurisdicción del reino de Chile; hoy Argentina) se vayan luego a vivir a sus vecindades y poblar las ciudades donde son vecinos para cuya población se encomendaron los dichos indios y por urgentes causas que a ello me mueven mando que el vezino que no estuviere en su vecindad un año después de la publicación de estas ordenanzas no se le de tercio de allí en adelante… y solo an de ser excetuados del rigor de esta ordenanza los vecinos de Cuyo (San Luis de Cuyo, Argentina) que les tuvieren sirviendo actualmente en la guerra en los exercitos de Arauco o Yumbel o en algún fuerte de las fronteras los quales podran poner persona en su lugar…

“… ordeno y mando… que en los dos campos de Arauco y Yumbel aya dos o tres cassas donde se recojan de noche todas las indias solteras a dormir a la hora que se señalare para evitar amancevamientos y que estas cassas las visiten a menudo el cabo y el bicario y la ronda y por el exemplo que deven dar las cabezas de que pende la reformazión de los demás ningun capitan ni oficial puedan tener india soltera en su servicio y encargo severamente al governador no conserve en oficios los que assi no lo cumpliere.=

“En Madrid a diez y siete de julio de mill y seis y veinte y dos años”

“Yo el Rey” (6)




GOBIERNO DE DON LUIS FERNANDEZ DE CORDOBA (mayo 1625 – dic. 1629)


Acciones de Butapichón y Batalla de las Cangrejeras

La zona de Yumbel, importante escenario de guerra, vio surgir en su territorio, durante este prolongado y sangriento periodo a destacados líderes aborígenes que defendieron con ardor la causa de la libertad. Ya anteriormente hemos mencionado a Torachina, quien podría ser considerado como el primer yumbelino conocido, también Misgui (Misque). Ahora conoceremos las acciones de Butapichón, altivo líder, originario de Tomeco, quien durante casi veinte años alzó la bandera de lucha contra el dominio extranjero, conduciendo a sus guerreros con sabiduría, sagacidad y valor sin igual, equiparándose a otros grandes de su raza como Michimalonko, Lautaro, Colo-Colo y Caupolicán..

“Don Luis Fernández de Córdoba i Arce… se hallaba de jeneral del presidio i puerto del Callao por disposicion del virrei del Perú, cuando en Lima se tuvo noticia del fallecimiento de don Pedro Sores. Tenía don Luis crédito de buen soldado, i le pareció a su excelentísima que en ninguna otra parte de América podría lucir mejor sus talentos militares que en Chile, i le nombró de gobernador interino… se embarcó en el puerto del Callao i arribó con felicidad al de la Concepción, donde tomó posesión del gobierno, i en 29 de mayo de 1625 fue recibido con el mayor aplauso…

“No se engañó el virrei en su eleccion. Observó don Luis con puntualidad las instrucciones que le dio. Aseguró la línea divisoria i determinó no mover las armas hasta que el soberano resolviese decisivamente sobre la guerra ofensiva, de cuya utilidad había informado el virrei a la corte en carta de 30 de abril de 1624. Pero retirado Lientur por cansado i anciano, recayó el mando del ejército araucano en Butapichun, joven animoso natural de Tomeco i de la encomienda de Diego Trujillo, i le apartó de su pacífica resolución. Quiso este joven jeneral ensayarse i abrir la campaña con una difícil i memorable empresa. Atacó la plaza del Nacimiento, situada entonces en la parcialidad de Santa Fe en planicie despejada... Puesto al frente de sus tropas fue el primero en el avance, i con tanta felicidad, que se apoderó del foso. Allí se puso a cubierto del fuego… incendió las obras interiores de la plaza, cuyos techos eran pajisos. El comandante, que con sentimiento ignoramos quien era, hizo tan valerosa defensa, i tomó tales precauciones, que nada avanzó Butapichun con el incendio. Murieron en este empeño muchos capitanes araucanos, i resolvió su jeneral la retirada contentándose con ocho prisioneros i algún ganado, que tomó antes del asalto.

“En los mismos días volvió a pasar el Biobio, i entró a hostilizar el territorio de Yumbel. Penetró hasta Quinel sin temor ni recelo de 600 españoles auxiliares, que defendían aquel distrito para sostener las estancias. Llevaba 1,500 hombres escogidos i con ellos embistió a los españoles. Fueron estos repentinamente sorprendidos, pero pelearon tan valerosamente que le estrecharon a retirarse.

“Estos audaces insultos del araucano obligaron al gobernador a tomar más seguras providencias para el resguardo de la línea. Dividió el distrito de la frontera en dos partes, i una de ellas puso al cargo de su primo don Alonso de Córdoba i Figueroa, que fué con él i le hizo su maestre de campo, i la otra al cuidado del sargento mayor Juan Fernández Rebolledo, cada una con un grueso escudaron. Estos jefes fueron tan vigilantes, que no presentaron a Butapichun ocasión de volver a hostilizar el territorio español.

“Asegurada la línea i visitada la frontera, pasó el gobernador a la capital i fué recibido con jeneral aplauso, (diciembre 22 de 1625). (1)


Guerra Ofensiva

“Publícase en el reino de Chile la guerra ofensiva i esclavitud de los indios prisioneros, i se les hizo saber por enviados de su misma nacion, que a este fin se les dió libertad de la prisión en que estaban.

“Al ejército español sirvió de alegría i ellos recibieron la noticia con demasiada indiferencia (1627).

“Nada hace impresión en aquellos bárbaros. Publicada la guerra i la esclavitud de los indios prisioneros, los indios de paz que sufrieron todo el rigor de las hostilidades de Lientur i Butapichun i debían prometerse hatear represalia de los daños recibidos, trataron de sublevarse i ellos mismos se comprendieron en el rigor de la ley. Muchos se pasaron a los enemigos sin que fuese bastante para contener esta desercion el suplicio que sufrieron cinco de los más principales caudillos de la rebelión.

“El Gobernador conoció que era mal irremediable, i comenzó a proporcionarles el castigo de su criminal contumacia. Dispuso que el maestre de campo don Alonso de Córdova i Figueroa, hiciese una salida contra el país enemigo se aprestó con 400 españoles i 150 auxiliares con víveres a la grupa para cinco días. Entró por el estado de Arauco hasta el de Tucapel; hizo perecer a ocho indios, que temerariamente furiosos no quisieron rendirse. Tomó a 115 prisioneros, 400 caballos, i algún ganado vacuno. Mui aplaudido fué este golpe de mano, no por la presa que se hizo, sino porque abrió senda a la reparacion del honor de las armas españolas.

“Llegó a noticia de Butapichun esta irrupcion, i la correspondió con otras dos. Entró al territorio español sobre Chillan con una pequeña partida de jente escogida. Devastó todo aquel distrito, de que se le dió aviso al capitán Osorio, recibido de corregidor en aquel mismo dia (abril 10 de 1629), que el araucano debelaba la provincia. Montó a caballo Osorio con 100 españoles, i salió aceleradamente en demanda de Butapichun. Caminaba tan precipitado a encontrar su fatal suerte, que muchos, fatigados sus caballos, se quedaron en el camino se ignoraba el paraje donde estaba el araucano, i se le propuso a Osorio ocupar el paso del Atolladero, i esperándole en él con los caballos descansados, i ya todos reunidos le persuadían que la precipitada marcha que llevaba era peligrosa, i no daba lugar a la reunión de los que le seguían, pero como Osorio marchaba persuadido al forzoso destino, no entró por tan saludable consejo, i después de un círculo de cuatro días fué a dar sobre el Atolladero, i halló en él a Butapichun, que acababa de llegar. Se pusieron a la vista las dos partidas con el Atolladero por medio. Le provocó Butapichun con palabras injuriosas, que la ardentía de Osorio no necesitaba para precipitarse, i se metió en el paso para atacarle, Butapichun les recibía a la salida, i atravesó a Osorio con su lanza. Lo mismo hacían los demás partidarios, que fueron escogidos por animosos con los otros españoles, e hicieron perecer a dos hijos del capitán Osorio, al alférez real de la ciudad de San Bartolomé de Gamboa, un regidor de la misma, i siete soldados.

“El sargento mayor Rebolledo tuvo noticia de esta desgracia, i puso a Butapichun, emboscada de 200 españoles sobre el río Puchanquí. Los batidores araucanos dieron en ella, i el jefe de este escudaron, cuyo nombre ignoramos, se precipitó. Hizo tres prisioneros a destiempo i se le escaparon los demás, que avisaron a Butapichun de su peligro. Este famoso jefe tomo una vereda escusada i se retiró triunfante dejando burladas las providencias de Rebolledo.

“Butapichun no estuvo mucho tiempo ocioso. Tomó un cuerpo de 1000 hombres, i con ellos pasó el Biobio se fué con él al territorio de Yumbel; hizo cinco divisiones iguales, que puso a las órdenes de los capitanes Lientur, nieto del jeneral de este nombre, Antuhuenu, Lincopichun, Inallican i Namuncura. Destacó a Lincopichun para que se defendiese al paso de las Congregares. Devastado el país pudo Butapichun retirarse sin tocar en la plaza (Yumbel), pero sabiendo que tenia poca guarnición i mal disciplinada quiso hacer la gallardía de llevar el estrago hasta sus murallas. El sargento mayor Rebolledo que la mandaba, envió 70 soldados de caballería con el capitán Alonso Moran con destino de ocupar el paso de las Cangrejeras, i aguardar allí la infantería que le habla de seguir. Moran intentó tomar el paso, pero se disputó Lincopichun con tan esforzado ánimo, que le mató al capitán Rodrigo Aranguren i 15 soldados, i le hizo tres prisioneros. La mitad de la caballería hecho pié a tierra, i a favor del bosque que hermosea las riberas del arroyo hizo su deber. Vió Moran que a Lincopichun le llegaba partida de tropa, i se retiró a una loma baja para esperar la infantería.

“Llegó ésta en número de 80 soldados a las órdenes del capitán Francisco Nuñez de Pineda i Bascuñan. Formó su tropa en batalla, interpolados los piqueros con los arcabuces, i sobre los dos costados la caballería, i se fué en buen orden contra los enemigos, que ya todos se habían reunido con su jeneral Butapichun. A este tiempo llegó un capitán de caballería, cuyo nombre sigila en su relación el capitán Nuñez de Pineda, a quien debemos esta noticia, con orden del sargento mayor para que se formase la tropa en círculo, i asi se defendiese. Respondió Nuñez de Pineda las razones que le obligaban a tener por mas conveniente el avance que la mera defensa, i el capitán de caballería arguyó que con arrojos i temeridad nada mas se sacaba que desgracias, i que era bastante fuese orden del superior para obedecerla. Pineda insistió en que la esposicion de su dictamen no era repugnancia por obedecer, i se dedicó a formar el círculo. Pero Butapichun no le dió lugar para pasar de una formacion a otra, i al movimiento que hizo le atacó. A este tiempo ya llovía abundantemente lo que frustró el juego de la arcabuceria i fué mayor el desorden. El capitán Moran huyó con la caballería, i dejó abandonada la infantería. Hirieron a Pineda en la muñeca de la mano derecha, i le imposibilitaron su defensa. Sin perder tiempo le dieron unos golpes de maza que le derribaron, i cuando volvió del desmayo se halló prisionero del capitán Maulican, con Alonso Torres soldado de su compañía. Debeló Butapichun, i se gloriaba de ello en sus juntas. En 30 estancias mató i cautivó 300 personas, i tomó 2,000 caballos i mucho ganado vacuno. No quiso avanzar a la plaza, i se retiró victorioso. Los soldados muertos en esta funcion fueron 64, i prisioneros 32, i esta suerte le cupo al capitán Francisco Nuñez de Pineda i Bascuñan, i a los soldados Alonso Torres i Damián del Prado, que fueron rescatados, i los demás sacrificados en sus asambleas. Es regular que la caballería fuese castigada, aunque su mal comandante tendría buen cuidado en paliar su cobardía con el título de prudencia, i acusaría a Pineda de temerario. I de este modo lejos de ser castigado seria premiado, que asi se ve en Chile con mucha frecuencia se llevan los cobardes i malos servidores del rei premios, arrebatándolos a los que los supieron merecer. El Gobernador pudo haber evitado esta desgracia. Butapichun le hizo ir a Yumbel con la derrota de Osorio, i el maestre de campo Alvaro Nuñez de Pineda i Bascuñan, que ya se hallaba tullido, le advirtió esta segunda irrupcion, i le dijo dejase buena guarnicion en aquella plaza para contener los progresos del jefe araucano, que según su fortuna i su arrogancia debía volver. Despreció el Gobernador la advertencia con cierto aire de agudeza, i se retiró a la ciudad de la Concepción.

“Con estos hechos de Butapichun ya no le quedó duda al gobernador de la arrogante audacia de los araucanos, i trató de asegurar la frontera. Puso numerosa guarnición en Arauco, Yumbel i Nacimiento para defenderla en los meses de invierno, i salir a campaña en la siguiente primavera. Se contemplaba desairado con la brillante fortuna del jeneral araucano, i en verdad que en catorce años no habian internado tanto las armas araucanas en el pais español. El sarjento mayor Rebolledo se hallaba ruborizado con el furioso golpe de las Cangrejeras, que dejó mui vulnerada su conducta. Ambos deseaban ocasion de lograr un buen suceso, que fuese capaz de reponer estas quiebras, i no bien asomaba la alegre estacion cuando ya se comenzaron a ver grandes preparativos de guerra, i se dio principio a la premeditada grande espedicion, que debía abrazar todo el país araucano.

“Tres divisiones se hicieron del ejército, i cada una de mil doscientos hombres, incluso los ausiliares. Una se puso alas órdenes del sarjento mayor para que se hostilizase el pais sub-andino. Otra al cargo del maestre de campo con destino de obrar en los estados de Arauco i Tucapel hasta la Imperial. La última era conducida por el mismo gobernador, i tenía por objeto el centro del pais enemigo. El mismo plan de operaciones manifiesta que no quedaría palmo de tierra enemiga por donde no pasase el horror i el estrago, conducido por buenos jenerales que deseaban volver por la reputacion militar, que Butapichun supo poner en duda. I a vista de este armamento ¿quién será aquel que no imajine consternado al jefe araucano i haciendo iguales preparativos? Pues nada de esto pasó por la imajinacion de Butapichun, i a su tiempo se dejará ver no menos valiente en Quillin que animoso en las Cangrejeras.

“El sarjento mayor no hizo cosa de consideracion, ni tuvo hecho de armas alguno, i regresó con alguna presa de caballos i de ganado vacuno. (1)

“Tomando en cuenta la obstinada persistencia de los indios de mantenerse en el estado de guerra, las atrocidades que habían cometido y la inutilidad de los esfuerzos pacíficos con que se había pensado reducirlos, el Rey mandaba que se les hiciera guerra activa y eficaz, y que se les sometiera a esclavitud…en caso de ser sorprendidos con las armas en la mano”. Esto era comunicado al Gobernador en carta firmada en Madrid el 13 de abril de 1625. Se daba término, por lo tanto, al sistema de guerra defensiva instaurado por el padre Luis de Valdivia.

Carta del Gobernador Luis Fernández de Córdoba, al Rey, escrita en Yumbel el 10 de enero de 1628:

“La guerra de este reino, he seguido y sigo de invierno y verano por apurar al enemigo rebelde, que ha sentido se haya abierto y se le hagan los castigos que ha recibido en diferentes provincias y ocasiones. El año pasado entré a la de la Imperial y otras sus circunvecinas, donde españoles no habían puesto los pies desde el alzamiento ahora veintiocho años, con tan buenos efectos que le quemé muchas casas y más de 14 o 15 mil fanegas de comida de todas semillas, y cuatro o cinco mil cabezas de ganado que se le mataron o desbarrancaron y algunos caballos. Y demás que se degollaron muchos enemigos, se cautivaron más de doscientos y cincuenta personas; y sin perder un hombre me retiré por haber apuntado ya el invierno. Después de haber descansado algo la gente, se han hecho algunas entradas por este tercio de San Felipe (Yumbel) y asimismo por el estado de Arauco otras con muy buenos sucesos; y aunque se ha peleado en estas últimas por la grande obstinación que este enemigo tiene, no me han muerto sino treinta españoles y algunos cien amigos naturales (araucanos), y le cuesta al enemigo cautivos y muertos más de dos mil y quinientas personas, sin los ganados y casas quemadas en estas ocasiones, que todo ha sido mucho; y prometo a V.M. que he puesto y pongo en seguir esta guerra y conservarla con reputación, mucho trabajo, cuidado, gasto de mi hacienda, y riesgo de la vida”.

A un mes de la carta anterior. “El 6 de febrero de 1628 tres horas antes de amanecer, un ejército numeroso de indios (comandados por Lientur) caía de improviso sobre la plaza de Nacimiento, la atacaba con un ímpetu al parecer irresistible, y ponía fuego en los galpones y palizadas de los españoles… el Gobernador que se hallaba con un cuerpo de tropas a pocas leguas…marchando en su auxilio, llegó a tiempo de salvarla de una ruina completa.

“…pocos días después, los indios de Catirai y Talcamávida, que se daban por amigos y aliados de los españoles, tenían preparado un levantamiento que debía estallar el viernes 18 de febrero. Impuesto de todo por un denuncio de un cacique llamado Tarpellanca, el Gobernador se trasladó a esos lugares dos días antes que se hiciera sentir la insurrección.

“Prendí los más culpados, dice el mismo, con mucha brevedad; y, aunque cuantos había en dichas provincias eran cómplices de este delito, dentro de siete días que acabé de prender y sosegar toda la tierra y convocarla a Talcamávida, donde me hallaba, hice dar garrote a siete caciques, uno de quien había salido el intento, de más de cien años, y otros que habían de ser los capitanes y caudillos. Y para el día de esta justicia, a que se hallaron presentes todos los naturales, traje la caballería del cuartel de San Felipe (Yumbel) para que se hiciese con más fuerza por lo que se pudiese ofrecer. Estando juntos al palo (la horca) todos se volvieron cristianos bautizándose, y a los demás hablé y sosegué, y hoy están muy buenos amigos.

Nota al pie de página de este autor: “…El sitio llamado entonces Talcamávida es el lugar en que hoy existe Santa Juana, esto es, en la ribera sur del Biobío”.

“En los primeros días de abril (de 1629), acometió Lientur una empresa más audaz y de mayor importancia. Poniéndose a la cabeza de algunos centenares de indios, pasó resueltamente los ríos Biobío y de la Laja, y corriéndose por las faldas occidentales de la cordillera para no llamar la atención de las tropas españolas acuarteladas en Yumbel, fue a caer el 10 de abril sobre los campos vecinos a Chillán”. Hecho que se transformó en una derrota para los españoles, mientras, “Lientur se volvía al sur… llevando consigo los despojos de la victoria y las cabezas de los españoles muertos para excitar con ellas la rebelión de sus compatriotas.

“La noticia de la reaparición de Lientur en las cercanías de Chillán circuló con gran rapidez en los fuertes y establecimientos de la frontera y produjo, como debe suponerse, una gran alarma en todas partes. Mientras el obispo de Concepción hacía nuevas rogativas para alejar el peligro que amenazaba a los españoles, el sargento mayor Juan Fernández de Rebolledo, que mandaba las tropas acuarteladas en Yumbel, salía con ciento cincuenta soldados e iba a colocarse a las orillas del río de la Laja donde esperaba cortar el paso a los indios de Lientur cuando volviesen a sus tierras. Pero este caudillo, demasiado astuto para dejarse sorprender, evitó hábilmente todo combate, y durante un mes entero mantuvo en constante alarma a la división de Fernández de Rebolledo. Cuando hubo engrosado sus tropas con diversas partidas de indios hasta contar unos ochocientos guerreros, Lientur, burlando la vigilancia del enemigo por medio de un rodeo, fue a colocarse a las orillas del estero de Yumbel, a una legua al norte de la plaza de este nombre. En la mañana siguiente, Fernández de Rebolledo, al saber la posición que habían tomado los indios, determinó atacarlos sin pérdida de tiempo.

“Lientur ocupaba con sus tropas el sitio denominado las Cangrejeras, donde los españoles de Yumbel solían surtirse de paja para cubrir los galpones de sus cuarteles. La mañana era lluviosa, el viento norte soplaba con fuerza y el suelo empantanado hacia embarazosa la marcha de las tropas, impidiendo llevar en ella un orden regular. Los soldados de Fernández de Rebolledo comenzaban apenas a organizar su línea cuando se vieron atacados por todo el ejército de Lientur formado en medialuna, con la infantería al centro y los nutridos pelotones de jinetes en sus extremos. El viento, que echaba el humo sobre la cara de los españoles, y la lluvia, que apagaba las cuerdas de los arcabuces, hacían casi inútiles las armas de fuego. La batalla se sostuvo, sin embargo, durante hora y media, pero el desastre de los españoles era inevitable. Su caballería se dispersó y pudo salvarse en la fuga, mientras los infantes, envueltos por todos lados, eran implacablemente rotos y destrozados. Sesenta de ellos quedaron muertos en el campo, y treinta y seis cayeron prisioneros (15 de mayo de 1629). De este número fue el capitán don Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán que ha contado estos sucesos en la historia que escribió de su cautiverio”. (5)



GOBIERNO DE DON FRANCISCO LAZO DE LA VEGA (dic. 1629 – mayo 1639)


“Florecieron en tiempo de este gobernador, entre otros indios, dos famosos y señalados en el campo enemigo, que fueron Lientur… y Butapichón. Era aquel viejo ya de más de sesenta años, prudente, sagaz y muy considerado; y este otro era de buena edad, soberbio, atrevido y de gran ánimo. Convinieron estas dos cabezas entre si de juntar sus fuerzas para dar al gobernador don Francisco Laso en el valle de Arauco… para el cual juzgó el gobernador que era necesario juntar las fuerzas de los dos principales presidios, que son el de Yumbel, que también se llama de S. Felipe, donde es cabo el sargento mayor del reino, y el de Arauco, donde lo es el maese de campo general. Comenzó a marchar el uno y otro ejército… y llegando los indios a la mitad del camino oyeron cantar unos pájaros y gritar algunas zorras, y vieron otras señales y agüeros (de que ellos hacen mucho caso, particularmente en estas ocasiones de guerras para emprenderlas o dejarlas). Levantóse en el campo un gran rumor y dividióse todo él en diversidad de opiniones sobre si se proseguiría o no la jornada… el de Lientur se volvió con él a sus tierras, juzgando que las señales que habían visto y oído eran muy funestas y eran malos pronósticos… Rióse Butapichón de esta que juzgó vejez y demasiado temor sin fundamento, porque dijo que las verdaderas señales de vencer no eran otras que la buena y gallarda resolución de los soldados, acompañada con el valor y ánimo y con la destreza de las manos… Marchó hacia Arauco y llegó al castillo de noche, cuando los nuestros le hacían aún lejos dél. Persuadiéronle unos y otros que diese el salto luego, porque tenía muy segura la victoria por estar los españoles descuidados… respondió a todos que no quería que se dijese que Butapichón había embestido como cobarde de noche y estando su enemigo descuidado, que él quería aguardar el día y que saliese el sol para testigo de su gran valor. Cególe su soberbia y permitiólo Dios para defensa y amparo de sus fieles y confusión de este cruel y soberbio enemigo… Siendo ya de día se tocó al arma… aunque estaba nuestro escuadrón muy bien formado y con gente muy valerosa y bien disciplinada, dicen que rompieron los indios por un lado, sin tener atención a la mosquetería que de nuestra parte defendía la entrada y que si algunos valerosos capitanes españoles no hubieran arresgádose oponiéndose a su furia, hubieran alcanzado los indios aquel día una gran victoria… comenzaron a caer muchos de los indios, y entre ellos capitanes muy nombrados y gente muy valerosa, con que comenzaron los demás a retirarse y Butapichón, muy aprisa, porque quiso Dios humillar su soberbia y favorecer a los nuestros con una de las más gloriosas victoria que han tenido en aquel reino”. (3)

“El gobernador, que tenia entendimiento de primer orden, conoció luego el carácter de los indios, i persuadido de que importaba poco su prision, i se aventuraba ménos en su libertad, sin dificultad entró por este partido. Les regaló mucho, i despedidos cortesmente, les encargó propusiesen a los de su nacion la paz, que estaba, pronto a concederla con buenas condiciones, i al mismo tiempo bien preparado para una ventajosa guerra, como ellos mismos habian visto.

“Luego manifestó Butapichun que los aparatos de guerra que vio ir con el gobernador no le causaron la menor alteracion. Seducido de una insensata soberbia, estaba persuadido que todo el poder de España no era bastante para oponerse a sus designios… En breve tiempo obtuvo Butapichun cinco mil hombres, i resolvió atacar con ellos la plaza de Arauco. Se tuvo esta noticia en la frontera de San Felipe de Austria, i el sarjento mayor la pasó al gobernador i éste al maestre de campo que mandaba la plaza amenazada. (Enero 18 de 1630.)

El Gobernador Lazo de la Vega, “…había comprendido que con los elementos y recursos que tenía a su disposición, no sólo le era imposible dar término a la guerra araucana sino que le sería muy difícil afianzar la paz en la parte del país ocupada por los españoles. Desde Yumbel había escrito al Rey que de los 1.600 hombres que componían el ejército de Chile, 600 eran viejos e inútiles para el servicio de las armas, y que se proponía reemplazarlos tan pronto como tuviese gente con que sustituirlos.

“Será necesario, agregaba, que si V.M., hallando conveniencia en los que le propongo (el envío de un socorro de tropas), me lo enviare y que sean 2.000 hombres, y que vengan con armas, y cantidad de otros mil de repuesto, de mosquetes, arcabuces y hierros para picas, que acá hay maderas para astas, por el embarazo de traerlas, que las que hacen en el Perú son malas y caras.

“por más fundamento que el Gobernador de Chile tuviera para justificar este pedido, no debía hallas en la corte la acogida conveniente porque España no estaba en situación de prestar auxilio a sus colonias.

Butapichón y Lientur, tan audaces como temerarios en sus estrategias de guerra continúan con sus acciones haciendo crecer en los españoles el temor de un levantamiento general que pusiera en riesgo todos los avances obtenidos durante la conquista, al extremo que el Gobernador Lazo de la Vega, en carta dirigida al Rey, escrita en Yumbel el 27 de abril de 1630, manifiesta su temor de un ataque a la Capital, “… noticia que había recibido por medio de sus espías, y que el plan del enemigo era ocultar sus movimientos en las montañas y bajar al valle por el paso de Rancagua”. (5)


Respecto de la misma carta, escrita al rey desde Yumbel otro autor indica más antecedentes.

“En todas las ocasiones de embarcación que ha habido… he escrito a V.M. dando cuenta del discurso de mi biaje y sucesos por cumplir con las obligaciones de lo que V.M. me tiene encargado.

“Luego que llegue á una al estado de Arauco con 120 hombres no puse la mayor fuerza en él por ser más seguro que el tercio de San Felipe de Austria, endonde envie 250 por ser paraje avierto y haber andado la guerra en él mas viva estos años, pertrechos con lo que truje y aguardamos.

“… por las asperesa y lo largo del camino que llevava y ser tiempo en que los campos estaban agotados supuesto que al enemigo no se le halla cuerpo (pensión grande de esta guerra) me retiro al justo cuidado de mis fronteras asi por estos enemigos como por ser este mes y los que entran en el que los (corsarios) de Europa infestan estos mares y ser este cuartel de San Phelipe (Yumbel) paraje donde se atiende á todo para los avisos que se pueden ofrecer dar al Peru.

“Dios guarde a V.M. tantos años como la cristiandad á menester”. (6)


Las batallas importantes y pequeñas escaramuzas no dan tregua a ambos bandos… “Restituido (el gobernador Lazo de la Vega) a la Concepción, aceleró la salida contra el rebelde país de Puren, i puesto en marcha, con setecientos españoles i cuatrocientos ausiliares, se dirijió al Biobio, atravesó la plaza de Nacimiento, internó por Angol hasta la ciénega de Puren i lago de Lumaco. No le presentaron batalla los indios, ni pudo adquirir noticia de ellos. Se metieron en los montes con sus familias, miéntras pasaban por su país los estragos de la guerra. El gobernador entregó al fuego todo lo que podía servirle de pábulo, i regresó a la frontera de San Felipe (Yumbel) con algunos prisioneros, que por confiados o curiosos no se ocultaron en los bosques, como hicieron los demas. I aflijido de la fiebre, que le causaba la habitual dolencia que padecía, se retiró a la plaza de Buena Esperanza para medicinarse i descansar de las fatigas de la campaña, que hizo sin la menor consecuencia, (abril de 1630), i dejó encargada la línea divisoria a Rebolledo, que le prometió no pasaría por ella Butapichun sin ser descubierto.

“Este famoso araucano, que le dejó entrar en sus tierras, i no pensó hacerle oposicion para hacerle emplear las fuerzas en vano i desvanecerlas en marchas de ninguna consecuencia, determinó hacer represalias de las hostilidades que sufrió su pais. Tomó quinientos hombres escojidos, i burlado del vijilante cuidado de Rebolledo, pasó el Biobio por Coinco, paraje situado a la entrada de la cordillera por la caja de este río, tres leguas mas arriba de la plaza de Santa Bárbara… i pasando tambien el de Laja por su union con el de Rucue, se metió en la provincia de Chillan, i devastó su comarca. Dado el golpe de mano, emprendió la retirada por donde hizo la entrada con muchos cautivos i ganados vacunos i caballos.

“Luego que el gobernador tuvo esta noticia, aunque se hallaba enfermo, se puso a caballo, contradiciéndolo todos sus capitanes, con cien ausiliares i doscientos soldados de caballería, que cada uno conducia un infante a la grupa. Salió a buscarle, i a las ocho leguas de marcha dió con la huella. Al siguiente dia la siguió hasta las cuatro de la tarde, que por fatigados los caballos determinó alojar al norte del rio Itata, en el paraje llamado los Robles, situado cerca del rio Chodban, en la pradera de Quilaleu (mayo 11 de 1630)… Apretado de la fiebre que le incomodaba, se tendió en el campo sobre la verde yerba, sin recelar que podia tener mui cerca a Butapichun. Este se mantuvo en puntual observacion de los movimientos del campo español, i cuando le pareció que habia mas descuido, se echó sobre la caballería con ímpetu furioso. El gobernador montó a caballo, i con doce oficiales reformados de su guardia, que le guardaban la espalda, restituyó el buen órden i se trabó una sangrienta batalla. Después de una hora de dudoso combate, reconoció Butapichun su pérdida. Se hallaba herido de peligro i se acercaba la noche, i para no perder la presa que llevaba, dejó el campo de batalla, i en él doscientos cincuenta hombres que perecieron de su partida. Pero se retiró mui airoso porque nada perdió de la presa: i mui ufano porque llevó un jubón o casaquete de escarlata que se le cayó al gobernador en el combate, i usaba de él como trofeo en todas sus asambleas. El gobernador no pudo seguirle, pues apénas quedó alguno sin herida, i los caballos estaban fatigados de la marcha i de la funcion, que fue un violento choque. Murieron un capitan, cuarenta soldados i muchos ausiliares. Al dia siguiente se retiró a Buena Esperanza, i de allí pasó a la ciudad de la Concepción á medicinarse i poner órden en el gobierno político i materias de justicia. (1)

Sobre esta misma batalla el relato de otro autor.

“El Gobernador se encontraba en esos momentos acampando en el fuerte de Yumbel; pero sus enfermedades lo tenían postrado en cama. Sin embargo el 13 de mayo, al tener la primera noticia de la entrada de los indios de guerra, mandó poner sobre las armas un cuerpo de cuatrocientos soldados españoles y de cien indios auxiliares, se colocó él mismo a su cabeza, y emprendió aceleradamente la marcha, haciendo que la caballería llevase a los infantes a la grupa… En la tarde del 14 de mayo en el sitio denominado Los Robles, (mientras los españoles descansaban creyéndose fuera de todo peligro)…Los indios de Butapichón, ocultos en los bosques vecinos…creyendo que la ocasión era propicia para empeñar el combate, salieron del monte a carrera tendida por tres puntos diversos, y cargaron sobre sus enemigos, con tanto ímpetu que no fueron sentidos sino cuando habían dado muerte a algunos de estos, y atropellado las caballadas, que a su vez desorganizaron la retaguardia española cuando iba llegando al campo.

“Esto duró más de una hora sin que conociese soldado a su capitán, ni capitán a soldado, dice un cronista contemporáneo. Todo era voces, y todo una confusión horrible. Peleábase desordenadamente, pero con maravilloso valor”. (5)

“Meditaba el gobernador sacar alguna jente de la capital i su distrito. Conocia tambien las dificultades de conseguirlo, i que para vencerlas era indispensable su presencia. Tambien sentia dejar la frontera, i dudaba el partido que habia de tomar. Sus talentos de primer órden hallaron medios para separarse de la perplejidad. Dispuso resguardar la línea para asegurar el territorio. Mandó quitar los techos pajizos de las obras reales en todas las plazas de la frontera i que se cubriesen de teja, i libró su costo en el caudal del situado, que, aunque salia del real erario, se reputaba un ramo separado ya de la real hacienda, consumido en el ejército, i sus destinos al arbitrio del gobierno. Nombró de su lugarteniente a don Alonso de Córdoba i Figueroa, con órden de residir en la ciudad de la Concepción. El empleo de maestre de campo que dejó Córdoba lo dió a don Fernando de Zea, i puso a su cargo el estado de Arauco. Mantuvo a Rebolledo en el de sarjento mayor para que defendiese la frontera de San Felipe i guarnecido todo con mil trescientos españoles i seiscientos ausiliares que servian a sueldo del rei, no habia motivo de recelar.

“Concluidos los dias de regocijo, consultó a la Real Audiencia la necesidad de reclutar jente para el ejército, que se hallaba mui bajo aun con la entrada de los quinientos hombres que llevó de Lima. Les hizo ver el mal estado en que se hallaba el obispado de la Concepcion, i el soberbio orgullo de los indios con la victoria de sus dos últimos jefes, Lientur i Butapichun, i salió del acuerdo se enarbolasen dos banderas de infantería i un estandarte de caballería.

“Se estrecharon las órdenes para la leva, í en 1° de noviembre del mismo año de 1630, marcharon a la Concepción ciento ochenta hombres que se juntaron.

“No se detuvo el gobernador en la Concepción i se trasladó luego a la plaza de Arauco. Halló al maestre de campo embarazado sobre la fidelidad de los ausiliares. Conoció el gobernador que vacilaba no por voluntad, sino por temor. Sabían del poderoso ejército de Butapichun i le suponían vencedor, i querían tener parte en la victoria pasándose a los enemigos al tiempo de la batalla, para salvar la vida. Para salir de esta duda i afirmarles en la fidelidad, dispuso que el teniente Estévan de la Muela saliese con trescientos ausiliares i cien españoles, con orden de internarse hasta la provincia de Ilicura a tomar algunos prisioneros, que diesen noticia de la situacion i estado del ejército de Butapichun i Queupuantú, que nada se sabia de ellos, porque tenían interceptada la comunicación. Volvió Muela con treinta prisioneros i cincuenta caballos de que hizo presa en el territorio de Queupuantú con la circunstancia de venir entre los prisioneros tres mujeres i dos hijos de este jeneral. (Diciembre 20 de 1630.)

Luego de otros encuentros entre ambos ejércitos… “Destinó el gobernador a las obras reales del presidio del Callao sesenta prisioneros. Envió otros a las obras públicas de la frontera i de las ciudades de aquel reino i dejó en prision a los mas principales para rescate de nuestros cautivos. I con ánimo de enmendar la inadvertencia de no haber seguido a los enemigos vencidos, resolvió salir a buscarles. Tuvo noticia de que Butapichun se curaba de las heridas (recibidas en batalla) en Colpin i que poco escarmentado… juntaba jente para otra batalla i marchó luego para la frontera de San Felipe. Dió orden al maestre de campo Zea para que el 20 de enero (1631) estuviese sobre el Biobio en Negrete con las armas de Arauco. Llego a la plaza de San Felipe i envió al indio Chanque, valiente capitan de auxiliares con veinte hombres de su compañía para que adquiriese noticia de la situacion del enemigo. A los ocho días regreso Chanque con ocho prisioneros, que descubrieron hallarse Butapichun en Colpin i que en la parcialidad de Ricura situada al mediodía del rio Caiten se hacia una junta numerosa para tratar de poner ejército en campaña.

“Con esta noticia salió el gobernador para Negrete donde le aguardaba el maestre de campo, a quien dio cuatrocientos hombres para que guardase las riberas del Biobio mientras él hacia la espedicion. Salió de allí con mil doscientos hombres, incluso los auxiliares. Puesto en Huillimahuida, dispuso que el sarjento mayor Rebolledo se adelantase con la caballería i los auxiliares sobre Ilicura i que él seguiría con la infantería hasta Colpin en demanda de Butapichun con designio de esperar el éxito de la comision sobre el rio de este nombre.

“Llegó Rebolledo a Caiten i se adelanto a hostilizar la comarca de la Imperial. Los destinados a quedarse, tanto capitanes como soldados alzaron la voz con palabras de poca subordinacion i de ménos respeto. Atribuyeron aquella maniobra a la codicia, en la que tenia dadas bastantes pruebas Rebolledo i le reconvinieron no con pocos ejemplos de su interés particular. Se persuadieron que se adelantaba con los de su faccion, por dejarlos sin derecho a la presa i esclavos que se tomasen. Faltaron a la obediencia; pasaron todos el rio, i fueron a la empresa. Desbarataron las ideas de Rebolledo i no se hizo la espedicion con el suceso que pudo i debió haber sido”. (1)

“Los caudillos Lientur y Butapichón,…reunían un ejército de siete mil guerreros, y sus partidas exploradoras se adelantaban hasta las inmediaciones de la plaza de Arauco para recoger noticias y para inquietar a los españoles. Todo hacía presumir que aquellos lugares iban a ser teatro de graves y trascendentales sucesos”.

“Advertido de todo esto, el Gobernador se trasladó también a la plaza de Arauco. Redoblando la vigilancia, adquirió más completas noticias acerca de los proyectos del enemigo. Convencido así de que en breve tendría que resistir un ataque formidable, se preparó activamente para resistirlo, reconcentrando, al efecto, en aquella plaza todas las fuerzas de que le era permitido disponer. Llamó a su lado las tropas de caballería de la división que estaba acantonada en Yumbel, y reunió de diversos puntos todos los indios auxiliares que podían inspirarle absoluta confianza. El 11 de enero de 1631, teniendo el enemigo casia a la vista, pasó revista a sus tropas y contó ochocientos soldados españoles y setecientos indios amigos.

El día 13 de enero, luego de aprestos y tentativas varias por parte de ambos, se producen los encuentros de guerra en “… unos pantanos a que los españoles daban el nombre de Albarrada…”, con triunfo para los conquistadores.

“Esa victoria que, sin duda, era la más importante que jamás hubieran conseguido los españoles en Chile, debía alentar su orgullo y sus esperanzas de llevar a término la guerra”. (5)


Las diversas acciones de aquella prolongada guerra, de conquista por una parte y defensa de la libertad, territorio y autonomía por la otra, proseguían y el Gobernador, que también debía atender los asuntos administrativos del territorio, se encontraba en la Capital.

“Saliendo de Santiago el 20 de noviembre de 1631, Lazo de la Vega llegaba el 7 de diciembre al campamento de Yumbel donde sus capitanes tenían sobre las armas y listo para entrar en campaña un ejército de mil ochocientos hombres entre españoles e indios”. (5)

De esta forma parte a incursionar las tierras del sur.


1632: “En la primavera emprendió el Gobernador una nueva campaña. Partiendo de Santiago a fines de noviembre, llegó en pocos días al campamento de Yumbel, donde lo esperaba la mayor parte de su ejército. Demoróse allí casi un mes entero en hacer sus aprestos militares, en equipar convenientemente sus tropas… El 1 de enero de 1633 se ponía en marcha para el sur a la cabeza de 1.800 hombres…”.

Quemando y arrasando sembrados y chozas y “castigando con la pena de muerte a los prisioneros que se habían señalado como cabecillas en las correrías anteriores… Por lo demás aprovechó las ventajas de su situación para sacar de su penoso cautiverio a algunas mujeres españolas que desde tiempo atrás vivían entre los indios. Al regresar a sus cuarteles de Yumbel, habría podido creer que estos no se atreverían por entonces a cometer nuevos actos de hostilidad”. (5)



Veamos un relato, más extenso, sobre los hechos de esta época.


“Antes que se dejasen ver los rigores del invierno (1632), distribuyó el gobernador la tropa por las plazas de la frontera i la dejó resguardada con un campo volante que debía batir toda la ribera septentrional del Biobio.

“Estableció la disciplina que se debía observar en el ejército y marchó para la ciudad de Santiago. Con los buenos sucesos de la pasada campaña entró en ella con derecho a mayores aplausos (mayo de 1632).

“Dejemos al gobernador en el país de la paz (Santiago) i volvamos al que lleva todo el peso de la guerra. Butapichun por la frontera de San Felipe (Yumbel) i Huenucalquin por la de Arauco hacían su deber. El primero hizo repetidas incursiones sobre las estancias, pasando i repasando el Biobio con tanta rapidez, que siempre dejó burlada la ciencia militar de Rebolledo. Provocado éste de las correrías de Butapichun, pasó el Biobio por la plaza del Nacimiento i se condujo hasta Puren. Entro en la ciénaga, (junio de 1632) i hallo las balsas de los enemigos a la orilla del lago. Aguardó la noche, i en toda ella hizo el traspone de su jente, i al asomar el dia siguiente, dio sobre las chozas i cautivó mas de cien personas, dejando muchos muertos. Dos dias se mantuvo allí quemándoles las habitaciones i víveres que tenian acopiados, i se retiró sin perdida. Esta sorpresa les atemorizo de modo que se internaron a vivir en la Imperial i en mucho tiempo no se dejaron ver en la frontera.

“Regresó el gobernador de la ciudad de Santiago a la de Concepción de donde se traslado a la plaza de Buena Esperanza (enero de 1633). Dispuso todo lo necesario para la campaña i salir a ella. Pasó el Biobio por Negrete i marchó hasta el rio Colpí. Destacó al sarjento mayor Rebolledo contra la parcialidad de Pellahuen i nada hizo porque hallo desembarazado el pais. Incorporado Rebolledo, se dirijió el ejército a Puren con todo el rigor de la guerra. Todo era confusion i horror. Talaba i devastaba aquel fértil i hermoso territorio i todo lo entregaba a las voracidades del fuego. Miraban aquellos hombres la ruina de su pais sin sobresalto; i se fueron muchos al gobernador i le ofrecieron la paz por evitar la total destruccion de sus sementeras. Ella fué finjida i de necesidad i lo acreditó la esperiencia con Guayquimilla, jefe de esta partida, que mantenía secreta intelijencia con los rebeldes, i su infidelidad le condujo a morir entre cadenas.

“La provincia de Puren era el principal cuidado del gobernador. De allí volvió sobre la frontera, dejando en emboscada al capitan Juan Vazquez de Arenas con cuatrocientos hombres. Logró Vazquez el lance. Les tomó por la espalda i les mato diez i les hizo veinte prisioneros que fueron pasados por las armas…

“El gobernador dio por concluida la campaña i se retiró a la plaza de Buena Esperanza. En ella recibió mensajes de la Imperial i sus provincias confinantes solicitando la paz. En prueba de su sinceridad le enviaron tres españoles cautivos sin rescate. Les recibió i oyó con agrado i les correspondió el obsequio, i despidió cortésmente sin concluir cosa alguna sobre su legacía.

“Butapichun junto cuatro mil hombres para hacer una tentativa de su fortuna. Se propuso hostilizar la frontera de San Felipe i sublevar a los ausiliares. Todo le parecía fácil a su viveza. Sus capitanes le proponian otra espedicion mas segura, i era: hacer una entrada sobre la provincia de Chillan... Despreció la proposicion que era poco conforme a su ardentía i determinó llevar a efecto la resolucion. Llego a noticia del gobernador esta empresa i salió a esperarlo en el rio Laja; pero noticioso Butapichun de esta espera, concibió inútil i peligrosa la espedicion i deshizo su ejército.

“El gobernador, aquejado de su dolencia, se trasladó a la capital por ser en ella más templado el invierno. Rebolledo salió en demanda de Butapichun que se hallaba en los montes subandinos. Al pasar el Biobio, fue descubierto de los centinelas araucanos; i variando de dictamen, se retiró a la plaza de San Felipe. Sobre su misma huella pasaron treinta indios a robar las estancias situadas en las llanuras de Itata hacia los Andes. Envió contra ellos a Domingo Parra, capitan de indios de paz de San Cristóbal, que dió con ellos i solo un araucano salvo la vida.

“Pasado el invierno i la primavera, llego el gobernador a la plaza de Buena Esperanza (diciembre de 1633). En ella halló a cincuenta indios principales de la Imperial, que le pedían la paz para evitar la desolacion de su territorio, persuadidos de que llegarian a ella los estragos de la guerra en la próxima campaña. Les recibió con agrado i del mismo modo fueron despedidos, reservando los tratados de paz para cuando diesen pruebas de su firmeza i se volviese a poblar la ciudad que da nombre a su pais.

“Puesto el gobernador en la plaza de Buena Esperanza, mandó que saliese Rebolledo (en estos momentos ocupando ya el cargo superior de maestre de campo) (febrero de 1634) por la costa con novecientos españoles i ausiliares. Internó hasta Tirua i Caicolmo. Quitó la vida a muchos i uno de ellos fué Curimilla, partidario de mucha fama, que hizo muchas muertes en los ausiliares de la parcialidad de San Cristóbal. (1)


1634: Informe sobre Laso de la Vega presidente de Chile (1634) escrito por don Lorenzo de Alnen, (en realidad llamado Lorenzo de Arbieto), primer secretario de éste gobernador. Contiene un extenso detalle de lo obrado por él.

“En la fuga de estas y otras muchas diligencias se hallaba (el gobernador Laso de la Vega) cuando recibió cartas de la Real Audiencia de Santiago… de la continuación de adbersos sucesos… y cuya sustancia por mayor fue que el reyno estaba á pique de perderse por haber entrado Leeantur y Putapichon y haberse destruido las estancias del contorno de la Concepción, quemandolas y asolandolas y llevandose la gente de ellas asi Españoles como indios y que saliendo el tercio de San Felipe de Austria que guarda las fronteras de afuera peleo el enemigo con él en el paraje de las Cangrejeras, lo desbarato, mato y cautivo noventa y cinco Españoles con tres capitanes, uno de caballos y dos de infantería y cantidad de indios amigos y que caia esto sobre haber entrado el sargento mayor Juan Fernández Rebolledo que governaba dichas fronteras á la Imperial… y que el martes santo del año 1629 habia entrado el enemigo en la ciudad de Chilan, habia corrido las estancias y llevado gran presa de indios y ganados y que saliendo el capitan Osorio corregidor de ella le mataron a el, a un hijo y un yerno suyo y siete o ocho soldados de su compañía y hecho otros destrosos…

“A cinco de abril de 1630 bolvio Su Señoria al Tercio de San Felipe a disponer las materias de la guerra que halló tan caidas que tal vez tubo intercadencia su valor hallando sin rastro de milicia el reyno, los fuertes caidos, la inteligencia de todo postrada…

“… a 29 (de abril de 1630) se puso á caballo el Sr. Presidente para volver al tercio de San Felipe por haber tenido aviso que Putapichón hacia junta con animo de entrar en nuestras tierras… la frontera de san Felipe tiene la reducción de San Christobal con hasta 200 lanzas y la de Talcamávida con otras tantas, son dueños de la tierra y capaz de poca honrra ó ninguna y ay pocos de tan buen corazon que las hagan con fee fuera de que su natural es bajo y su costumbre estar borrachos; discurre V.M. sobre esta gente, sin Dios, sin pulicia, sin honrra, borracho, el mejor sin caveza, sin mas armas que la que la guerra y despojos de ella en tiempos le han dado…

“… entró el enemigo sin ser sentido, maloqueo en un termino llamado Coyanco a 13 de mayo del dicho año de 1630… el Sr. Gobernador estava purgado que lo mucho que hallo que hacer no le dava lugar a curarse, como le molestaba el achaque llegole la nueva á las once del dia citado de 13 y se vistio sin embargo recogio la gente del tercio (Yumbel) y los mas amigos que pudo… no se hallo en campaña con mas de cuatrocientos Españoles y ochenta amigos…(Se hace marcha forzada y al amanecer del día 14) a una hora del día llego Catillanga indio valiente de la reducción de San Cristóbal con nueva de haber encontrado el rastro del enemigo, fuesele al atajo hasta las cuatro de la tarde. El en el monte fue dueño de ver nuestro tercio y nosotros no de verlos á el, los cavallos iban rendidos de llevar dos hombres armados… (la contienda se entabla con presuroso ataque araucano por la retaguardia)…soy tan buen testigo de esta relación que creo fui el segundo herido… en la cara y ojos y brevemente, no fui dueño ni de mi defensa ni del gobierno de mi compañía, el Sr. Governador con la suya… volvio por el desbarate tan bien que a lanza mató 280 indios velicosos… no le dejaron seguir el alcance por ser ya cerca de la noche y hallarse el tercio con mas de 40 heridos y 23 hombres muertos…

“Hasta 14 de mayo no hubo otra novedad en el tercio de San Felipe y asi lo dejare aquí hasta su tiempo.

“… a los primeros de octubre de dicho año de 1630 llegó el castellano don Fernando Bustamante á quien despachó el sargento mayor Juan Fernandez Rebolledo con aviso de haberse venido dos indios… los cuales daban nuevas de que (el enemigo) estaba haciendo llamamiento general de toda la tierra y que eran caudillos de Putapichon y Queopante, con intento de entrar el verano a llevarse los tercios y concluir con los españoles y que tenia numerados mas de siete mil indios con otras circunstancias dignas de reparar, abisando que los tercios estavan faltos de armas y caballos.

En enero de 1631 se captura un araucano… “amigo y consejero de Queopante, de mas de cincuenta años, astuto y habló con el desenfado que pudiera en su tierra… Preguntosele si saviendo Putapichon y Queopante que el Sr. Gobernador estava en Arauco con tantos Españoles tan bien armados y con tantos amigos retorcería del intento que traia. Respondió que por esta parte seria más cierto y que no pusiesen duda en que serian despojo de la junta por que no podia tener bastantes fuerzas para resistir la que venia…

“Ay en las fronteras de afuera, sujetos al gobierno del sarjento mayor del reyno que las govierna, el fuerte del Nacimiento… el de San Rosendo está de la parte de dentro del Biobio, el del salto de la otra banda de la caja, el de Talcamávida guarda su reduccion orilla del dicho rio mas cerca de la Concepción, el de San Cristóbal tambien guarda otra reduccion de amigos, tienen estos fuertes cada uno su iglesia y el de Buena Esperanza estancia del rey y todos los referidos estan ya de pared y tejas yen este de Buena Esperanza hecho cubos y granero lo a fomentado Su Señoria de manera que ha de ser lugar de para lo que aca se platica.

“… por la parte de San Felipe de Austria ay mas de 18 leguas sin encontrar casa poblada y ya castigados como V.M. á visto se prometian vivirían con mas recelo, hallabase imposibilitado de poblar por falta de gente y aun que trato de pasar el tercio de San Felipe a Angol… se hallaron embarasos en no poder sacar indios de las reducciones que poner en su conserva y sin ellos se conservaria mal…

“A primero de setiembre del dicho año de 1633 dio orden a Juan Fernandez Rebolledo sarjento mayor del reyno que con el tercio de á fuera (Yumbel) hiciese una entrada a Purén que por estar tan lejos y el rio Biobio de por medio se hacen con gran riesgo, pero con dias bonancibles que hubo paso la gente en chatas y pontones (embarcaciones menores) que el Sr. Gobernador á hecho después que govierna… y hizo la mayor suerte que se ha hecho en Puren después que dura esta guerra, mato treinta y cinco indios, cojio noventa y seis piezas (prisioneros), quemo muchos ranchos llenos de comida que en inbierno por las muchas aguas las sacan de los silos en que las tienen los veranos, cojio doscientos y cincuenta caballos, mato mas de 24 cavesas de ganado, cojiole armas de acero, cotas, arcabuces y se retiro sin perdida alguna.

“Es costumbre de este enemigo cuando algunos de los que fueron nuestros amigos se rebelan y ban al enemigo y se hallan mal, venir con alguna nueva; a 25 de março de1633 llegaron dos avisando que estaba junto el enemigo para venir sobre el tercio de San Felipe de Austria… a sido tanto esta nueva y reforsavase de manera que obligo á juntar el mayor numero de gente que se pudo para aguardarle… por haver avisado un indio que el apo (gobernador) estaba tan prevenido como en Arauco mudó Putapichon de parecer y deshizo la junta.

“Habiendo dado orden Su Señoria al sarjento mayor del reyno Juan Fernandez Revolledo que saliese con su tercio (Yumbel) á tierra del enemigo á las de Putapichon lo hizo por el mes de diciembre, enfrentandose con un pequeño numero (de araucanos)… quedaron nueve muertos y veinte cautivos escapandose solo uno que llevó el aviso á sus tierras; hubo algunos heridos de los nuestros pero no peligró ninguno; los diez y siete de ellos se pusieron en el fuerte de Buena Esperanza para trabajar en la obra que alli se estava haciendo.

“La de Buena Esperanza llamada estancia del Rey se sustenta y alienta por estar dos leguas del tercio de San Felipe de Austria y a necesitar se provee de su granero fuera de que la mayor conveniencia que tiene es que a su calor se sustenta la chusma de las reducciones de San Cristóbal y Talcamávida.

“Recojiendo las sementeras está el tercio de San Felipe (1634) el resto de enero y todo febrero y como frontera abierta y que guarda todo el contorno de la Concepción se aplica a ella la mayor fuerza del ejercito y todos los sobresalientes y el capitan general la asiste con sus capitanes, este año ha faltado de ella Su Señoria por que desde que bolvio de Puren hasta la fecha de esta á pasado tan graves enfermedades que llegó ora de temer su falta…

Concepción de Chile 16 de março de 1634

Dn. Lorenzo de Alnen” (6)


1637: Sale el Gobernador Laso de la Vega desde Concepción los primeros días de 1637, reúne en Negrete la mayor parte de sus tropas, se adentra en territorio araucano y… “En un detenido acuerdo que celebraron sus capitanes, se resolvió fundar una sola población, ya que la escasez de recursos no permitía otra cosa, y se designó para este efecto el sitio que había ocupado la antigua ciudad de Angol. Sin tardanza se dio principio a la construcción de los bastiones y cuarteles. El capitán Santiago de Tesillo (soldado y cronista) fue encargado de trasladar allí las familias que durante los años anteriores se habían agrupado en los alrededores del campamento de Yumbel. A fines de enero la población quedaba establecida con el nombre de San Francisco de la Vega de Angol, y pasó a ser el asiento de la división española encargada de defender toda la parte de la frontera que cerraba el valle central del territorio, así como la plaza de Arauco debía resguardar la región de la costa”. (5)

“Con el repuesto de jente i útiles que le llegó del Perú resolvió levantar una poblacion. Consulto con los capitanes de los indios ausiliares i con los prisioneros que hablaban de la paz (como si estando presos habian de tratar de guerra) sobre el paraje de su situacion; i acordaron fuese en Angol. I de sus resultantes (enero de 1637) mando delinear i trazar la ciudad de San Francisco de la Vega. Nombró justicia i vecindario, i demoliendo la fortificacion de San Felipe (Yumbel), traslado a ella su guarnición que era de setecientos setenta españoles a las órdenes del sarjento mayor. Esto debió haber hecho luego que entró el gobierno, no aniquilar a la capital con levas i al ejército con una guerra que nada contribuia a la sujecion de los indios, como se lo acreditó la esperiencia i puso tarde el remedio”. (1)


GOBIERNO DE DON FRANCISCO LOPEZ DE ZUÑIGA, MARQUES DE BAIDES (mayo 1639 – mayo 1646)


Informe de la real audiencia al Rey sobre el estado de Chile (1639)

“… la población y tercio que militaba en Yumbel de donde se sacó habrá tres años que pareció conveniente al gobernador que la resolvió, y á los capitanes que lo aconsejaron se pusiese, como se hizo en Engol, no ha correspondido, ni dado los efectos, y progreso que se esperaron…

Santiago de Chile, 14 de Set. digo de Noviembre de 1639.

El Marques de Baydes y los Oidores.” (6)



1640: “Despues de haber despachado la corte al marqués de Baides para Chile, se trató de enviar alguna tropa conceptuando conveniente su trasporte por las instancias con que la pidió el caballero Lazo de la Vega; se aprontó un cuerpo de cuatrocientos hombres… que llegó felizmente a su destino i tan a buen tiempo, que se hallaba el ejército de aquel reino en disposicion de salir a campaña.

“Orientado el marqués de la buena disposición de los indios para entrar en concierto de paz, dispuso que el maestre de campo i el sarjento mayor con los tercios de su liando (Arauco y Yumbel) pasasen a la plaza del Nacimiento, donde determinó la union del ejercito. El tambien salio de la Concepción (diciembre 18 de 1640) con mucha parte de los vecinos nobles de aquel reino i con la mayor tropa para la misma plaza. Unidas todas las tropas, atravesó el marqués el Biobio con el más lucido ejército que hasta entónces vió Chile en aquellos tiempos.

“No se detuvo aquí mas tiempo que el indispensablemente necesario para cumplir con su piedad i acompañado de Butapichun, Antuhuenú, Chicaguala, Cleantarú, Liencura i Loncopichun llego al paraje destinado para la asamblea. Antuhuenú iba delante con un ramo de canelo en la mano, que es su jeroglífico de paz i salieron a recibir al marqués muchos caciques de Osorno, Valdivia i Villarica (enero 6 de 1641) i no pocos de la parte setentrional del río Tolten. Con esto celebro la asamblea i se les prometió desalojar la ciudad de San Francisco de la Vega i quedo desembarazado todo el país sub-andino i de llanos; se les concedió escepcion de tributos i la gracia de no ser encomendados; que no se trataría de reducirlos a vivir en pueblos i que los indios cristianos fuesen libres para residir donde quisiesen.

“De aquí paso el marqués a la parcialidad de Lumaco i estipuló lo mismo con treinta caudillos de las provincias de Angol, Quechereguas, Puren, Repocura i otras de sus comarcas… Consiguieron aquellos indios con la infidelidad i rebeldía lo que no pudieron alcanzar los Tlascaltecas (indios aborígenes mejicanos) i otros con una constante fidelidad. Salia Butapichun con su pretendida independencia, que sus descendientes conservaron ilesa hasta hoi i se retiró a Tomeco, donde concluyó sus días en paz”. (1)


“RELACION DE LAS PACES QUE CAPITULÓ CON EL ARAUCANO REBELADO EL MARQUES DE BAIDES”


“Levantó la cerviz el nunca domado y mal sufrido araucano, y sacudiendo el yugo que apenas le había puesto el español, se volvió contra él y amotinadas las provincias y pueblos, dieron a un tiempo sobre nuestras ciudades, fortalezas y presidios, y quitando la vida al gobernador Martín García Oñez y Loyola (1598), la quitaron juntamente a mucha parte de la nobleza chilena, pasándolos a cuchillo… y llevaron cautivos a los españoles que quedaron, con todas la mujeres y niños, de quienes se han servido como de esclavos por espacio de más de cuarenta años, en que no solamente se han hecho fuertes y defendídose de las armas españolas del real ejército que milita en el estado y castillo de Arauco y en el campo de San Felipe (Yumbel) y fuerte de San Cristóbal, Talcamahuida y otros muchos…” (3)


Españoles y araucanos, cada cual en el ámbito de sus convicciones, tenían inclinación a creer en señales agoreras o reveladoras del porvenir, que de acuerdo a sus particulares maneras de interpretarlas presagiaban buenos o malos resultados para sus empresas. Fue así como se presentan los fenómenos de una naturaleza esquiva e imprevisible como la de nuestro país.

“Y comenzando esta relación, dé principio a ella lo que parece le dio de parte de Nuestro Señor ablandar los duros corazones de aquellos rebeldes araucanos y moverlos a rendir las armas y tratar las paces.

El primer augurio, positivo para los españoles, fue la presencia en los cielos de águilas reales (de dos cabezas), “…la segunda señal fue la que por el mes de febrero del mismo año de 40 (1640) se vio y sintió en todas sus tierras, de que dan fe los indios, y los cautivos españoles lo testifican con toda aseveración y aún en nuestros presidios y tierras de paz resonó el eco, sin saber de dónde naciese, juzgando en el campo de San Felipe (Yumbel), cuando oyeron el estruendo, que disparaban mosquetes o piezas de artillería en los demás fuertes vecinos a él; y en estos, juzgando lo mismo del de San Felipe, hasta que nuestros reconocedores lo fueron también del desengaño, averiguando el caso.

Se trataba de una erupción del volcán Villarrica que “…comenzó a arder con tanta fuerza que arrojaba de dentro peñascos y grandes montes encendidos…mal parieron todas las mujeres que en todo aquel contorno había preñadas…Viéronse en el aire ejércitos y escuadrones de gente armada… donde sobresalía y se señalaba un valiente capitán (el Apóstol Santiago) en un caballo blanco, armado con todas armas, y con espada ancha en la mano, mostrando tanto valor y gallardía,…

Estas son las señales que parece ha dado el cielo… de que quiere Nuestro Señor rindan ya su cabello al suave yugo de la cruz y ley evangélica por medio de la obediencia y sujeción a nuestro Católico Rey…” (3)


Sin embargo, la interminable guerra continúa y… “El Marqués de Baides, partiendo de los cuarteles de Yumbel en los primeros días de enero de 1643, reunió al sur del Biobío todas las tropas móviles de que podía disponer y penetró resueltamente hacia el sur…Mientras las tribus de los llanos y de la costa, queriendo salvar sus sementeras (siembras) de una destrucción inevitable, lo acogían haciéndole las más ardorosas promesas de amistad, los indios de las faldas de la cordillera se mostraban abiertamente hostiles, y fue necesario enviar algunos destacamentos a perseguirlos y destruir sus campos, sus chozas y sus ganados. Toda aquella campaña, sin embargo, no produjo resultados de consideración”. (5)


1646: “En el empleo que la Compañía (de Jesús) tiene con el tercio de quinientos españoles (Yumbel), se ha experimentado ogaño muy gran fruto, desterrando el abuso de juramentos, componiendo muchos discordes, haciendo den de mano a amistades envejecidas de amacebamientos, y que muchos hiciesen confesiones generales por haberlas hecho anuales, con paliación de pecados y sin la justa y necesaria preparación.

“Entre todos vino uno con señales de verdadera contricción, y arrojado a los pies de uno de los nuestros (misionero jesuita), le dijo que venía a hacer una buena confesión por haber callado muchos años sus pecados, haciendo confesiones sacrílegas, y que a esto le movía que la noche antes se le apareció el glorioso San Francisco y mirándole con rostro muy severo, le dijo: “¿Cómo, siendo de mi nombre, vives tan desalmadamente, que ha tantos años no te confiesas bien, encubriendo tus pecados y estando tantos años ha en desgracia de Dios?” Y con esto se confesó, dando muestras de ser verdadera la contrición.

“En el mesmo tercio estaba una persona de puesto (autoridad), señalada no sólo en él, mas en la vida licenciosa y perdida, que sobresalía en la demás soldadesca, que suele tener esto por gala. A éste procuraron los nuestros apartar de los juramentos, blasfemias y juego demasiado (fomento de su distraimento). No pudieron, y al presente no sólo se redujo a enmendar sus desatinos y asentarse en la congregación; más: es el fiscal de los que a ella faltan, corrige juegos, blasfemias y juramentos. A esto le trujo un suceso bien singular, que estando jugando le aconteció. Por una sota perdió continuadas algunas suertes de lo cual, impaciente, tomó la sota en la mano y la dijo: “¿Hasta cuándo me has de perseguir?, Juro, voto a Cristo. ¿O no viniera aquí algún demonio que te me arrebatara de las manos?” No fue tardo ni sordo el invocado, porque al punto, estando sereno el tiempo, vino un furioso remolino que le arrebató la sota y no apareció más, dejando a los compañeros temerosos y a él con el remordimiento de conciencia que le trujo al bien y provecho de su alma.

“Una mujer vino a confesarse con uno de los nuestros; había cuatro años que no lo hacía, y al comenzar la confesión se comenzó a cubrir de un sudor mortal, de modo que pensaba el padre se le desmayaba o moría, según mostraba el semblante; al cabo de un rato volvió en sí, pronunciando el dulce nombre de Jesús, y le dijo: “Ah, padre, qué tormento he pasado, porque el demonio con un nudo me apretaba de modo la garganta, que aun pronunciar el nombre de Jesús no me dejaba, temeroso, sin falta, que yo abriese mi pecho y descubriese la llaga que mi alma tenía; ya con la divina gracia vencí con este santo nombre y deseo hacer una confesión a satisfacción de mi conciencia”; y prosiguiendo, la hizo muy cumplida.

“En este tercio, que tiene por nombre de San Felipe (Yumbel), vivía un hombre muy desalmado, jurador y jugador en extremo, inventando nuevos modos de juramentos que hacían temblar las carnes a los más desbaratados soldados, aun, afirman personas de todo crédito, tenía pacto con el demonio. Había doce años que ni él ni una mestiza con quien estaba amancebado, oían misa, porque la desvergüenza con que estaba con ella era muy notoria. En una enfermedad que tuvo, le persuadía uno de los nuestros refrenase su desordenada vida, propúsole para conseguirlo las eternas penas que le estaban aparejadas, pero por más que en esto se fatigó, no consiguió lo que deseaba. Un día, después de haber convalecido este hombre, desaforado, se salió con su mestiza a un río y sobre siesta se recostaron a dormirla, y despertando primero ella, se halló cubierta de culebras, y a su consorte de la mesma manera, y una mayor que las demás que le ceñía el cuello: Atónita comenzó a dar voces, a las cuales el hombre despertó y la sosegó con decirla que aquel lugar abundaba de semejantes subandijas, y que de aquello no se espantase, que dentro de tres días vería cosas muy mayores. Al cabo de los cuales le vieron salir del cuartel las postas y que enderezando por un lugar apartado se le ponían a los lados dos fieros hombres con sus capotones rebozados, a quienes ni conocieron ni dieron alcance, juzgando podrían ser personas que de lejos no conociesen. Apartáronse del hombre y no los vieron más, ni al desalmado que, entregándose al demonio, en tres días no le descubrieron, hasta que al cuarto le hallaron ahorcado atadas las manos por no favorecerse de ellas. Hízose información del caso por el gobernador del tercio, que era el sargento mayor del Reino, y hallando ser verdad lo dicho, hizo quemar públicamente su ropa, matar todos sus caballos, echar el cuerpo a los perros, y a la mestiza que saliese desterrada del tercio y que pena de doscientos azotes no volviese a él”. (3)



GOBERNADOR FRANCISCO ANTONIO DE ACUÑA Y BAYONA (mayo 1650 – enero 1656)

ALZAMIENTO GENERAL DE LOS ARAUCANOS (1655)

“Los indios de la frontera no sentian bien la guerra contra los Cumcos. Estos les auxiliaban en sus urjencias i les admitian en su parcialidad cuando se refujiaban a ella. No tenian tiempo para sembrar i el único recurso de su subsistencia, que eran los prisioneros, no les sufragaba para mantenerse, porque los obligaban a venderlos a los mismos oficiales del ejército por bajo precio. Todos se comprometieron en poner término a estos males… i acordaron una gran sublevacion en todo Chile.

“No se trató este negocio con tanto secreto que no se llegase a entender, i ellos bastante lo dieron a conocer. El maestre de campo Salazar dispuso que el capitan de indios amigos, Jilberto Catalan, le condujese a Valdivia cuatrocientas arrobas de vino (los indios de Arauco i Tucapel quitaron a Catalan el vino), i fué éste el primer indicio de la mala intelijencia que entre ellos fomentaba para una jeneral conspiracion.

“En este mismo tiempo don Carlos Cisternas, que sucedió en el gobierno de la provincia de Chiloé a don Ignacio de la Carrera, tuvo noticia de la jeneral conspiracion que meditaban los indios... La primera centella prendió en Tomeco, de donde salió la convocatoria para las demas parcialidades i estaba ya en estado de verificarse i nombrado de jeneral el pehuenche Inaqueupu, mui conocido por sus talentos militares, en que siempre se han distinguido los de esta nacion.

“Luego que en la frontera se tuvo noticia de la salida de Inaqueupu, salió de la plaza de Santa Lucía de Yumbel el capitan Bartolomé Gomez Bravo con ciento noventa i cinco soldados de caballería. Se persuadió que marchaba contra un escuadron de cuatrocientos o quinientos indios i solo el que salió por Retamal, a las órdenes de Inaqueupu, era más numeroso. Se halló Gomez Bravo cercado de más de dos mil combatientes en las llanuras del Ñuble. En esta situacion no tuvo otro partido que tomar sino el de la retirada, i la intentó rompiendo por los escuadrones enemigos que le rodeaban i a esfuerzos de su brazo se logró aunque con pérdida de sesenta soldados que murieron. En esta desgraciada suerte fueron comprendidos Gomez Bravo, dos capitanes i el licenciado don Juan Bernal, párroco de Yumbel, que salió en calidad de capellán.

“Inaqueupu perdió triplicado número de jente por el destrozo que hacen en ellos las armas de fuego ántes de llegar al arma blanca.

“Estaba el gobernador tan firmemente persuadido de la bondad i buena fé de los indios de la frontera, que ni este golpe fué bastante para hacerle creer la conjuracion. Atribuyó este hecho a latrocinio de los pehuenches sin noticia i acuerdo de los araucanos i se mantuvo en total inaccion. No se resolvió a cortar la conspiracion que hasta por Chiloé estaba determinada i se le noticiaba de ella; ni a poner a cubierto las plazas i demas poblaciones de la frontera. No hai duda que tan necia credulidad fué eficaz permision de Dios para castigar todo aquel pueblo.

“Mui desagradables eran para el gobernador las noticias de esta sublevacion. Sus súbditos no ignoraban su desagrado. El que de éstos se contemplaba constituido en la obligacion de orientar al gobierno en semejantes ocursos, vencia esta dificultad i no omitía participarlos. Esto mismo le acaeció al capitan don Juan de Fontalba, que desde la plaza de Buena Esperanza a la ciudad de la Concepción, le dijo que tenia en su casa una hija de Leubupillan, cacique de la parcialidad de Tomeco, autor de la conjuracion, a quien se tenia prevenido se pusiese en seguridad, porque dentro de dos días era el alzamiento general… i que él mismo tenia esperimentadas muchas señales de la anunciada conspiracion. Con mucho desagrado oyó el gobernador la noticia, i mirando al capitan Fontalba se produjo con la espresion de ser rumores de envidiosos. No obstante, alguna impresion le hizo la autoridad de este capitan i en el momento salió para la espresada plaza (febrero 12 de 1655) con una compañía de infantería i la suya de oficiales reformados i en la noche del mismo día entró en ella.

“Pocos meses después… salía a luz la gran conspiracion que fomentaba i ardía en los airados corazones de aquellos indios (febrero 13 de 1655). En un mismo momento se echaron sobre todos los establecimientos i sobre las estancias del territorio comprendido entre los rios Maule i Biobio, i atacaron las plazas situadas en su pais interior. Cautivaron más de mil trescientas personas españolas… Se abandonaron las plazas i fuertes sin que quedasen otras que Arauco, Boroa i un fortin en el cerro de Chepe. Arruinaron todas las casas de conversion. Cautivaron a sus conversores i se llevaron i profanaron los vasos sagrados i con sacrílego desacato destrozaron i ultrajaron las santas imájenes i entregaron los templos al fuego. Fué tan jeneral la conspiracion que de mas de treinta mil indios amigos no quedaron de paz mas de treinta. Los demas se rebelaron i fueron los mejores soldados de su ejercito: habian aprendido en buena escuela el arte de la guerra.

“Se hallaba el gobernador en la plaza de Buena Esperanza i todavía no creyó la conjuracion hasta que llegó el alférez Nicolás Gatica con la noticia de haber sido sorprendido (febrero 13 de 1655) en el vado que tiene el rio Laja en Tarpellanca. Pocas horas despues fueron llegando algunos labradores que avisaron la desolacion de sus estancias. El gobernador, sobrecogido de un pueril temor i ajitado de funestos pensamientos por su necia incredulidad i sin fuerzas para oponerse a los designios de los rebeldes, porque las alejo demasiado, no hallaba partido que tomar i mandó desalojar las plazas de la frontera.

“Aumentó más su confusion la presencia de los rebeldes, que bajo las órdenes del cacique Marillanca se pusieron a la vista. Mandó salir una partida de caballería sobre ellos, i aunque don Alonso de Sotomayor i Angulo quitó la vida a Marillanca en batalla singular o desafío, pocos españoles volvieron. Al mismo tiempo que estos regresaron derrotados, llegó el comisario de caballería, don Domingo de la Parra, que por mediacion de una india se libertó de la prision en que le habia puesto Leubupillan i dio la noticia de que intentaban tomar aquella plaza i la ciudad de la Concepción, porque eran donde los gobernadores fijaban su residencia. Todo esto le acabó de intimidar i sin oir representaciones ni discursos de amigos de ánimo sosegado i bien puesto, determino abandonar una plaza bien fortificada, guarnecida, municionada i reforzada su guarnicion con la tropa i vecinos de las de San Rosendo, Santa Lucía (Yumbel) i San Cristóbal que se habian replegado en ella. Salió precipitadamente para la ciudad de la Concepción con toda la jente de aquel fuerte establecimiento i de toda su comarca i fué tanta la aceleracion que no dió lugar a que los sacerdotes consumiesen el Santísimo Sacramento... Dejó la plaza con su artillería i pertrechos i abastecidos sus almacenes de víveres i municiones de guerra. Los vecinos no sacaron de sus casas ni otra ropa, ni mas alhajas que las que cada uno pudo cargar al hombro. Pocas caballerías tuvieron porque de todas se apoderaron los rebeldes. De las mujeres unas dejaban el hijo escondido en el bosque por si acaso vivia; otras le tiraban en el camino porque ya no podian con él; i otras del todo desfallecidas se tendian en el suelo para morir con ménos fatiga. Un alférez mui anciano, cansado ya de servir, quedo en el camino por fatigado i murió en él por desamparado. Tal fué la turbacion de aquel jeneral. Apresuro la marcha. Le parecia que los rebeldes ya le iban a los alcances. Pernoctó con dos soldados ancianos i llegó a la ciudad de la Concepción donde solamente se contemplaba seguro. Al capitan don Juan de Fontalba dejó encargada aquella triste comitiva, que pasaba de tres mil personas, i llegó tambien al mismo destino sin haber sido incomodado de los enemigos. La ciudad i todo su pueblo salió en procesion a recibir el Santísimo Sacramento i le acompaño hasta la iglesia de la Compañía de Jesus; donde fué colocado. Llegaron aquellos hombres, mujeres i niños como si hubieran salido de un naufrajio. Les condujo la inconsideracion de un hombre solo hasta el estremo de la necesidad.

“Los rebeldes, que vieron salir al gobernador, no se persuadieron que dejase sola una plaza bien fortificada i no se arrimaron a ella en muchos dias hasta que advirtieron su abandono. Saquearon las casas i almacenes i entregaron los edificios al fuego. Llegó el incendio al depósito de la pólvora e inflamadas cuatrocientas botijas que en él habían colocadas en un subterráneo, arrancó hasta los cimientos de la poblacion. Hizo tan horroroso estruendo, que puso a los rebeldes en pavoroso espanto i muchos perecieron debajo de las ruinas.

“Antes que reventase esta mina pusieron fuego al templo que tenian los jesuitas. Vieron que no prendia la voraz llama muchas veces aplicada i Huenulemui, indio de la parcialidad de Tomeco, advirtió en una efijie de Jesucristo crucificado, i diciendo: "este mal español defiende su casa, i por eso no arde, muera, muera," le dió una lanzada. Jesucristo renovó las maravillas del Calvario. Abierto aquel sagrado pecho salió una fuente de sangre que se vertió en el suelo i en el vestido del sacrílego bárbaro. Si fué cierto el caso, debemos decir que fué milagrosa la sangre que salió del cuerpo del Salvador herido en la cruz, pero que mayores circunstancias de maravillosa tiene esta sangre. En el Calvario la derramo del verdadero cuerpo i aquí de su imájen, allí de la verdadera carne i aquí de un leño; allí del costado del cuerpo i aquí del corazon de un tronco; allí el mismo Jesucristo i aquí su misma representacion. Causó pasmo i asombro en aquellos bárbaros, i los mas elevados espíritus pudieron tambien admirarse de la piedad del Señor que quiso volver a regar la tierra con su preciosa sangre; i aun todavía mas de la tolerancia en sufrir injurias. Tembló i se estremeció el bárbaro viendo sobre sí la sangre. Pero, ¿qué esperaba, si sabemos que se estremeció la tierra toda, al recibirla sobre sí en el Calvario? El sacrílego lo tuvo a mal agüero, i en verdad que si el piadoso Señor no lo aniquiló allí mismo, buscando su arrepentimiento, pocos dias despues en el ataque que dieron al fortin que levantaron los españoles en la estancia del maestre de campo Rebolledo quedó herido en el campo; conducido a la casa fuerte declaro la causa de su desdicha, i oida de los soldados, allí mismo le despedazaron. Casi todos aquellos sacrílegos tuvieron este fin en aquel ataque.

“Referian los prisioneros españoles que los rebeldes cortaron la cabeza de la sagrada imájen i levantándola en las lanzas, cantaron victoria luego que vieron incendiarse el templo i zaherian a los prisioneros, diciéndoles que ya les habian muerto a su Dios i que ellos eran mas valientes que el Dios de los cristianos. Sobre esto compusieron sus poetas un romance de blasfemias i le cantaban en sus juntas de embriagueces.

“Los mismos desacatos cometieron con la imájen de la Vírjen María Nuestra Señora, pero al bárbaro que puso las sacrílegas manos en ella se le secó i baldó el brazo. Sufrió el Salvador sus injurias con piedad i castigó con severa justicia las que se hicieron a su benditísima madre.

“En el templo de la casa de conversion de San Cristóbal sucedió otro prodijio. Otro indio destrozó con la lanza igual efijie del Salvador i al herirle oyó que el divino Señor le dijo: ¿"Qué os he hecho yo para que me trateis así? Si no os he ofendido en nada, ¿por qué me hieres?".

“No hubo en la provincia de la Concepción establecimiento alguno que no padeciese, ya por los ataques de los rebeldes o bien por la mala conducta de los comandantes. Ya hemos visto la desolacion de Buena Esperanza, San Rosendo, Santa Lucia i San Cristóbal. Veamos ahora la fortuna que corrieron las demas. La del Nacimiento, que era de las mas fortificada, i tenia doscientos cuarenta soldados de guarnicion, resistió los primeros ataques de los enemigos, si no con pérdida de éstos, sin deterioro propio. Conocieron los rebeldes la imposibilidad de tomar la plaza por asalto, i determinaron el menos peligroso, aunque dilatado arbitrio del bloqueo. Pero su comandante, el sarjento mayor don José Salazar, les presentó luego la victoria que deseaban. Resolvió desalojarla i navegando por el Biobio arribar a la de San Rosendo i pasar a la de Buena Esperanza. Se opusieron todos los capitanes a esta imprudente resolucion. Le representaron el poco caudal de agua que llevaba el rio i que sería inevitable encallasen las embarcaciones en los parajes donde se ensancha su cauce hasta cerca de tres millas, i que supuesto que tenían muchos víveres i municiones, seria acertada resolucion esperar a que con las primeras lluvias del invierno tomase el rio bastantes aguas para no encallar. No era militar ni estaba acostumbrado a estos lances de guerra i se dejó poseer del temor i no hubo quien le apartase de su determinacion.

“Para facilitar el viaje i quedar en mejor disposicion de pelear, envió primero a las mujeres i nidos, que eran mas de tres cientos personas, con órden de ponerlas en la plaza de San Rosendo hasta su llegada a ella. Encallaron las balsas i el mencionado las echo en tierra hácia la embocadura del rio Huaque i las dejó a discrecion del enemigo. Volvió aquel desapiadado hombre a la plaza i cuando el sarjento mayor le oyó referir su hecho cruel, enardecido le dio una cuchillada con la espada. Desembarazado Salazar de mujeres i niños, se embarco en un ponton, una barca i algunas balsas i navegó por el Biobio. Halló desalojada la plaza de San Rosendo. Se orientó de que la de Buena Esperanza i sus vecinos corrieron la misma borrasca i habían marchado sus habitantes a la ciudad de la Concepción i volvió a emprender su inasequible navegacion.

“Pero al frente de Monterei, sobre el paraje Tanahuillin, encallaron las embarcaciones. Arrojaron la artillería i todo lo que habia de peso. No surjieron porque era tan poca el agua, que ni para navegar un corcho había suficiente. Los indios, que les seguían por ambas riberas, viéndoles encallados sé fueron el abordaje i les atacaron vivamente. Se defendieron con animosidad aquellos españoles, pero tuvieron la desgracia de incendiárseles una botija de pólvora i ya no pudieron hacer la defensa que convenía, i ninguno se libertó de muerto o prisionero.

“La misma desgracia para los de Talcamávida. Se hallaba ausente su comandante don Nicolás Fernandez de Guiñes i el interino se embarcó con los treinta españoles de su guarnicion en la barca que tenían para transitar el Biobio. A corta distancia del fuerte encalló la embarcacion. Entraron los indios a caballo i todos perecieron en sus desapiadas manos.

“La fortuna rara vez fue constante en sus favores. La tuvo mui brillante el caballero Acuña i Cabrera pero como ya habia sido conducido a la cumbre de la que le tenía concedida la Providencia, era necesario comenzase a descender, porque es tal su desagradable condicion que hasta el no ascender tiene los mismos amargos dejos del descenso. En el de este caballero tuvieron mucha parte la relacion i codicia de su mujer. Irritada ella en su interior, porque su marido separo del empleo de Maestre de campo a su hermano, vertió la maliciosa especie de que la sublevacion de los indios tuvo su causa principal en la rabiosa envidia que suponia en los capitanes del ejercito de aquel reino i con demasiada libertad ofrecía castigos i patíbulos. Esta arrogancia causo en la jente noble mucho desabrimiento, i fue bastante para que la plebe manifestase el que ardia escondido en lo más íntimo de sus resentimientos.

“Miraban sus estancias destruidas i desamparado todo su territorio. Lloraban el cautiverio de más de mil trescientas personas i oian los inconsolables lamentos de las mujeres i niños que jemian sin consuelo por sus padres i por sus maridos difuntos. Se hallaban rodeados de todos los habitantes del obispado sin tener con que sustentarlos ni vestirlos. I aunque el gobernador les dio la pequeña satisfaccion de nombrar a Rebolledo de gobernador de las armas, miraban con fastidio su delincuente inaccion. Todas las operaciones militares se reducian a que don Francisca Bascuñan alejase los rebeldes de la ciudad i nada se trataba de una formal espedicion, i entretanto padecían las incomodidades del hambre, como si estuviesen bloqueados de fuerzas superiores.

“Para aliviar esta comun necesidad, maquinaba el pueblo contra la vida del gobernador i su familia. Don José Cerdan conoció esta mala fermentacion, i aunque era sargento mayor no se atrevió a entrar en casa del gobernador i le envió la noticia con el guardian de San Francisco. Tomó entonces la precaucion de arrimar a su casa la compañía de su guardia i al mismo tiempo hizo dimision del gobierno en manos del Ayuntamiento. Trato aquel cuerpo de unirse para deliberar sobre el caso, i por no poner en recelos al pueblo, entraron separados a las casas consistoriales. Pero esto mismo puso en más cuidado al vulgo, i al sonido de la tumultuosamente voz de “viva el rei i muera el mal gobierno” desenvainando la espada buscó furioso al gobernador (febrero de 1655) para quitarle la vida. El ministro da la real hacienda, don Miguel Cárcamo de la Lastra, de la órden de Santiago, le libertó de la ferocidad del pueblo enloquecido. Le sacó por una ventana i le puso en el colejio de los jesuitas. Supo el pueblo el lugar de su refujio i se fué al colejio; mas como el rector le tenia bien asegurado, les dejo entrar. No lo halló la irritada multitud i se dirijió a casa del oidor don Juan de la Huerta Gutierrez que entendía en la visita del territorio, con ánimo tambien de quitarle la vida pero ya se había puesto en salvo en el convento de San Juan de Dios. Si acaso cabe disculpa en estos excesos, pudieran tenerlo aquellos habitantes, si les consideramos desterrados, pobres, hambrientos i llenos de dolor por causa del gobernador, i del visitador que no alargaron la mano de su autoridad para remediar tantos males.

“Aclamó el pueblo por gobernador al veedor jeneral don Francisco de la Fuente Villalobos, i el gobernador i la ciudad le pidieron admitiese sin dificultad; pero temeroso de las resultas rehusó el gobierno que le ponían en la mano. El Ayuntamiento le repitió entonces nueva instancia, elijiéndole i haciéndole cargo de los daños i perjuicios que debían seguirse si no se aquietaba al populacho. Protestó Villalobos a la fuerza i admitió el gobierno. Paso luego a nombrar maestre de campo a don Ambrosio de Urrea i a don Jerónimo Molina de sarjento mayor. Rebolledo se dio por desairado i manifestó su disgusto tirando el baston, i se le mando presentarse preso con don José Cerdan a bordo de una pequeña embarcacion anclada en el puerto de Talcahuano.

“El gobernador, que salvó la vida en el colejio de jesuitas i logró libertarse de la rabiosa furia de un pueblo enloquecido, que violó el sagrado i debido respeto a la superioridad, se embarcó ocultamente para el puerto de Valparaíso (mayo de 1655), de donde se traslado a la capital. (1)


GOBIERNO INTERINO DE DON PEDRO PORTER CASANETE (enero 1656 – febrero 1662).


Si Lazo de la Vega debió lidiar con los sagaces Butapichón y Lientur, Porter Casanete tuvo que hacerlo con el mestizo Alejo, mítico y temido caudillo araucano, valiente, arrojado y experto en lo que, en lenguaje más actual, denominaríamos “guerra de guerrillas”, atacando y desapareciendo, en reiteradas ocasiones a su, también, obstinado y poderoso enemigo.

En enero de 1657, luego de atacar un destacamento español que salía de Conuco (San Fabián de Alico), un “…destacamento de 280 hombres mandados por el sargento mayor Bartolomé Gómez Bravo, sostuvo pocos días después un combate más reñido todavía en el sitio denominado Lonquén, a corta distancia de Yumbel en que perdió a su jefe y alguna tropa, pero en que pudo defenderse resueltamente y obligar a los indios a tomar la retirada. Este último suceso, a pesar de que los españoles no pudieron perseguir al enemigo, fue celebrado como una victoria…


“…en la primavera de 1661, el enemigo volvía a tomar una actitud amenazadora. Un indio llamado Misqui, antiguo yanacona, había adquirido gran prestigio entre los suyos, y después de la muerte de Alejo, pasó a ser el caudillo más prestigioso.


Enfermo el Gobernador y habiendo programado una campaña al territorio enemigo, “Confió este encargo al maestre de campo Jerónimo de Molina, militar de gran experiencia en aquellas guerras, y puso bajo sus órdenes seiscientos soldados españoles y un cuerpo de indios auxiliares que servían a sueldo. Este cuerpo, encargado de penetrar en la Araucanía por el lado de Yumbel, avanzó hasta cerca de la ribera norte del río de la Laja, donde acampó una noche a mediados de noviembre. Los dos ejércitos se encontraban sin saberlo uno enfrente del otro y separados sólo por el río.


Los españoles fueron prevenidos de esta situación por un indio yanacona amigo, llamado Tanamilla, además favorecidos por la luz de la luna y sin ser sentidos por los araucanos de manera que: “El maestre de campo Molina dividió su ejército en dos cuerpos…”, lo que facilitaría un ataque por el frente y la retaguardia. “… El ataque se empeñó antes del amanecer. Los indios, sorprendidos durante el sueño, sólo pudieron oponer una desordenada resistencia. Algunos pelotones se batían denodadamente, pero muchos otros huían hacia la cordillera o se precipitaban al río en medio de la mayor confusión. Un testigo cronista señala: “En el campo de batalla quedaron muertos seiscientos indios y se aprisionaron más de doscientos, fuera de los que murieron ahogados y de las heridas en el regreso a su país”…. “Para consumar su victoria, los españoles emprendieron la más obstinada persecución de los fugitivos, y apresaron al caudillo Misque, que fue ahorcado pocos días después en las cercanías de Yumbel. (5)


GOBIERNO DE DON ANGEL DE PEREDO (mayo 1662 – enero 1664)



“El Gobernador Peredo no pensaba, como sus antecesores, en consumar la conquista definitiva de todo el territorio…Quería sólo restaurar las cosas al estado que tenían antes del levantamiento general de los indios de 1655.

“Para ello pensaba en volver a fundar las dos plazas fuertes de Arauco y Yumbel, en donde distribuir sus tropas para que cerrasen el paso a los indios de guerra. Aunque algunos de sus capitanes impugnaron este proyecto creyendo que el estado de las cosas no permitía llevarlo a cabo.

Peredo acometió primero por la plaza de Arauco, durante “los primeros días de septiembre” de 1662, dándole el nombre de Santa María de Guadalupe.

“A fines de septiembre, cuando hubo trazado la nueva ciudad y sus baluartes, Peredo regresó a Concepción… Un mes más tarde volvía a salir a campaña con más de mil soldados españoles que allí había y avanzaba hasta Yumbel, donde existió la otra plaza militar que defendía el valle central del territorio”. (1)

En carta escrita por este Gobernador al rey, fechada en Yumbel, el 2 de febrero de 1663, señala lo siguiente: “puestas las manos en la obra y fundación del tercio de San Felipe de Austria (Yumbel) en el mismo sitio que antes estaba, no se perdía un instante de tiempo en el trabajo. Cerróse la muralla, y luego competían los españoles unos con otros sobre adelantarse en los edificios, y también los indios amigos acudían con fineza a conducir la madera y otras importantes faenas. Los rebeldes de la parte de la frontera, que comúnmente llaman de afuera, que son en gran número y los de más dura cerviz… encogieron los ánimos y repartieron mensajeros aún antes de saber me hallaba poblando este tercio, y después de haberlo sabido concurrieron caciques de todas las parcialidades… ofreciendo la paz uniforme.

“…Peredo fundó en enero de 1663 algunos otros fortines hasta las orillas del río Laja para asegurar la quietud de toda esa región”. (5)




1663: Carta del gobernador Angel de Peredo al Rey

“En el tercio y cuartel de San Felipe de Austria en veinte dias del mes de enero de mil y seiscientos y sesenta y tres años, el Sr. Don Angel de Peredo del consejo de S.M. su gobernador y capitan general de este reyno de Chile, presidente de la Real Audiencia que en el reside: dijo que habiendo llegado a este dicho reyno de Chile y tomado posesión de su gobierno á los veinte y tres de mayo del año pasado… procuró con el cuidado y desvelo que era justo informarse del estado del, y reconociendolo por su misma persona, hallo el dicho reyno en el as lastimoso y miserable estado, que jamás habia tenido las armas de S.M… Lo primero (que hizo) haber puesto en grande reputación las armas y restituídolas á sus antiguos tercios; el uno en el estado de Arauco… el otro en el antiguo sitio de San Felipe de Austria por la parte mediterranea que ambos fueron y lo son hoy murallas del reyno y en que consiste toda su quietud y aumento y seguridad… Y por la parte mediterranea del dicho tercio de San Felipe á poblado y fabricado otros dos fuertesen la distancia que hay desde la ciudad de la Concepción al dicho tercio; uno en los molinos que llaman del ciego… y se han puesto corrientes con torreon, casa fuerte y almacen para el grano que en ellos se ha de moler para el sustento del dicho tercio de San Felipe… Y asi mismo á vuelto a reedificar el fuerte antiguo de San Cristobal en esta misma frontera con su reduccion de indios amigos, naturales de aquella parte… todos los indios que estaban rebeldes desde el rio de Tolten, hasta este dicho tercio de San Felipe, han enviado sus caciques mensajeros ofreciendo la paz, y obediencia a S.M. con rodo rendimiento…


… asi lo proveyó y firmó Dn. Angel de Peredo, ante mi Don Francisco Maldonado de Madrigal”. (6)



En otra carta a la Real Audiencia… “de 31 de enero deste año (1663) que llegó a esta ciudad a 13 de abril, avisa el mismo gobernador:


Que después de haber hecho en Arauco la población de Santa Maria de Guadalupe en que dejo acuartelados 800 españoles pasó á poblar en Yumbel la de San Felipe y Nuestra Señora de la Almudena concluyendolas en cinco meses y dejando en esta 1000 infantes de presidio.

“Que ha hecho entrellas cuatro fuertes confinentes nombrados de los Molinos del Ciego, el de los Hornillos, el de San Cristóbal con redución para los amigos de aquella frontera…” (6)


Carta de la real audiencia de Chile al rey de España (1663)


“Luego que don Angel de Peredo tomó posesion de este gobierno… conociendo cuan atrasadas estaban las armas del ejercito y casi indefensa la plaza de la Concepción por no tener población ni otro fuerte que la resguardase, sin dilacion ninguna… (levantó la población) de Ntra. Señora de Guadalupe… Y por que la principal y mas necesaria población fue siempre la que llamaron de Yumbel por ser toda tierra abierta y que daba ocasión segura a las continuas invasiones de el enemigo y repetidas malocas con la mayor parte del ejercito ocupó dicho paraje y á toda prisa le pobló y puso por nombre San Felipe de Austria, quedando en admirables proporción, con mucho espacio y capasidad y para su defensa y la de todo el reyno la dejo guarnecida con mas de mil hombres y para mayor seguridad y guarnición de dicho tercio poblo asi mismo en sus fronteras los fuertes de San Cristóbal, los Hornillos, el salto de la Laja y el Molino del Ciego que este ha sido de gran utilidad para el ejercito.


“A este tiempo tuvo diferentes embajadores cacique de las tierras del enemigo, ofreciendo paces generales y la obediencia a V.M. y se celebraron con ellos capitulaciones con toda solemnidad en el tercio nuevo de San Felipe, y á este mismo tiempo concurrieron embajadores de todas las demas parcialidades y provincias que faltan ofreciendo la misma obediencia de parte de todos sus caciques y quedan en estado que se ajustarán y celebrarán como las demás.


“Dios guarde la catolica y real persona de V.M., Santiago de Chile 20 de marzo de 1663.


Los Oidores”. (6)





GOBIERNO DE DON FRANCISCO DE MENESES (enero 1664 – 1667)




“…El 15 de febrero (de 1665) se puso en marcha… para caer a la región de Talcamávida…Allí repobló la plaza de Santa Juana, destruida diez años antes por los indios en el alzamiento general…

“El Gobernador atravesó el Biobío y siguiendo su marcha por la orilla norte del río, llegó hasta la antigua plaza de Santa Fe. Allí lo esperaba el tercio o cuerpo de ejército de Yumbel para continuar las operaciones militares… Sin hallar la menor resistencia de los naturales… reconstruyó los fuertes de Santa Fe y Nacimiento y los dotó de una buena guarnición y de abundantes municiones para su defensa. A fines de febrero deba la vuelta a Concepción…

En las primeras semanas de 1666, “…el Gobernador, poniéndose a la cabeza de las fuerzas españolas que componían el tercio de Yumbel y Nacimiento, emprendió la marcha hacia el sur hasta llegar a Purén. Aunque los indios de aquellos lugares, incapaces de oponer una resistencia formal a las tropas invasoras, abandonaban sus tierras, según su antigua costumbre y enviaban emisarios a proponer la paz…

El Gobernador Francisco de Meneses, “detenido en Santiago por los deberes de su cargo…el 25 de febrero (de 1667) partía para el sur dispuesto a aprovechar el corto tiempo que quedaba de verano, en la ejecución de sus planes militares.


“Las tropas que debían operar en esta ocasión estaban listas para entrar en campaña. Partiendo de la plaza de Yumbel, que se proponía abandonar para situarla más al sur, en el territorio mismo de los indios enemigos, el Gobernador avanzó hasta Tolpán, a orillas del río de este nombre más conocido en nuestro tiempo con el de Renaico. Allí, en el punto de reunión de ese río con el Vergara, mandó echar los cimientos de una plaza militar que debía servir de campamento al tercio encargado de resguardar la frontera por el valle central. Recibió el nombre de San Carlos de Austria, en honor del Príncipe que acababa de ser proclamado rey de España; pero situada en la orilla de los dos ríos, expuesta a sus inundaciones y a los ataques de los indios, esta plaza con que Meneses creía haber avanzado la ocupación del territorio, fue abandonada poco después y trasladada de nuevo a Yumbel, conservándole su nuevo nombre”. (5)



GOBIERNO INTERINO DE DON DIEGO DAVILA COELLO, MARQUES DE NAVAMORQUENDE (1667 – febrero 1670)



“…el 13 de mayo de 1668, cuando comenzaba la estación menos favorable para las operaciones militares, salía de la Capital el marqués de Navamorquende con destino a la frontera…


“Las operaciones militares llevadas a cabo bajo la administración de este Gobernador fueron de escasa importancia y casi no tuvieron más objetivo que restablecer la línea de la frontera retirando alguno de los fuertes establecidos por Meneses, y trasladándolos a otros puntos que parecían más adecuados…Retiró el tercio de afuera de Tolpán a San Carlos de Yumbel que es el centro más cómodo y seguro para su conservación…” (5)


GOBIERNO DE DON JUAN HENRIQUEZ DE VILLALOBOS (octubre 1670 – abril 1682)


Informe sobre las cosas de Chile (1676)

“… Que el (fuerte) de Yumbel antigua y azertada población y sitio opuesto a nuestra defensa por la parte de la cordillera y resguardo de aquellas estancias se halla bien fortalecido y con muchas mejoras, reedificados los alojamientos de los soldados y quatro torreones. Que en las reducciones de San Xptoval (Cristóbal) y Madentuco avía dos poblaciones y que desunidas eran de ningun fruto, hiço de ellas un fuerte en la mejor planta y lugar cercano al dicho tercio de Yumbel sobre el seguro de su sentinela para que sea socorrido brevemente, prevencion arto conveniente a la conservación de aquellas reducciones.

“Santiago de Chile y octubre 19 de 1676.

(Firman) Don Juan de la Peña Salazar – Don Diego Portales” (6)



GOBIERNO DEL TENIENTE GENERAL DON TOMAS MARIN GONZALEZ DE POVEDA, MARQUES DE CAÑADA HERMOSA (enero 1692 – diciembre 1700)



“…Marín de Poveda, como los otros gobernadores, alentaba la esperanza de consolidar aquella paz y de ir más lejos todavía, asegurando la reducción de los indios araucanos.

“Habiendo reconocido las plazas y tercios más principales en que se aloja el ejército, y socorrido la gente, escribía él mismo (en carta al Rey de España), hice parlamento con todos los caciques que en mayor número que nunca se ha visto, se juntaron el 16 de diciembre (1692) cerca de las murallas de la plaza y tercio de Yumbel, llamado San Carlos de Austria, habiendo llevado para más autoridad de ese acto al gobernador de este obispado, prelados de las religiones, misioneros…respondieron los caciques unánimes y conformes…todo lo demás que se les propuso en orden a su reducción, a que he aplicado mi cuidado como principal objeto de la intención de V.M. y que tanto encarga a sus ministros.

“A mediados de octubre (1694) salía el Gobernador a campaña, llevando consigo las milicias de Santiago… a mediados de noviembre tuvo reunidos en Yumbel 1.600 soldados españoles, y más de 2.00 indios amigos, al paso que dejaba las tropas suficientes para la defensa de los fuertes fronterizos. A la cabeza de esas tropas penetró en el territorio araucano…”, con el propósito de celebrar el Parlamento de Choque-Choque (cerca de Lumaco), el cual se verificó según las ceremonias acostumbradas, el 15 de diciembre de 1694. (5)


GOBIERNO DE DON FRANCISCO IBAÑEZ DE SEGOVIA Y PERALTA (diciembre 1700 – febrero 1709)



Este Gobernador, además de enfrentar querellas de tipo religioso tuvo dificultades con insurrecciones al interior del ejército. “…Se debían a las tropas los sueldos de ocho años. Los soldados en harapos, y casi sin armas, vivían del merodeo, o eran auxiliados con socorros de víveres comprados a crédito y casi con requisiciones forzosas. Como consecuencia de esa situación, desaparecían la disciplina y la regularidad en el servicio. Todo hacía temer la proximidad de desórdenes y de motines de resultados más desastrosos que las mismas hostilidades de los indios.

Llegan los dineros adeudados desde el Perú. “Al paso que él (Gobernador Ibáñez) tomaba para sí el pago de sus sueldos íntegros y que apartaba otras cantidades para gastos que no se consideraban indispensables, daba sólo a los soldados y a la mayor parte de los oficiales pequeñas cantidades a cuenta de los sueldos que se les debían. El veedor general don Juan Fermín Montero de Espinosa, que era uno de los interventores del reparto, tomó la defensa del ejército e impugnando las cuentas del Gobernador, asumió un tono de duro reproche. Ofendido por esta actitud del veedor, Ibáñez le impuso la pena de arresto por desacato a la autoridad y, aunque ese arresto consistió únicamente en la prohibición de salir de su propia casa durante unos cuantos días, dio origen a muchos comentarios… presentando a Ibáñez como impulsado por una codicia rapaz e injustificable…llegóse a contar que la vida (del veedor Montero) se hallaba en peligro, vista la saña que contra él había desplegado el Gobernador.

“El ejército de la frontera, aparte de los pequeños destacamentos que defendían los fuertes estaba dividido, como sabemos en dos campamentos o cuerpos, a los cuales se daba el nombre de tercios. Uno de ellos ocupaba la plaza de Yumbel, para la defensa de la entrada del valle central del territorio, y el otro, la de Arauco desde donde resguardaba la región de la costa. Aunque las comunicaciones entre esos dos puntos eran poco frecuentes, en ambos se hizo oír casi simultáneamente la expresión de un mismo sentimiento. En la mañana del 23 de diciembre de 1702, la plaza de Yumbel se pronunció en abierta rebelión. Un teniente llamado Juan Contreras, montado a caballo y con la espada desenvainada, anunciaba en público que el veedor Montero de Espinosa, el honrado defensor de las tropas, se hallaba preso y engrillado en Concepción, que el Gobernador estaba resuelto a hacerle cortar la cabeza, pero que los habitantes de esa ciudad esperaban sólo contar con el apoyo de las tropas para pronunciarse en abierta insurrección a fin de impedir que se consumase tan inicuo atentado. Al grito de, “¡Viva el Rey y muera el mal gobierno!”, la tropa se puso tumultuariamente sobre las armas, rompió las puertas de los almacenes para proveerse de municiones, enarboló la bandera del tercio como para salir a campaña contra el enemigo, y a la una del día emprendió la marcha a Concepción bajo el mando del teniente Contreras. El sargento mayor don Pedro de Molina, que mandaba en la plaza en nombre del Rey, reconociendo su impotencia para poner atajo a la insurrección había tenido que emprender la fuga esa misma mañana.

“Aquel motín, ejecutado precipitadamente, sin concierto regular con las otras guarniciones, estaba destinado a fracasar no sólo por estos motivos sino por los hábitos tan arraigados de sumisión y de obediencia pasiva que habían llegado a constituir la esencia de aquel régimen y de aquel estado social. Cuando llegó a Concepción la noticia del levantamiento, el presidente (Gobernador) Ibáñez llamó a su lado a los milicianos y a los vecinos de la ciudad, y casi nadie se negó a tomar las armas contra los insurrectos. Uno de esos milicianos, nombrado Leandro Contreras, hermano del caudillo de la sublevación, escribió a éste para hacerlo desistir de su intento, anunciándole el castigo inevitable que se le esperaba; pero nada bastó para inclinar a Juan Contreras a volver atrás. En su arrogancia, prometía no sólo poner en libertad al veedor Espinosa sino castigar con la muerte al Gobernador y a sus allegados, como responsables y autores de las miserias y sufrimientos del ejército.

“Después de más de doce hora de marcha, los amotinados llegaban a las dos de la mañana del 24 de diciembre a las alturas que dominaban Concepción. Dos cañones disparados de la plaza les revelaron que el Gobernador estaba apercibido para la defensa, y produjeron entre ellos la perturbación y el desconcierto. Aprovechándose de este estado de los ánimos, aquel alto mandatario entró en negociaciones con los insurrectos. Les afeó su conducta como contraria a la lealtad debida al Rey y a la disciplina del ejército, les demostró que el veedor Espinosa estaba en libertad, y que si no se habían pagado a la tropa todos sus haberes atrasados era simplemente porque el dinero recibido del Perú no alcanzaba para ello; prometiéndoles, además, remediar su situación cuando se recibiesen nuevos socorros.

“Por lo demás, el Gobernador les ofreció perdón completo de su falta si se volvían en paz a Yumbel a ponerse tranquilamente bajo las órdenes del sargento mayor Molina. No se necesitó demás para dominar aquella revuelta. Los soldados bajo el poder de los hábitos de obediencia y satisfechos también con aquellas promesas, se sometieron dócilmente a cuanto se les mandaba. En la marcha a Yumbel, sin embargo, algunos de ellos se mostraban descontentos del desenlace que había tenido aquel aparatoso motín.

“El descontento de las tropas se manifestó igualmente en las otras plazas militares. En el tercio de Arauco, la guarnición se puso sobre las armas en la noche del 24 de diciembre…” El resultado de este motín fue similar al de Yumbel, habiendo sido controlado por el Gobernador, a través de negociaciones y promesas de remediar la situación de menoscabo en que se encontraban las tropas.

“… De esta manera, la sublevación de aquellos dos tercios, el de Yumbel, y el de Arauco, fue apaciguada sin que corriera una sola gota de sangre. En los primeros días de 1703, la tranquilidad parecía sólidamente restablecida en todo el ejército.

“Pero aquella tranquilidad no podía ser de larga duración, subsistiendo las causas que habían dado origen al motín, debía temerse que se repitiera, y tal vez con mayores probabilidades de éxito. El Gobernador que, sin duda, abrigaba estos recelos, había empeñado su palabra de eximir de todo castigo a la tropa sublevada; pero no quería dejar en el ejército a los oficiales que habían servido de caudillos, y sin represión a los individuos a quienes, con razón o sin ella, acusaba de haber preparado esos motines. En efecto, el Teniente Contreras fue separado en Yumbel de todo puesto militar. El sargento mayor Molina, al comunicarle esta orden, tuvo cuidado de hacerle entender que su expulsión del ejército había sido pedida por los soldados y oficiales de la plaza, por cuanto creían que Contreras los había engañado haciéndolos entrar en la asonada anterior y que continuaba trabajando en preparar otro levantamiento.

“Por más medidas que el sargento mayor tomara para impedir todo síntoma de sedición, y por más amenazas que profiriera contra los espíritus inquietos, el descontento se hacía superior a todo temor”. Se anunciaba que el Gobernador, a mediados de febrero saldría para Santiago, desde donde volvería “cargado con el dinero que se había hecho pagar, y sin tomar en cuenta las justas quejas del ejército… En el acuartelamiento de Yumbel, sobre todo, estas noticias produjeron una profunda irritación, reunidos los oficiales el 21 de febrero (de 1703) para acordar las medidas que les convenía tomar, resolvieron enviar al Gobernador la carta que sigue:

“Señor: Siendo V.S. (Vuestra Señoría) el que con su patrocinio ampara el reino, y habiéndole enviado S.M. (que Dios guarde) para que mire por sus mílites, V.S. no atiende a ellos, llevado sólo de su codicia, adulterando los sueldos, y no mirando los graves daños que pueden sobrevenir al reino, pues le miramos ya del todo perdido. Y siendo V.S. la principal causa para tan grandes errores como se han cometido y se aguardan cometer, por los agravios tan manifiestos como V.S. tiene hechos en este reino, así a los mílites como a los milicianos, que no hay como ponderarlos, juzgamos que la corona del Rey nuestro señor, en vez de enderezarla, la tiene ya casi caída, pues los mílites de todo el ejército están tan mal contentos, que si Dios no lo remedia, habrán de venir los daños como a las antiguas ciudades que se perdieron por los malos gobiernos y por las codicias tan indecibles que introdujo la milicia; y para fin de todo, los mílites, muy mal contentos, la V.S. para la ciudad de Santiago no la tienen por buena; y así V.S. suspenda su viaje, mirando lo más útil para el reino y lo más seguro para su sosiego, que es lo más conveniente; y todos le requerimos de parte del Rey nuestro señor, mire V.S. lo que conviene, atendiendo, así a las raciones de carne y harina, como al resto que nos queda de sueldo, pues V.S. se ha quedado con él sin el reparo de los inconvenientes que de los latrocinios se siguen. Es cuanto se ofrece, avisando a V.S. que el ejército está para moverse con más ímpetu que en la rebelión pasada; y así, señor, mire las cosas con cristiandad. Todos los mílites del ejército besamos las manos de Vuestra Señoría.- (Firma) Todo el Ejército.- Al señor Presidente (Gobernador).

“Este curioso documento, que en medio de la crudeza y del desaliño de su redacción refleja el estado de los ánimos y el desprestigio en que había caído el Gobernador, fue escrito por el capitán don José Marín de la Rosa, que era tenido entre sus compañeros por el que mejor sabía hablar y escribir. Un soldado llamado Juan Rondón recibió el encargo de llevar esa carta a Concepción; pero recelando la suerte que podía caberle por ser portador de tal mensaje, la entregó a una mujer, y ésta la hizo llegar a manos del Gobernador por intermedio del padre jesuita Antonio de Lesa, que en esas circunstancias podía servir de consejero para evitar las medidas violentas y una probable guerra civil. Don Francisco Ibáñez deseaba, sin duda, allanar tranquilamente las dificultades que se encontraba en su camino; pero era también demasiado soberbio par dejarse imponer por esas amenazas y para dejar sin castigo a los que osaban acusarlo tan arrogantemente de ladrón. Sin tardanza comenzó a reunir todas las fuerzas de que podía disponer para marchar a su cabeza contra aquellos audaces provocadores.

“Mientras tanto, las tropas que formaban el tercio de Yumbel, sabedoras del caso que el Gobernador hacía de sus quejas, se pusieron sobre las armas en abierta insurrección. El sargento mayor Molina, temiendo por su vida, abandonó apresuradamente la plaza y fue a asilarse al vecino fuerte de San Cristóbal. Hasta entonces, el principal instigador de este segundo levantamiento era el mismo Juan Contreras, que había acaudillado el primer motín y que, aunque privado de todo mando militar, conservaba su crédito cerca de los soldados. Pero estos quisieron darse un jefe de más alta graduación; y, al efecto, el 18 de febrero se convocaron al son de caja para tratar estos asuntos: Los oficiales y la tropa declararon allí que su voluntad era ponerse bajo las ordenes del capitán don José Marín de la Rosa; y como éste se negara resueltamente a aceptar un cargo tan peligroso y delicado, y como, además, manifestara sus temores de verse abandonado por los suyos en la primera dificultad, recurrieron ellos a un expediente característico de esas gentes y de esos tiempos, pero que, visto el desenlace del primer motín, no debía inspirar mucha confianza. Los oficiales y soldados, reunidos en la iglesia parroquial de Yumbel, en presencia del cura don Francisco Flores y Valdés y delante de un crucifijo, juraron acompañar fielmente al capitán Marín de la Rosa, obedecer sus órdenes y dar sus vidas para liberarlo de cualquier peligro que pudiera correr como jefe de la insurrección. Se extendió un acta en constaba este solemne juramento; y esa acta fue firmada por todos los amotinados poniendo unos sus nombres y una simple cruz los que no sabían escribir. Inmediatamente despacharon emisarios a solicitar la cooperación de los destacamentos de tropas que resguardaban los otros fuertes, fijando para punto de reunión un sitio vecino a Yumbel, que creían más favorable que la misma plaza para defenderse contra cualquier ataque.

“Instruido de todos estos accidentes, el Gobernador Ibáñez salió de Concepción el 2 de marzo al frente de los milicianos y vecinos que había podido armar. Dos días después, el domingo 4 de marzo, estaba a la vista de los rebeldes, y el combate parecía inminente. Estos últimos no habían recibido los socorros que esperaban: El tercio de Arauco no había salido de sus cuarteles y la guarnición del apartado fuerte de Purén, que se movió en apoyo de la insurrección, había dado la vuelta a su campamento sin atreverse a tomar parte eficaz en ella. Sin embargo, todas las probabilidades de triunfo estaban de parte de los sublevados, no precisamente por su número, sino por la calidad y la experiencia de sus soldados y por la ventaja se su armamento; pero tenían en su contra el hábito de obediencia pasiva tan profundamente encarnado en el espíritu de la tropa. En estas circunstancias, el padre jesuita Jorge Burger, que acompañaba al Gobernador, se adelantó hasta la linea de los rebeldes y entró en conferencia con sus oficiales. Reprochóles duramente su conducta como ofensiva a Dios y como contraria a la lealtad debida al rey; y a nombre del presidente Ibáñez les manifestó que éste no podría ni quería oir las reclamaciones de sus subalternos formados en son de guerra y con las armas en las manos, que esa actitud los hacía merecedores de los castigos más severos, y que sólo retirándose en paz a sus cuarteles podían hacer oir sus quejas y merecer la indulgencia del Gobernador. Las conferencias se prolongaron algún tiempo más, cambiándose los mensajes de una y otra parte. En nombre de Ibáñez se ofreció a los insurrectos el perdón de la pena capital a que se habían hecho merecedores; pero se exceptuó expresamente de este indulto a los cabecillas Marín y Contreras. Esto sólo bastó para que se desorganizara la rebelión. Las tropas amotinadas dieron la vuelta a Yumbel. Los dos oficiales nombrados y algunos otros, que no tenían confianza en el indulto ofrecido por el Gobernador, tomaron la fuga y por el momento se sustrajeron de toda persecución.

“En efecto, apenas los soldados de Yumbel habían depuesto las armas, don Francisco Ibáñez, con desprecio de la palabra empeñada en su nombre, dejó ver su resolución de castigar a los oficiales y soldados que habían promovido el motín, lanzando contra estos una orden terminante de prisión. Algunos de ellos se habían acogido a la iglesia parroquial, esperando que el derecho de asilo reconocido a los templos por las leyes españolas, los pusiera a cubierto de los severos castigos que los amenazaban. El Gobernador, sin embargo, no los quiso respetar. Fue inúti que el cura Flores defendiese con toda energía las inmunidades de la Iglesia, empleando para ello las formas conminatorias que los eclesiásticos usaban en tales casos. Los esbirros de Ibáñez, capitaneados por don José de Espinoza, corregidor de Concepción, y por otro oficial llamado don Alfonso Alfaro, penetraron por fuerza en el lugar sagrado, y de allí arrancaron a aquellos infelices para someterlos a un juicio rápido y sumario, según las prácticas militares. Los jueces debían ser el presidente Ibáñez y el oidor Quiroz, los mismos a quienes se imputaban todos los malos manejos que produjeron la sublevación.

“Pero estos atropellos no podían dejar de dar origen a dificultades y complicaciones. El obispo de Concepción don Fray Martín de Hijar o, más propiamente, el provisor don Domingo Sarmiento, que por la extremada vejez del prelado gobernaba la diócesis, salió resueltamente a la defensa de las prerrogativas eclesiásticas, exigiendo del Gobernador que suspendiese todo procedimiento contra aquellos reos y que los dejase volver a su asilo. Ibáñez por su parte, sostenía con todo calor y en términos irrespetuosos y descomedidos, que, en vista de la gravedad del delito de insurrección contra la autoridad real, los presos no podían gozar de inmunidad. El mismo desprecio hizo de las censuras con que lo comninaba el cura de Yumbel; y dispuesto a no ceder ante consideración alguna, firmó el 12 de marzo una sentencia en que condenaba a muerte a tres de los presos y a servicio militar obligatorio y perpetuo en algunos fuertes de Chile o de las otras colonias, a otros cinco individuos. En tales circunstancias, el defensor de los reos reclamó para ellos el indulto ofrecido por el Gobernador. “Porque por primera y segunda vez, decía su representación, prometió V.S. debajo de su palabra, como quien es, y capitán general del ejército de Chile, de asegurar las vidas a dichos reos, menos a dos, y siendo notorio el delito sobre que recayó el perdón, sin que hayan cometido otro alguno, además de estar amparados de la inmunidad de la Iglesia, por esto se debe revocar de esta sentencia y darla por nula y de ningún valor”. El defensor de los reos expuso, además, que uno de estos se había entregado al sargento mayor Molina bajo la promesa terminante de que se le perdonaría la vida. Los reos representaron igualmente la incompetencia del oidor Quiroz para juzgarlos, por estar animado de odio personal contra los insurrectos, y pidieron que el presidente revisara la sentencia con otro asesor. Todo esto no bastó para hacer desistir de su resolución a don Francisco Ibáñez. En la tarde del mismo día 12 de marzo fueron ajusticiados con pena de garrote los capitanes don Antonio Ortiz y don Juan de Moya y el teniente don Leandro Contreras, y para que este castigo sirviera de ejemplo a los que intentaron sublevarse, los cadáveres fueron colgados en tres horcas en la plaza de Yumbel.

“El Gobernador no creyó satisfecha la justicia con este solo castigo. El mismo día que se ejecutaba aquella sentencia, Ibáñez condenaba a muerte a otros tres oficiales que habían conseguido sustraerse a toda persecución, y repetía sus órdenes para que fueran aprehendidos. Por otro auto de la misma fecha, condenaba a destierro perpetuo en la plaza de Valdivia o en un castillo de la provincia de Tierra Firme a otros siete oficiales, cuyos procesos no estaban siquiera terminados, “por no convenir, decía que estos individuos queden en dicha plaza (Yumbel) y sin castigo alguno…”. “Y que a todos los susodichos, agregaba, se les borren las plazas en la veeduría general con ignominia, anotándolos en las listas, y que a todos los demás soldados de esta dicha plaza concedía y concedió perdón general de todas y cualquiera culpa en que hayan incurrido por razón de tres tumultos, y que este perdón se pregone por bando”.

“Como se ve, el perdón acordado por don Francisco Ibáñez en esta forma, y después de las ejecuciones y castigos que acabamos de referir, sólo favorecía a aquella porción de un ejército que no tiene conciencia de sus actos, que obedece como máquina a la voz de sus jefes y a la cual casi no es posible castigar por haberse dejado arrastrar a actos de rebelión de que no puede darse cuenta cabal. Los soldados, por otra parte, aunque víctimas también de la miseria que resultaba de la suspensión de las pagas, habían mostrado en aquellos sucesos una obediencia ciega a las ordenes dadas en nombre del Rey, abandonando a sus jefes inmediatos toda vez que así lo había ordenado el Gobernador. Esos hechos debieron probar a don Francisco Ibáñez que su autoridad descansaba sobre bases inconmovibles; pero, cediendo a su pasión de venganza, se obstinó en perseguir a los oficiales que andaban fugitivos y en envolver en los procesos y castigos a otras personas que le eran desafectas, aunque no habían tomado parte directa en aquellos motines.

“Su odio recaía principalmente en el veedor general del ejército don Juan Fermín Montero de Espinosa… En la distribución del situado hecha en meses anteriores, el veedor había impugnado valientemente las cuentas del Gobernador, y esa impugnación había aumentado el desprestigio de este funcionario; pero, fuera de estos actos estrtictamente legales, Montero se mantuvo en Concepción extraño a los tumultuosos sucesos que acabamos de referir. Sin embargo, el 13 de marzo dispuso Ibáñez que Montero fuera reducido a prisión y que se le sometiese a juicio. El corregidor don Juan de Espinosa, encargado de cumplir esta orden, se trasladó inmediatamente a Concepción, y el siguiente día rodeaba de tropa la casa del veedor, y penetraba en ella para prenderlo… Aunque privado de todo auxilio extraño, Montero no quiso, sin embargo, dejarse apresar. Tomo una espada y una pistola y saltó a la casa vecina, e imponiendo respeto a los centinelas que podía cerrarle el paso, salió a la calle y fue a asilarse en el convento de los padres agustinos. Pocos días después se embarcaba secretamente para el Perú, dejando burlados a sus tenaces perseguidores.

“Mientras tanto, los agentes del Gobernador buscaban con todo empeño a los oficiales del tercio de Yumbel, que hasta entonces se habían sustraido a la acción de la justicia. Eran éstos el capitán don José Marín de la Rosa y los tenientes don Juan Contreras y don Fernando Vallejo. Los dos últimos no pudieron ser hallados, y se salvaron de la pena capital a que estaban condenados en rebeldía. El capitán Marín, por su parte, se había refugiado en el distrito del Maule, donde había nacido y donde tenía parientes, y se había acogido a una iglesia, ignorando, sin duda, el poco respeto que don Francisco Ibáñez estaba determinado a guardar a esta clase de asilos. En esta ocasión, el Gobernador, queriendo evitarse las resistencias que anteriormente le habían opuesto las autoridades eclesiásticas, no apeló a las medidas violentas, pero puso en juego otro expediente mucho más vituperable todavía. Empeñando su palabra solemnemente y por escrito, ofreció a Marín el indulto de la pena a que lo tenía condenado; y cuando este capitán, confiado en aquella promesa, hubo salido de su asilo, Ibáñez lo hizo apresar y mandó villanamente que se ejecutara la sentencia… El Gobernador, mucho más implacable todavía, tenía dispuesto que ese cadáver fuera destrozado y que sus cuartos fuesen colocados en escarpias en el camino de Concepción a Yumbel, que había sido teatro de aquellos motines” (5)



Fin.





Bibliografía:
(1) Vicente Carvallo y Goyeneche – “Descripción Histórico-Geográfica del Reino de Chile”
(2) Pedro de Córdoba y Figueroa – “Historia de Chile”
(3) Alonso de Ovalle – “Histórica Relación del Reino de Chile”
(4) Diego de Rosales – “Historia General del Reino de Chile – Flandes Indiano”
(5) Diego Barros Arana – “Historia General de Chile”
(6) Claudio Gay – “Historia Física y Política de Chile – Documentos”
(7) Claudio Gay – Historia Física y Política de Chile – Historia”

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